Historia barcelonesa
Trias tiene todos los n¨²meros para sufrir el mismo destino que Francisco Umbral, el escritor de millares de art¨ªculos y un centenar de libros, cuya posteridad qued¨® asegurada por su intemperante queja ante Mercedes Mil¨¤
Hay pocos espacios p¨²blicos en Barcelona tan cargados de historia como el Sal¨® de Cent. La que explican las piedras y la que se ha llevado el tiempo pero se asocia con sus muros medievales, como si un eco de las voces del pasado siguiera dirigi¨¦ndose a nosotros.
El s¨¢bado 17 de junio fue una de esas jornadas destinada a pasar a los anales, gracias a una alianza que dio inesperadamente la vara de alcalde a Jaume Collboni. Xavier Trias y Ernest Maragall, que ya se ve¨ªan comandando los destinos de la ciudad, no pudieron disimular su enfado. Tanto como el acontecimiento relativamente banal ...
Hay pocos espacios p¨²blicos en Barcelona tan cargados de historia como el Sal¨® de Cent. La que explican las piedras y la que se ha llevado el tiempo pero se asocia con sus muros medievales, como si un eco de las voces del pasado siguiera dirigi¨¦ndose a nosotros.
El s¨¢bado 17 de junio fue una de esas jornadas destinada a pasar a los anales, gracias a una alianza que dio inesperadamente la vara de alcalde a Jaume Collboni. Xavier Trias y Ernest Maragall, que ya se ve¨ªan comandando los destinos de la ciudad, no pudieron disimular su enfado. Tanto como el acontecimiento relativamente banal de una investidura tramada entre extra?os compa?eros de cama, harto frecuente en la vida pol¨ªtica, la historia quiz¨¢s recordar¨¢ los rostros demudados y sobre todo las palabras pronunciadas.
Con su frase ¡°Que us bombin a tots!¡±, Trias tiene todos los n¨²meros para sufrir el mismo destino que Francisco Umbral, el escritor de millares de art¨ªculos y un centenar de libros, cuya posteridad qued¨® asegurada por su intemperante queja ante Mercedes Mil¨¤: ¡°Aqu¨ª he venido a hablar de mi libro¡±. La haza?a del ex alcalde que no pudo repetir tiene su m¨¦rito. Adem¨¢s de un buen eslogan, consigui¨® extremar la habitual disonancia entre palabras y hechos que caracteriza a la vida pol¨ªtica. Empez¨® su explicaci¨®n de voto impartiendo una lecci¨®n de elegancia pol¨ªtica ante sus familiares, pero cuando ten¨ªa al p¨²blico en el bolsillo, boquiabierto de admiraci¨®n ante tanto fair-play, sac¨® las u?as y mand¨® a tomar viento a todo el mundo, desenga?ado por la alcald¨ªa perdida.
No se qued¨® corto Ernest Maragall con las invectivas y maldiciones que adornaron su discurso. Esta investidura ha sido la aplicaci¨®n del art¨ªculo 155 a Barcelona, una jugada indigna que los ciudadanos no perdonar¨¢n, la maniobra de Madrid para controlar la capital catalana. En definitiva, un pacto de Estado para asegurar la unidad de Espa?a frente a los secesionistas. Su argumentario conspiracionista reaviva los fetiches m¨¢s encendidos del proc¨¦s y proporciona munici¨®n a tertulianos y columnistas, pero ninguna de sus frases pasar¨¢ a la historia ni terminar¨¢ estampada en las camisetas de la militancia.
Sorprende una exhibici¨®n de mal perder como la que nos ha proporcionado el independentismo en sus distintas declinaciones, tan imp¨²dica e infantil viniendo adem¨¢s de los m¨¢s ancianos. A su edad acaban de descubrir que la pol¨ªtica va de poder, ?vaya sorpresa! Tampoco han faltado los j¨®venes a la cita con el rencor, como fue el caso de Pere Aragon¨¨s, que recibi¨® al nuevo alcalde en el Palau de la Generalitat con caras m¨¢s que largas y palabras cargadas de inelegantes reproches.
El proc¨¦s ha terminado, pero su pesada fraseolog¨ªa permanece, como un lastre que se pega al zapato y dificulta la marcha hacia el futuro. En el camino, se ha perdido incluso la proverbial cortes¨ªa de la ciudad.
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