A los treinta a?os
No hab¨ªa ni pensado ni sentido que las cosas ten¨ªan tiempo, que envejec¨ªan con ¨¦l. Hasta ahora. Y el pasado 11 de marzo fue mi cumplea?os. Y mi mejor amiga me regal¨® A los treinta a?os de Ingeborg Bachmann
De repente, a mi alrededor, las cosas tienen d¨ªas, meses, a?os. S¨®lo algunas tienen a?os. Un par de fotograf¨ªas, una gargantilla de oro y poco m¨¢s. Tambi¨¦n un disco de Beyonc¨¦, Dangerously in Love del 2003. Y unas botas camperas, de piel, marrones, que he usado mucho, pero que est¨¢n muy bien conservadas. Los trajines de aqu¨ª para all¨¢ me han desgastado los pies, unos pies, ya, feos, fe¨ªsimos, feis¨ªsimos, los pies m¨¢s feos del mundo, aunque, nunca, jam¨¢s, los trajines me han afeado el calzado. Tengo pocos zapatos para lo tanto recorrido, pienso, siento, creo. Creer. Eso tambi¨¦n tiene muchos a?o...
De repente, a mi alrededor, las cosas tienen d¨ªas, meses, a?os. S¨®lo algunas tienen a?os. Un par de fotograf¨ªas, una gargantilla de oro y poco m¨¢s. Tambi¨¦n un disco de Beyonc¨¦, Dangerously in Love del 2003. Y unas botas camperas, de piel, marrones, que he usado mucho, pero que est¨¢n muy bien conservadas. Los trajines de aqu¨ª para all¨¢ me han desgastado los pies, unos pies, ya, feos, fe¨ªsimos, feis¨ªsimos, los pies m¨¢s feos del mundo, aunque, nunca, jam¨¢s, los trajines me han afeado el calzado. Tengo pocos zapatos para lo tanto recorrido, pienso, siento, creo. Creer. Eso tambi¨¦n tiene muchos a?os. Creer ha sido, quiz¨¢s, lo ¨²nico religiosamente imperturbable a lo largo de todo este tiempo. S¨ª, ahora las cosas tienen tiempo. De repente, el alma y el esp¨ªritu son cosas y tienen tiempo. De repente mi cuerpo es una cosa y tiene tiempo. No hab¨ªa ni pensado ni sentido que las cosas ten¨ªan tiempo, que envejec¨ªan con ¨¦l. Hasta ahora. Y el pasado 11 de marzo fue mi cumplea?os. Y mi mejor amiga me regal¨® A los treinta a?os de Ingeborg Bachmann.
Le lloro al mundo, al mismo mundo que habito con estos pies feos, horribles, que dan asco y miedo, incluso verg¨¹enza. Ese tipo de asco y miedo que dan las personas seguras de si mismas trajinando de un sitio para el otro, todopoderosas, sinverg¨¹enzas, descaradamente incansables, pregonando luchas, derrotas y victorias. Ese tipo de asco y miedo que da ese tipo de juventud, irreverente y fervorosa. Ese, ese tipo de asco y miedo. Pero ahora tengo treinta a?os. As¨ª que me permito una ¨²ltima pataleta en este mundo que una vez me pareci¨® revocable. Porque la ¨²nica prueba de no haber sido una completa imprudente, de no haber sido una completa est¨²pida, de no haber sido una absoluta ni?ata por no haber dejado espacio al pensamiento y al sentimiento entre tanto ajetreo es, humillantemente, el trayecto, su paso acelerado, a trancas y barrancas, un modesto baile en ¨²ltima instancia. Un taconeo definitivo: pienso y siento, ya, tanto, tant¨ªsimo, tantit¨ªsimo, en este mundo grande y terrible, que tan s¨®lo celebrar o maldecir me parece una traici¨®n.
?Cuando uno llega a los treinta a?os, no por eso se deja de llam¨¢rsele joven. Pero ¨¦l, por mucho que no descubra en s¨ª mismo ning¨²n cambio, se vuelve inseguro; tiene la impresi¨®n de no tener derecho a hacerse pasar por joven. Y una ma?ana de un d¨ªa que olvidar¨¢, se despierta y de repente yace sin poder levantarse, herido por duros rayos de luz y desprovisto de todo recurso y de todo valor para enfrentarse al nuevo d¨ªa?, escribi¨® la escritora austr¨ªaca. En mi caso, ninguna cana nueva. Tampoco arruga alguna, todav¨ªa. Treinta a?os son para todo y para nada. Son para un marido, un hijo y una hipoteca. Para un contrato indefinido. Treinta a?os no son para tanto, me digo. Treinta a?os son para que vayamos hoy a hacernos la pedicura, Rita. Por favor, por favor, por favor...Hola. Esto es una prueba.
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