Patrias y trincheras
Junto a la m¨²sica militar caprina, refulge Marc Granell, nuestro mejor poeta desde Estell¨¦s
Resacas. Junto a la m¨²sica militar caprina suenan hoy, inevitables, George Brassens y Paco Ib¨¢?ez, que con la fiesta nacional se quedan en la cama igual. Sobre todo refulge Marc Granell, nuestro mejor poeta desde Estell¨¦s, aquel que mejor ha definido las banderas: S¨®n ta¨¹ts vells de seda onejant impertobables al vent i a la hist¨°ria del crim i la cobd¨ªcia, dice. Inflamen tots els cors, esclafen els cervells, remata. As¨ª son los contornos simb¨®licos de la patria. La que sea.
La patria ¨Cotra patria, claro¨C vibraba hace unos d¨ªas en el ¨²ltimo concierto de Xavi Sarri¨¤, alma y capit¨¢n de aquel club de los poetas muertos que fue Obrint Pas en la Val¨¨ncia de la resistencia, la Val¨¨ncia adrenal¨ªtica que desafiaba el boicot institucional a la m¨²sica en valenciano, que plantaba la trinchera ante el desprecio por la llengua y la cultura propia, o por la lengua y la cultura a secas. Ayer, hoy: homes obscurs de tenebrosa lletra. Y Xavi Sarri¨¤ regresaba para despedirse. Canoso, con entradas y esa voz gastada que le han dejado los 47 y tantas noches de so?ar utop¨ªas. Otra vez los pu?os al viento, la pedra en la barricada, el poder popular, el futur per comen?ar, els combatents de l¡¯¨²ltim front. Otra vez Guillem Agull¨® y ese grito ya fosilizado en salmodia, peligrosamente vac¨ªa, treinta y un a?os despu¨¦s. Otra vez esta semana la memoria de Miquel Grau, otro chico-s¨ªmbolo de la patria y la antipatria cuarenta y siete a?os despu¨¦s. Y Xavi Sarri¨¤ cantaba. Y todos, c¨®mo no, cant¨¢bamos con ¨¦l. Pero nada, en el fondo, parec¨ªa igual. Porque ya nada era igual. El paso del tiempo. Las resacas de tanta lucha. El desencanto sin los Panero. Los hijos de los fans viendo cantar a sus padres en la platea numerada, ya no en la calle; vi¨¦ndolos cantar ordenadamente por la tarde, ya no en la bohemia de la madrugada. Qu¨¦ lejos las primeras canciones, las primeras emociones. Qu¨¦ lejos la inocencia en la cara y los sue?os en los pulmones. Qu¨¦ lejos las mochilas vac¨ªas.
La pegatina. El Palleter: s¨ªmbolo m¨ªtico de una patria hu¨¦rfana de mitos. Actitud palletera: plantarse, hartarse y actuar. Ha vuelto El Palleter. ?Por el finan?ament just? Pasapalabra. Ha vuelto por algo m¨¢s simb¨®lico. Dani Cuesta se ha convertido en el Palleter de Singapur. El aficionado del Valencia CF ha sido retenido con su esposa durante una semana por adherir una pegatina contra Peter Lim en uno de los edificios de Singapur que posee el magnate que controla el Valencia CF. Es curioso c¨®mo una pegatina puede generarle a alguien m¨¢s problemas que un estadio por acabar, un club deshecho an¨ªmicamente y una masa social con el sentimiento de estafa y ultraje. Es curioso ver las categor¨ªas del C¨®digo Penal a las que pod¨ªa enfrentarse El Palleter de Singapur en funci¨®n de si su acto se consideraba vandalismo, travesura o tonter¨ªa. Es una brillante definici¨®n de aquello que se espera del patriotismo valenciano: vandalismo, travesura, tonter¨ªa. El problema de no representar, nunca, un problema. De no tener trincheras temibles. Lo malo de la abdicaci¨®n patriota. Lo bueno, tambi¨¦n.
Los otros. Ella, la ni?a, debe de tener once o doce a?os. Su madre tendr¨¢ once o doce problemas que solucionar ese d¨ªa. Ella, la ni?a, le dice a su madre que no quiere que la insulten en clase. Su madre, andando por la calle, le pide que les conteste. Pero ella, la ni?a, le dice que no es eso lo que quiere. Que quiere no decir ni que le digan.
Ella, la inmigrante sudamericana, mira con un velo de verg¨¹enza mientras pasea del brazo a la anciana local.
Ella, la monitora, acompa?a a ese grupo de j¨®venes con discapacidad hasta el piso tutelado que comparten.
Ella, la cajera extranjera, le cobra el paquete de huevos al chico negro, de tan negro invisible.
Ella, la chica embarazada, mira como siempre al sintecho que como siempre est¨¢ en el banco de siempre.
La patria y sus trincheras de verdad.