Adi¨®s, Ayuntamiento. Hola, Barcelona
Ernest Maragall se despide: ¡°Es hora de cerrar una etapa, una m¨¢s, de una larga trayectoria personal y pol¨ªtica¡±
Es hora de cerrar. De cerrar una etapa, una m¨¢s, de una larga trayectoria personal y pol¨ªtica. Coincidiendo, y no es casualidad, con el periodo pol¨ªtico que se acaba de abrir. Un periodo abierto a la conquista de nuevos y ambiciosos objetivos de pa¨ªs que reclama, por lo tanto, un rol de intenso protagonismo para su gran capital, Barcelona. No es momento, pues, para el an¨¢lisis ni para la argumentaci¨®n partidaria. ...
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Es hora de cerrar. De cerrar una etapa, una m¨¢s, de una larga trayectoria personal y pol¨ªtica. Coincidiendo, y no es casualidad, con el periodo pol¨ªtico que se acaba de abrir. Un periodo abierto a la conquista de nuevos y ambiciosos objetivos de pa¨ªs que reclama, por lo tanto, un rol de intenso protagonismo para su gran capital, Barcelona. No es momento, pues, para el an¨¢lisis ni para la argumentaci¨®n partidaria. Quiz¨¢s s¨ª para expresar mi convicci¨®n y, por qu¨¦ no, alg¨²n sentimiento personal.
Estoy convencido, por ejemplo, de que Barcelona se define hoy por sus desequilibrios y contradicciones. Es decir, por la presencia de excelencias, ¨¦xitos indiscutibles y maravillas diversas, acompa?adas por una creciente evidencia de fragmentaci¨®n, desigualdad acentuada y rotura del hilo continuo de cohesi¨®n social. La cuesti¨®n de fondo es que esta bipolaridad es la expresi¨®n de una relaci¨®n causal (no casual) entre las dos caras de la misma moneda. El crecimiento econ¨®mico global del que osamos lucir en Barcelona exige, como contrapartida necesaria, el crecimiento de la desigualdad. Es ejemplo la correlaci¨®n expl¨ªcita entre el modelo productivo de base tur¨ªstica que hemos generado y la diversidad ¨¦tnica, cultural y ling¨¹¨ªstica que convocamos para ser el cimiento laboral imprescindible.
Como lo es, en el otro extremo de la cuerda, la llegada abundante de ciudadanos con formaci¨®n universitaria especializada, profesionalidad reconocida y salarios altos, para nutrir la potente red de centros de investigaci¨®n, empresas de innovaci¨®n tecnol¨®gica, bioingenierias diversas o desarrolladoras de videojuegos. Sumando aquellos n¨®madas digitales que escogen instalarse en Barcelona porque¡ ?d¨®nde en el mundo se podr¨ªa vivir mejor?
Asistimos as¨ª a la p¨¦rdida gradual, pero sistem¨¢tica, de los elementos que hab¨ªan hecho de nuestra ciudad un sujeto colectivo ¡°especial¡±, reconocido y admirado en todo el mundo. Barcelona era una realidad social, urban¨ªstica, econ¨®mica y cultural con un grado relativamente alto de equilibrios internos crecientes y sostenidos. Ya no lo es.
Barcelona va siendo, d¨ªa a d¨ªa, m¨¢s y m¨¢s parecida a cualquier otra gran ciudad. Con las correspondientes dificultades (?y fracasos!) en los ¨¢mbitos clave de la gobernaci¨®n urbana: vivienda, movilidad, urbanismo, seguridad, civismo. La buena noticia es que Barcelona sigue contando con todos los elementos que le permitir¨ªan enderezar el camino. En este sentido positivo, ya es hora de contar, sin restricci¨®n de ning¨²n tipo, con la nueva diversidad demogr¨¢fica y con su potencia de creatividad y talento. Es decir, con todo lo que, de momento, no hemos sabido convertir en activo colectivo y compartido de regeneraci¨®n urbana.
La no tan buena noticia es que todo esto reclama una acci¨®n pol¨ªtica e institucional capaz de dar salida y aplicaci¨®n a las numerosas energ¨ªas que ya est¨¢n presentes en la sociedad civil organizada o, precisamente, para organizarlas desde la complicidad activa. Mi sentimiento hoy es, pues, de expectaci¨®n cr¨ªtica y de esperanza contenida. Me temo, no obstante, que no sabr¨¦, mientras tenga voz y salud, quedarme quieto y callado.
Hasta siempre, es decir, hasta ahora mismo.
Ernest Maragall es es presidente del grupo municipal de ERC en el Ayuntamiento de Barcelona.
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