Air aplacan el baile abriendo la primera noche del S¨®nar
El d¨²o interpret¨® ¡°Moon Safari¡± tras una jornada diurna pautada por mujeres
No es Ibiza, ni una cocteler¨ªa fina, pero el S¨®nar lo pareci¨® con la m¨²sica de Air, d¨²o que recuper¨® su disco m¨¢s famoso, ese ¡°Moon Safari¡± que celebra 25 a?os. Fue el inicio de la noche y la pareja francesa, con un bater¨ªa en medio, en un estilizado escenario rectangular iluminado desde detr¨¢s, interpret¨® ese disco, pl¨¢cido y evocador, con alma vintage y mezcla de easy listening culta, sonidos progresivos y sintetizadores, tambi¨¦n con alg¨²n eco a Burt Bacharach, ante una multitud calmada. Las canciones pasaron por escena en el mismo orden del ¨¢lbum y de postre se esperaban otros ¨¦xitos de un grupo que por su sonido se antoja para atardeceres rojizos.
Durante la tarde se reconfirm¨® lo que ya es pauta en casi todos los festivales: las mujeres son como los negros en los equipos de baloncesto, las mejores (o casi). Sin olvidar a Laurent Garnier, que puso el Village patas arriba con su receta de techno o a Surgeon, con un laminador y abrasivo set en el Hall. Pero en un S¨®nar ya veraniego con abanicos, otro admin¨ªculo para el baile, el triunfo fue femenino en el Complex, el espacio con las propuestas m¨¢s aventuradas. Fue el caso de la local Adelaida, quien despleg¨® un repertorio de voces dispuestas en capas, sonidos de apariencia natural, melod¨ªas insinuadas y ritmos huidizos que no ocultaron el paso por escena de ¡°El cant dels ocells¡±. A contraluz, una pauta en ese escenario, despleg¨® un concierto misterioso, donde us¨®, debidamente trasteado, el ronroneo de su gato, por el sonido poco menos que venusiano. Eso despert¨® a un extranjero que aprovech¨® la comodidad del auditorio para sacudirse, hasta el momento gato, una buena siesta. Otro ejemplo de lo inusual de la propuesta fue que el p¨²blico no supo cuando aplaudir el final de las piezas, adelant¨¢ndose. En el S¨®nar hay que tener paciencia.
Y curiosidad, pues bajo el escenario Complex se despliegan una serie de estands donde hay de todo, tecnol¨®gico claro. Gente sesuda debatiendo mientras en el acceso regalaban papel de fumar, en ese contexto tan arcaico como una herramienta de s¨ªlex. Y tan ¨²til. En ese mundo de contrastes del S¨®nar hay desde experimentos donde se precisa una especie de casco de tanquista ruso, debidamente cableado, o grafismos para ver cuan corta es la distancia entre la vida real y la digital, ya que cada vez ambas se relacionan con m¨¢s estrechez. No hay m¨¢s que mirar c¨®mo se lucen en las fotos del Village los vestuarios para comprobar que vivimos para vernos digitalmente. Y viceversa.
De nuevo en el Complex, otra mujer, tambi¨¦n sola como Adelaida, con unas programaciones concisas y una voz delicada, explor¨® desde m¨²sica con resonancias populares de su pa¨ªs, es guipuzcoana, hasta versiones de Los Punsetes, ¡°Opini¨®n de mierda¡±, o su c¨¦lebre recomposici¨®n de ¡°Zu Atrapatu Arte¡± de Kortatu. Verde Prato, Ana Arsuaga, ya estuvo en el S¨®nar de bolsillo post-pand¨¦mico del 2.021, pero su m¨²sica sutil y presencia esc¨¦nica, bailando a c¨¢mara lenta y movi¨¦ndose con parsimonia de cisne, ha ganado muchos enteros. Igual que sus canciones, en las que caben desde bases esquel¨¦ticas a reggaeton deshuesado.
En el mismo Complex, otra mujer sola, Kelly Moran, deslumbr¨® con su m¨²sica, a base de piano programado y piano tocado. Espl¨¦ndido su pase, cascadas de notas para interpretar a ¡°cuatro¡± manos ¡°Moves In The Field¡±, abordando las piezas en el mismo orden que en el disco, y s¨®lo a?adiendo unos drones graves para sumar profundidad y acotar el lirismo de una m¨²sica que por momentos evoca a Satie o Sakamoto (a quien version¨® tras dedicar la actuaci¨®n a Palestina). La tecnolog¨ªa para llevar m¨¢s all¨¢ 300 a?os de piano ac¨²stico, con cerebro y elegantes y t¨¦cnicos dedos de mujer.
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