Una defensora de personas con discapacidad ante la ¡°selva urbana¡± de Valencia
La mayor¨ªa de quejas que llega a su oficina son por ba?os no adaptados, accesos con escalones o ascensores estropeados que tardan demasiado en repararse en metro, colegios o universidades
Cuando habla de ¡°la selva¡±, se refiere a ciudades de aceras estrechas, a centros de salud sin adaptar, a personas prisioneras de sus viviendas, a no poder sentarte en el cine o el teatro con tus amigas o tu marido, o a aviones a los que se accede ¡°a la sillita de la reina¡±. Como persona con movilidad reducida, mujer, y madre de un hijo con discapacidad, Teresa Navarro conoce todos los recodos de la ¡°selva¡± en la que puede convertirse el d¨ªa a d¨ªa para ...
Cuando habla de ¡°la selva¡±, se refiere a ciudades de aceras estrechas, a centros de salud sin adaptar, a personas prisioneras de sus viviendas, a no poder sentarte en el cine o el teatro con tus amigas o tu marido, o a aviones a los que se accede ¡°a la sillita de la reina¡±. Como persona con movilidad reducida, mujer, y madre de un hijo con discapacidad, Teresa Navarro conoce todos los recodos de la ¡°selva¡± en la que puede convertirse el d¨ªa a d¨ªa para las personas como ella. Como defensora de las personas con discapacidad de la ciudad de Valencia, cargo que ocupa desde hace poco m¨¢s de un a?o, ha asumido la tarea de compartir los trucos para moverse por la selva con quienes lo necesitan y, sobre todo, de trabajar para que la suya sea una ciudad completamente accesible.
¡°Lo que m¨¢s se vulnera es la accesibilidad universal, y eso no solo implica quitar escalones para poner rampas, sino adoptar medidas para que cualquier persona pueda disponer de todo lo que ofrecen las ciudades¡±, destaca Navarro que, desde su puesto, atiende quejas y sugerencias en materia de discapacidad que, asegura, tienen que ver con problemas de accesibilidad.
Cuando su hijo, diagnosticado con una enfermedad gen¨¦tica que causa autismo, cumpli¨® cuatro a?os, Teresa Navarro sufri¨® un accidente y desde entonces debe moverse en silla de ruedas. Por eso sabe de qu¨¦ le hablan quienes la llaman a su puesto de defensora, que depende org¨¢nicamente de la concejal¨ªa de Servicios Sociales. El ¨²nico otro defensor de personas con discapacidad trabaja en la actualidad en Le¨®n y, a nivel auton¨®mico, la figura existi¨® en la Comunidad Valenciana hasta 2016, cuando se suprimi¨® para evitar duplicidades con la labor del S¨ªndic de Greuges.
Con despacho en el Ayuntamiento, cuando est¨¢ en el hemiciclo, Teresa Navarro debe situarse en medio de la zona de paso, frente a la bancada de la primera fila, en una posici¨®n similar a la que ocupa el diputado de Unidas Podemos Pablo Echenique en el Congreso de los Diputados. A pesar de que no puede acceder a los bancos, reconoce que el Consistorio ha hecho un gran esfuerzo para adaptar sus instalaciones.
En la vida diaria de las personas con discapacidad, ba?os no adaptados, accesos con escalones o ascensores estropeados que tardan demasiado en repararse en estaciones de metro, colegios o universidades centran la mayor¨ªa de las quejas que recibe la defensora.
Pero hoy en d¨ªa casi todo el mundo sabe que tiene que haber rampas, ascensores y ba?os adaptados. Lo que casi nadie sabe es que muchas mujeres con discapacidad no pueden ir al ginec¨®logo porque no hay sillas ni sistemas accesibles. Como la chica que llam¨® a Teresa Navarro: ¡°No la quisieron atender por no disponer de un potro adaptado, le dijeron que no ten¨ªan a nadie para ayudarla a subir y que se marchara a casa¡±. Es un hecho tan frecuente que ha llevado a que las mujeres con discapacidad acudan, como m¨ªnimo, un 25% menos a las consultas de ginecolog¨ªa que las mujeres sin discapacidad. Es la ¡°doble discriminaci¨®n¡±, dice la defensora.
Lo que no discrimina por g¨¦nero es la imposibilidad de acceso a las radiograf¨ªas y pruebas similares, como las urol¨®gicas o las mamograf¨ªas. Las personas con problemas de movilidad no pueden ponerse por s¨ª mismas en la posici¨®n en la que se realizan estos test, un motivo por el que Navarro ha pedido a todos los hospitales p¨²blicos de la ciudad que instalen gr¨²as elevadoras para evitar ¡°que alguien te levante mal y te haga da?o¡±.
En todos los edificios de uso p¨²blico, asegura, se han hecho muchos avances. Son las viviendas particulares las que, a veces, pueden convertirse en verdaderas prisiones para las personas con discapacidad por la inadaptaci¨®n de los patios. ¡°Un se?or que me llam¨® hab¨ªa sufrido un ictus y llevaba tres meses sin poder bajar a la calle porque las obras para bajar el ascensor a cota cero se retrasaban¡±, recuerda. No es el ¨²nico: alrededor de 100.000 personas con movilidad reducida en Espa?a no pueden salir de su casa, seg¨²n datos de Cocemfe.
En ¡®handbike¡¯ por el carril bici
Para adaptar su casa, la persona con discapacidad tiene que hacer llegar el plano de su vivienda al Centro de Referencia Estatal de Autonom¨ªa Personal y Ayudas T¨¦cnicas, que indica al usuario el equipamiento que tiene que instalar. Una vez hecha la obra, se pueden pedir ayudas estatales o auton¨®micas para pagar parte de su precio. ¡°Ahora est¨¢n dando m¨¢s, pero adaptar mi casa en su momento me cost¨® unos 30.000 euros y recib¨ª ayudas por 600¡å, lamenta Teresa Navarro.
Un d¨ªa normal, la defensora de las personas con discapacidad de Valencia sale de casa en su silla, a la que adosa una handbike, una rueda extra impulsada por las manos sobre un manillar, que se dirige de forma parecida a una bicicleta. Con la velocidad extra que le ofrece este mecanismo, su opci¨®n preferida para moverse por la ciudad es el carril bici. ¡°Para m¨ª, es vida: puedo moverme de forma aut¨®noma, no me molestan y no molesto a la gente como cuando voy por la acera¡±, asegura. La ordenanza de Movilidad permite que estos veh¨ªculos, que pueden alcanzar unos 18 kil¨®metros por hora, circulen por este carril, pero no las sillas de ruedas el¨¦ctricas, algo que, afirma, ¡°se est¨¢ estudiando¡±.
Cuando lleva la silla sin la handbike, a veces opta por utilizar el servicio especial de autobuses de la EMT para personas con movilidad reducida, que da un servicio puerta a puerta. O puede coger los autobuses de l¨ªneas regulares, porque llevan una rampa que puede bajarse cuando lo reclama el usuario. Al menos en teor¨ªa. ¡°Me contact¨® la madre de una chica que cog¨ªa el autob¨²s para ir a un centro ocupacional y que utilizaba un andador por necesidad, por tener una discapacidad visual e intelectual, y a la que no permit¨ªan bajar la rampa por no llevar silla¡±, relata Navarro, que recuerda puede reclamar la rampa cualquiera que necesite un dispositivo por tener cualquier discapacidad, como las personas ciegas que utilizan bast¨®n.
Teresa lo tiene algo m¨¢s dif¨ªcil para coger un taxi. Hay ¡°muy pocos adaptados en comparaci¨®n con los que se necesitan¡±, y la falta de incentivos para los propietarios de licencias que tengan taxis accesibles lleva a que cada vez haya menos. Adem¨¢s, se pregunta por qu¨¦ ¡°este servicio siempre acaba saliendo m¨¢s caro¡±. Como an¨¦cdota, a?ade que de los cuatro autobuses tur¨ªsticos de la ciudad de Valencia, solo uno est¨¢ adaptado y solo lleva una plaza para personas con movilidad reducida.
La sillita de la reina
Para viajes largos, Navarro recomienda los autobuses y los trenes de media distancia, ni los de alta velocidad ni los aviones. Cada tren de alta velocidad solo lleva dos plazas para personas con movilidad reducida en lugares espec¨ªficos. ¡°Cuando haces la compra de la plaza, si vas con un acompa?ante y los sitios cercanos est¨¢n ya comprados, le puede tocar en otro vag¨®n¡±, denuncia, algo que es especialmente grave en casos de personas dependientes que necesiten asistencia en todo momento.
En los aviones ¡°no depende tanto de la aerol¨ªnea sino del aeropuerto¡± y, en Valencia en particular, la subieron dos veces ¡°a pulso, a la sillita de la reina, en una silla sube-escaleras que transportan dos personas¡±. Las sillas de ruedas se quedan en la bodega: ¡°A veces se rompen maletas y nosotros viajamos con miedo a que durante el viaje se rompa la silla y nos deje sin poder movernos¡±.
El deporte tambi¨¦n se complica. Teresa Navarro destaca por absurdos los problemas de accesibilidad de algunas piscinas donde incluso se hace rehabilitaci¨®n para personas con problemas de movilidad pero en las que no hay vestuarios mixtos, de forma que a una mujer con discapacidad, como ella, no puede ayudarla a ponerse el ba?ador su propio marido.
Los obst¨¢culos pueden reducir los planes de ocio. ¡°Tres amigas en silla de ruedas no podemos ir al cine o al teatro juntas, porque en cada sala solo suele haber dos plazas¡±, explica Navarro. ¡°A veces he tenido que cambiar de pel¨ªcula para poder sentarme al lado de mi marido y mi hijo en un cine y a veces he visto pel¨ªculas sentada de medio lado porque han calculado mal el hueco para las sillas¡±, critica.
Tampoco es peque?a la tristeza de perderse un concierto de Alejandro Sanz, como casi le pasa a una chica que contact¨® con su oficina. ¡°Hab¨ªa comprado una entrada normal para un concierto en 2020 que se cancel¨® por la pandemia y que se movi¨® a 2022, pero entretanto sufri¨® un ictus que la dej¨® en silla de ruedas¡±. La chica pidi¨® que la pusieran en zona de movilidad reducida, pero ¡°le dec¨ªan que no hab¨ªa hueco, que no fuera¡±. La presi¨®n desde la oficina de Navarro consigui¨® que ella y un acompa?ante pudieran asistir ir al concierto, donde, al parecer, s¨ª que hab¨ªa sitio para una m¨¢s. ¡°En cines, teatros, salas y comercios, ser¨ªa m¨¢s f¨¢cil que todo estuviera adaptado si se dieran incentivos a quien lo haga bien, o, al menos, un sello de calidad que certifique el esfuerzo en accesibilidad¡±, afirma.
¡°Las ciudades inteligentes son las que est¨¢n completamente abiertas a todo el mundo¡±, considera Teresa Navarro, que a?ade que ¡°los esfuerzos que se hacen en materia de accesibilidad universal no solo benefician a las personas con discapacidad, sino a todos¡±: ¡°No somos un gueto: todos pensamos que no nos puede tocar, pero en cualquier momento una enfermedad o un accidente te puede provocar una discapacidad, y tenemos que preparar nuestras ciudades para ello¡±.