Turismo, entre la euforia y el desatino
El turismo es una bendici¨®n y administrarlo, una obligaci¨®n. He aqu¨ª el dilema para una ciudad global que se reconoce en su escala humana
Semana Santa del 2022, justo dos a?os desde el inicio de la pandemia en Barcelona, vuelven los turistas. Sin saber a¨²n si es una fiebre pasajera o la nueva normalidad, reaparecen las alegr¨ªas y temores. Los que buscan un r¨¦cord de visitas est¨¢n exultantes y los que a?oran la tranquilidad de la ciudad-pueblo est¨¢n exasperados, en una absurda batalla entre un falso cosmopolitismo y un regeneracionismo aut¨¢rquico.
?C¨®mo negar la importancia de una actividad que genera el 15% de la econom¨ªa de Barcelona?, ?C¨®mo no percibir aquello en que el turismo amenaza nuestra singularidad? Si alguna co...
Semana Santa del 2022, justo dos a?os desde el inicio de la pandemia en Barcelona, vuelven los turistas. Sin saber a¨²n si es una fiebre pasajera o la nueva normalidad, reaparecen las alegr¨ªas y temores. Los que buscan un r¨¦cord de visitas est¨¢n exultantes y los que a?oran la tranquilidad de la ciudad-pueblo est¨¢n exasperados, en una absurda batalla entre un falso cosmopolitismo y un regeneracionismo aut¨¢rquico.
?C¨®mo negar la importancia de una actividad que genera el 15% de la econom¨ªa de Barcelona?, ?C¨®mo no percibir aquello en que el turismo amenaza nuestra singularidad? Si alguna cosa hemos aprendido en un periodo en el que las ausencias han pesado m¨¢s que las presencias, es que debemos ser los amos de nuestro destino, aceptando la realidad para cambiarla.
Que el turismo masifica el centro, llena las playas de personajes somnolientos y convierte restaurantes y comercios en paisajes estandarizados, es una verdad tan relativa como que genera miles de buenos puestos de trabajo, reparte beneficios por la ciudad o nos ayuda a aprender idiomas. Verdades ciertas y tambi¨¦n t¨®picos discutibles.
El turismo es una bendici¨®n y administrarlo, una obligaci¨®n. He aqu¨ª el dilema para una ciudad global que se reconoce en su escala humana.
Pueden quejarse asociaciones y l¨ªderes de opini¨®n de Ciutat Vella o del Eixample de los problemas que genera el turismo, pero con las persianas bajadas, los comercios en venta y el paro subido de tono, la misma queja se convierte en desesperaci¨®n.
Hay que ponerse el mono de faena y ayudar a cambiar aquella oferta cortoplacista de discutible calidad, por otra m¨¢s atrevida y cultural. No tenemos que mirarnos en la Rive Gauche de Par¨ªs repleta de terrazas con men¨²s de taboul¨¦ y steak hach¨¦. Podemos buscar el ejemplo en la diversidad comercial que rodea Alexanderplazt en la ciudad de Berl¨ªn o en la sofisticaci¨®n de las galer¨ªas de arte del Soho neoyorkino. En esos lugares yace un relato. Y s¨®lo cuando hay relato, la queja tiene sentido.
Pero no caigamos en el desatino: Barcelona tiene un proyecto de transformaci¨®n. Incrementar la duraci¨®n del viaje para ajustar el n¨²mero de viajeros, reducir emisiones, digitalizar recorridos tur¨ªsticos para evitar masificaciones, descentralizar puntos de inter¨¦s, activar el potencial de la ciudad para interesar primero a los barceloneses y luego a los visitantes, considerar el mar como un activo socioecon¨®mico, convertir a las escuelas especializadas en activos creadores de contenidos, limitar la movilidad de los turistas que no duermen en Barcelona, reducir los cruceros de paso y consolidar los de llegada y salida, sancionar el alojamiento ilegal, fiscalizar econ¨®micamente la visita para aumentar su corresponsabilidad social... y podr¨ªamos seguir. Todo eso se est¨¢ haciendo al ritmo que permiten las dificultades del camino.
En definitiva, queremos ser l¨ªderes en la apuesta por un turismo urbano sostenible y de calidad, y no cesaremos en el empe?o por hacerlo posible, sobre todo porque Barcelona lo merece y lo necesita.
Xavier Marc¨¦ es concejal de Turismo e Industrias Creativas del Ayuntamiento de Barcelona
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