Los asistentes relatan lo sucedido en el festival Medusa: ¡°Vi el caos. Era como entrar en una pel¨ªcula¡±
Varios j¨®venes que acudieron al espect¨¢culo cuentan las escenas de miedo que vivieron tras el desplome de varias estructuras por el viento
Una hilera continua de j¨®venes desanda en la ma?ana de este s¨¢bado el camino de la entrada del festival Medusa con los mismos b¨¢rtulos que arrastraban un d¨ªa antes para iniciar un fin de semana de fiesta. Nadie mira al horizonte. Con las cabezas gachas, caminan y comentan lo sucedido, la ca¨ªda de varias estructuras que ha provocado la madrugada de este s¨¢bado la muerte de un chico de 22 a?os y heridas a otras 40 personas. Jordi...
Una hilera continua de j¨®venes desanda en la ma?ana de este s¨¢bado el camino de la entrada del festival Medusa con los mismos b¨¢rtulos que arrastraban un d¨ªa antes para iniciar un fin de semana de fiesta. Nadie mira al horizonte. Con las cabezas gachas, caminan y comentan lo sucedido, la ca¨ªda de varias estructuras que ha provocado la madrugada de este s¨¢bado la muerte de un chico de 22 a?os y heridas a otras 40 personas. Jordi Mora (22 a?os), entr¨® al ba?o mientras todo era un ¨¦xtasis. ¡°Al salir vi el caos. Era como entrar en una pel¨ªcula¡±, afirma. ¡°Durante cinco minutos, se produjo una especie de hurac¨¢n de los cuatro elementos: viento, lluvia, arena y much¨ªsimo calor¡±, relata el joven, que ya ha decidido poner fin a su estancia en el camping del evento.
A su lado, un miembro de seguridad acompa?a a una joven despistada que trata de acceder al recinto sin identificaci¨®n. ¡°So?ar¨¢s con volver¡±, dice ella leyendo el letrero gigante de la puerta de salida principal. Precisamente esa entrada ha sido uno de los puntos afectados esta madrugada por el viento que se ha llevado varias estructuras, incluyendo parte del escenario principal.
Andr¨¦s Velasco y Ra¨²l Jim¨¦nez, procedentes de Alcobendas (Madrid), se resisten a aceptar su destino y regresar a casa. ¡±No quiero tener un recuerdo de esto. Hemos estado 40 minutos dentro del festival. Est¨¢bamos en el escenario principal. Nada m¨¢s llegar empezaron a moverse los altavoces y nos cagamos de miedo¡±, dice Andr¨¦s, de 22 a?os, mientras apura un botell¨ªn de cerveza en las inmediaciones del aparcamiento. ¡°Beber para olvidar, no nos queda otra¡±, se despide.
El movimiento durante la ma?ana del s¨¢bado se concentra en torno a las rotondas aleda?as, donde los chavales se sientan en las sillas de la playa mientras esperan un taxi o a alg¨²n familiar que los recoja. N¨¦stor Garc¨ªa, Armand Mart¨ª y Salva Sanz, naturales de X¨¤tiva (Valencia), hablan con resignaci¨®n de lo sucedido despu¨¦s de llevar desde 2019 esperando la celebraci¨®n del festival, que se hab¨ªa cancelado en las dos ¨²ltimas ediciones por la pandemia de covid. ¡°En torno a las cuatro de la ma?ana empez¨® a notarse el viento que, de repente, se convirti¨® en tormenta. Corrimos a la zona de los ba?os para resguardarnos, pero precisamente all¨ª se hab¨ªa desprendido algo tambi¨¦n. Hab¨ªa vallas ca¨ªdas y nadie sab¨ªa a d¨®nde ir¡±, cuenta N¨¦stor. ¡°Nos sacaron por la entrada principal. Vimos a algunos heridos con brechas y bastante gente siendo atendida por ataques de ansiedad¡±, contin¨²a. ¡°Lo que tienen que hacer es devolvernos el dinero a todos¡±, reclaman.
Una mujer, ataviada con gafas de sol a pesar de que el cielo de Cullera est¨¢ gris, sale con paso acelerado entre sollozos por la entrada trasera de las instalaciones, la que queda reservada a los trabajadores. ¡°Me voy. No puedo m¨¢s¡±, le dice a uno de los guardas de seguridad sin dirigirle la mirada. Unos minutos despu¨¦s, un grupo de operarios con las camisetas oficiales del Medusa 2019 se bajan de una furgoneta blanca para desarmar el vallado que rodea el recinto del festival. Empujan entre varios y dejan tumbadas en el suelo las cercas, que se han ido desestructurando durante la ma?ana por las rachas de viento que contin¨²an en Cullera.
Javier Machicado (23 a?os), fue testigo del ¡°desconcierto generalizado¡± que rein¨® entre los asistentes desde que comenzara el revent¨®n c¨¢lido. ¡°La m¨²sica se cort¨® de repente mientras est¨¢bamos en el concierto del Dj ?lex Martini. No nos parec¨ªa suficiente el viento que hab¨ªa. En 2019 tambi¨¦n nos pill¨® una gran tormenta que encharc¨® la superficie y durante unas horas se detuvo. Despu¨¦s lo entendimos todo¡±, explica el joven. ¡°El problema es que nadie sab¨ªa nada. Por Instagram nos lleg¨® un audio de un amigo diciendo que fu¨¦ramos al camping que estaba todo volando. Ha sido todo por el boca a boca. No hubo aviso ninguno por megafon¨ªa¡±, a?ade.
Junto con varios amigos de Alcal¨¢ de Henares y de su pueblo, Torres de la Alameda, Javier hab¨ªa alquilado un apartamento cerca del festival. Reconoce que existe un gran descontento entre la gente que estaba dentro en el momento del desastre. ¡°Todo el mundo se preguntaba c¨®mo pod¨ªan reclamar, que les devolvieran el dinero. Para m¨ª el error es que no se produjo ning¨²n aviso de desalojo. La salida fue r¨¢pida y efectiva, pero nadie dio la orden de evacuar. ?bamos siguiendo a la masa sin saber a d¨®nde ni por qu¨¦. Hasta las seis de la ma?ana no nos hemos enterado exactamente de lo ocurrido¡±, explica. ¡°Nos marcharemos hoy o ma?ana. Ya no merece la pena estar aqu¨ª¡±, sentencia.
La organizaci¨®n ha decidido trasladar a los asistentes que quedaban al pabell¨®n municipal. Un cartel gigante les recuerda: Medusa 2023, So?ar¨¢s con volver. ¡°Pesadillas es lo que voy a tener¡±, le dice Alejandro de las Heras a sus amigos cordobeses al tiempo que hace percusi¨®n golpe¨¢ndose la barriga.
Todo caos necesita un gestor. Los GRS (Grupo de Reserva y Seguridad) de la Guardia Civil son en este caso el cuerpo encargado de imponer el orden. El capit¨¢n junto a su segundo se separan de la marabunta para trazar la estrategia. Con tono firme y decidido, el primero indica:
¡ªLa guagua para all¨ª al fondo. Hacemos un pasillo y que tenga hueco para pasar.
El compa?ero asiente, pero un chaval descamisado y con el vaso del festival a¨²n colgando del cuello les interrumpe. ¡°Perdone, ?sin mascarilla se puede subir?¡±, pregunta. Los agentes se miran el uno al otro desconcertados. ¡°Creo que s¨ª¡±, responde el capit¨¢n.
El autob¨²s aparece al fondo del camino, intentando no atropellar a los que arrastran neveras y sombrillas que acuden al punto de recogida como quien persigue un oasis en medio del desierto. All¨ª se encuentran ya Nerea Carvajal y Noelia Fuentes, de 20 a?os, dos extreme?as de Zafra (Badajoz) que llegaron al Medusa la tarde del martes. ¡°Hemos hecho una odisea. Primero un autob¨²s hasta Sevilla, all¨ª hicimos noche y luego en tren hasta Valencia. Parec¨ªa el tren de baja velocidad de Extremadura, se paraba cada dos por tres¡±, relata Nerea. ¡°Aqu¨ª la primera noche hicimos cola al raso para coger sitio en el camping. Y desde entonces llevamos de empalmada¡±, a?ade su amiga. Ambas no podr¨¢n iniciar el camino de vuelta hasta el lunes, cuando de nuevo emprender¨¢n el regreso en un viaje de dos d¨ªas. ¡°Estamos muertas¡±, afirma Nerea.
¡°?Perdone, perdone! Se est¨¢ liando all¨ª al fondo¡±, le dice de las autobuseras al capit¨¢n despu¨¦s de llegar corriendo hasta el puesto de mando. ¡°Yo casi me engancho con uno. Nos est¨¢n cortando el paso los chavales, que nos piden que les montemos en la entrada¡±, a?ade otro. El agente no se inmuta. ¡°?Calma! La cola es aqu¨ª. Yo soy el filtro, si hay alg¨²n problema mandar¨¦ gente para all¨¢¡±, les promete.
De uno en uno van subiendo a los autobuses los m¨¢s de 200 realojados. Un conductor se agobia ante tanto equipaje y pide que se suba solamente lo imprescindible. Bebidas y botellas se quedar¨¢n en tierra.
El autob¨²s parece al completo. El capit¨¢n, dubitativo, pregunta a su compa?ero de enfrente: ¡°?Est¨¢ lleno?¡±. ¡°As¨ª es¡±, le responde. ¡°?Pues este se pira de aqu¨ª!¡±, exclama el jefe del operativo. El conductor arranca, y cuando apenas ha recorrido dos metros se detiene. A trav¨¦s de la ventanilla, el capit¨¢n da su ¨²ltima orden: ¡°Usted despacio, ?vale?¡±.