Barcelona: turistas y perros
Ha vuelto la ciudad de los 12 millones de visitantes, con precios y espacios de los vecinos alterados y las calles hechas un cisco
Uno de los lamentos m¨¢s recurrentes de los barceloneses es que Barcelona est¨¢ demasiado turistizada. La queja se agudiz¨® por contraste cuando se levantaron las restricciones de la pandemia. Han vuelto los megacruceros, las fiestas en los pisos y los alborotos en las calles de los barrios de moda. Los vec...
Uno de los lamentos m¨¢s recurrentes de los barceloneses es que Barcelona est¨¢ demasiado turistizada. La queja se agudiz¨® por contraste cuando se levantaron las restricciones de la pandemia. Han vuelto los megacruceros, las fiestas en los pisos y los alborotos en las calles de los barrios de moda. Los vecinos de la Sagrada Fam¨ªlia, del Poblenou y de Sant Antoni, de Ciutat Vella, por decir algunos puntos calientes, no bien pisan la calle que ya se encuentran con marabuntas de extranjeros at¨®nitos. Ha vuelto la Barcelona de los 12 millones de visitantes.
Las rutinas, los precios y los espacios del vecino se ven muy alterados. Tomar algo vale m¨¢s, el abarrotamiento te hace sentir expulsado, tu descanso nocturno pende de un hilo y la calle est¨¢ m¨¢s sucia. Un buen ejemplo es el de los alumnos de la escuela Sant Felip Neri, que ven su plaza-patio llena de grupos con gu¨ªa y que, cuando la cierran para el recreo, se sienten dentro de una jaula zool¨®gica.
M¨¢s mental que activa, mi guerra particular es contra las cuadrillas de guiris que van en bicicleta (en patinete, en segway, pronto ser¨¢ con vete a saber qu¨¦) por la acera cuando paseo con mi hija. En segundo lugar, pondr¨ªa que el transporte p¨²blico, metro y autobuses se convierten en borregueros a todas horas. Finalmente, y no es un tema menor, tanta presi¨®n humana produce una plusval¨ªa del deseo, Barcelona sube en el ranking, pero tambi¨¦n se da un incremento de suciedad ambiental.
No s¨¦ c¨®mo se puede solucionar, canalizar tanto malestar. Pedir menos turistas tiene visos xen¨®fobos. Exigir una regulaci¨®n y una desescalada no est¨¢ en ninguna agenda pol¨ªtica y tenemos las pruebas. S¨ª s¨¦ que la calle y las zonas verdes (se llama espacio p¨²blico desde los Juegos Ol¨ªmpicos) est¨¢n hechas un cisco. Pero no todo es culpa del turista. Los perros se han multiplicado por ocho en 20 a?os. Igual que el extranjero, estos me son ajenos, no pertenecemos a la misma especie, ellos est¨¢n de juerga cuando merodean y yo no. El a?o 2002 hab¨ªa en la ciudad unos 20.000 perros registrados. Hoy son 170.000, la misma cantidad que los barceloneses de entre 0 y 12 a?os.
Se me dir¨¢ que es normal, que con la pandemia la soledad se tradujo en mascotas, pero no es verdad: la tendencia viene creciendo desde mucho antes. Se me dir¨¢ que los perros, como los turistas y los ni?os, tambi¨¦n tienen derecho a corretear por Barcelona, y no ser¨¦ yo quien sostenga lo contrario. De todos modos, el ensuciamiento que procede del turista no est¨¢ en mis manos y el de mis hijas puedo asegurar que tiende al grado cero. Ahora bien, con la canizaci¨®n de la ciudad tengo mis dudas. Ya veo a los vecinos, algunos, con sus botellitas de agua y sus bolsitas de heces, pero estoy seguro de que ellos tambi¨¦n lo ven: por all¨ª por donde pasan dejan un rastro maloliente, una cantidad considerable de mugre perruna. Las zonas verdes acaban trituradas, las esquinas ba?adas en ¨¢cido ¨²rico y los alcorques podridos, y lo saben.
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