Hard Rock, la ruleta que agria la pol¨ªtica catalana
Los comunes ensayan su nueva estrategia de oposici¨®n condicionando el apoyo a los presupuestos catalanes al rechazo de un macrocasino junto a Port Aventura
La maquinaria pactista se ha vuelto a poner en marcha en Catalu?a tras a?os de pulsiones divisivas en los que el ¡°cuanto peor mejor¡± campaba a sus anchas por los pasillos de la Generalitat. Pere Aragon¨¨s, con el apoyo del PSC, va camino de dotarse de unos Presupuestos con los que culminar la legislatura. Lo mismo puede conseguir el socialista Jaume Collboni en Barcelona con un pacto con Esquerra R...
La maquinaria pactista se ha vuelto a poner en marcha en Catalu?a tras a?os de pulsiones divisivas en los que el ¡°cuanto peor mejor¡± campaba a sus anchas por los pasillos de la Generalitat. Pere Aragon¨¨s, con el apoyo del PSC, va camino de dotarse de unos Presupuestos con los que culminar la legislatura. Lo mismo puede conseguir el socialista Jaume Collboni en Barcelona con un pacto con Esquerra Republicana. Aunque todos niegan que el acuerdo sea un cambalache es evidente que la sinton¨ªa entre ambos partidos vuelve a ser una realidad por exigencias del guion y por la voluntad de los socialistas catalanes de mantener tambi¨¦n los votos de ERC en el Congreso.
Pero falta una pieza para que esta maquinaria pactista tenga resultados. Con Junts todav¨ªa debati¨¦ndose entre enfundarse el traje pragm¨¢tico que tan bien le ca¨ªa a Converg¨¨ncia o seguir con su chaqueta m¨¢s canalla, los comunes tienen la llave en Catalu?a. En el Parlament, sus ocho diputados son clave para aprobar estos presupuestos. Y en Barcelona son el recurso que le queda a Collboni si quiere tener unas cuentas sin recurrir a una cuesti¨®n de confianza.
En los ¨²ltimos a?os el partido de Ada Colau ha aprobado los presupuestos de la Generalitat adem¨¢s de conseguir los apoyos de socialistas y republicanos cuando gobernaban Barcelona. Ahora, despojados de la alcald¨ªa estrella de Catalu?a y con unas elecciones catalanas a menos de un a?o, no parece que tengan tantos alicientes para seguir esta senda. En este caso la pulsi¨®n pactista est¨¢ dejando paso a la tentaci¨®n de refugiarse en su trinchera ideol¨®gica. En Barcelona los comunes no quieren aprobar los presupuestos de Collboni si no se garantizan antes la entrada en el gobierno de la ciudad. Y en la Generalitat rechazan apoyar las cuentas si el Govern de Aragon¨¨s no veta a todos los efectos la tramitaci¨®n del macrocasino que, bajo la marca Hard Rock quiere instalarse junto a Port Aventura, en Tarragona.
Hard Rock es, de hecho, la palabra que m¨¢s resuena en los pasillos de la Generalitat y del Parlament los ¨²ltimos d¨ªas. Entre los grandes partidos lo apoyan Junts y los socialistas con el argumento de que puede crear miles de puestos de trabajo y desestacionalizar el turismo en la Costa Dorada. Pero en un contexto de sequ¨ªas recurrentes y de creciente preocupaci¨®n por las ludopat¨ªas, para muchos se hace indigerible que desde la izquierda se pueda apoyar un proyecto de esta magnitud. Es evidente que el modelo de Hard Rock tiene m¨¢s de pasado que de futuro si se quiere apostar por una econom¨ªa diversificada, pero tambi¨¦n es cierto que el proyecto cosecha un s¨®lido apoyo pol¨ªtico sobre el terreno y tiene mayor¨ªa en el Parlament. Por este motivo, ser¨¢ dif¨ªcil que los comunes puedan basar su oposici¨®n a los presupuestos solo sobre este punto. Los de Ada Colau tienen en sus manos una llave decisiva para la gobernabilidad y ahora estudian c¨®mo usarla. Pueden hacerlo con pragmatismo, intentando mejorar los presupuestos, o refugiarse en el ¡°no¡± con el riesgo de empujar a Aragon¨¨s a buscar socios en la derecha. Sea la que sea, la decisi¨®n de los comunes impactar¨¢ sobre la vida de los catalanes.
Puedes seguir a EL PA?S Catalunya en Facebook y X, o apuntarte aqu¨ª para recibir nuestra newsletter semanal