El mundo sigue sin mirarnos
Precipitarse a pedir dimisiones o a romper mayor¨ªas parlamentarias de izquierdas es una temeridad
Ni nos mira ni nos volver¨¢ a mirar. Basta con observar el panorama. Incluso es dudoso que nos haya mirado en alguno de los momentos m¨¢s espectaculares de la marcha del independentismo hacia ninguna parte.
Algunas im¨¢genes en las primeras p¨¢ginas de los peri¨®dicos y en los informativos, unas cr¨®nicas y art¨ªculos brillantes en los grandes medios de comunicaci¨®n, e incluso esas grandes expectativas creadas por los dirigentes independentistas y su formidable aparato de propaganda, y poco m¨¢s. Puigdemont, el m¨¢s ruidoso de todos, no ha conseguido ni centralidad ni relevancia en la vida pol¨ªt...
Ni nos mira ni nos volver¨¢ a mirar. Basta con observar el panorama. Incluso es dudoso que nos haya mirado en alguno de los momentos m¨¢s espectaculares de la marcha del independentismo hacia ninguna parte.
Algunas im¨¢genes en las primeras p¨¢ginas de los peri¨®dicos y en los informativos, unas cr¨®nicas y art¨ªculos brillantes en los grandes medios de comunicaci¨®n, e incluso esas grandes expectativas creadas por los dirigentes independentistas y su formidable aparato de propaganda, y poco m¨¢s. Puigdemont, el m¨¢s ruidoso de todos, no ha conseguido ni centralidad ni relevancia en la vida pol¨ªtica europea. Es una colorista an¨¦cdota en el paisaje de una Europa sacudida por los populismos y la guerra. La internacionalizaci¨®n del conflicto, tanto durante la marcha hacia el momento culminante como despu¨¦s de la fallida independencia, incluyendo la represi¨®n, el juicio y los indultos, ha sido un fracaso rotundo.
Se enga?an quienes pretenden que el esc¨¢ndalo Pegasus atraer¨¢ de nuevo la mirada del mundo. Hay un persistente ombliguismo catal¨¢n que conduce a sobrevalorar las propias fuerzas y a olvidarse del ¨ªnfimo peso de nuestros conflictos respecto a la dimensi¨®n de las tremendas turbulencias que atraviesa nuestro planeta.
Sobre Pegasus no debiera haber dudas. Es una muestra del peligro de la tecnolog¨ªa digital cuando escapa al Estado de derecho, es decir, al control democr¨¢tico de parlamentos y jueces. Hoy solo se halla bajo control de Israel, el pa¨ªs donde se halla la empresa que lo ha fabricado y comercializa y el mayor vivero de empresas de espionaje del mundo. Su uso no est¨¢ generalizado solamente para combatir el terrorismo y la gran delincuencia, sino tambi¨¦n al servicio de la diplomacia e incluso los cr¨ªmenes de Estado, como fue el caso del asesinato de Jamal Khashogi, el periodista asesinado por orden del pr¨ªncipe Mohamed bin Salm¨¢n. Seg¨²n la revista The New Yorker, el gobierno israel¨ª, que debe autorizar cada una de las operaciones de venta del programa, se ha negado a transferirlo a Ucrania para no incomodar a Putin.
Cierto, estamos ante uno de los mayores esc¨¢ndalos de espionaje digital de la historia. Pero no porque haya servido para espiar a los dirigentes de la secesi¨®n unilateral catalana, sino porque es un programa fuera de cualquier control, excepto el del Estado de Israel, donde aparentemente ten¨ªa tantos amigos el proyecto independentista. El gobierno espa?ol tiene ahora la oportunidad de probar que las escuchas fueron legalmente autorizadas y tambi¨¦n de desclasificar las peticiones del CNI y los autos de autorizaci¨®n judicial para dar a conocer a la opini¨®n p¨²blica los motivos y fundamentos de las escuchas. Precipitarse a pedir dimisiones o a romper mayor¨ªas parlamentarias de izquierdas es una temeridad que solo se explica por una incurable proclividad al oportunismo de unos inmaduros gobernantes catalanes.
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