El problema de desconfinar a los sin techo: ¡°La situaci¨®n fuera es horrible¡±
El Ayuntamiento de Madrid trabaja en un plan para cerrar el 30 de mayo dos albergues, el de Ifema y el Samaranch, que acogen a 300 personas sin hogar
Jes¨²s se presenta abriendo los brazos en cruz mientras dice su nombre. Mueve con parsimonia las fichas de domin¨®. No golpea de forma seca la mesa anunciando su jugada. M¨¢s que de impasible jugador profesional, su gesto es de alguien apesadumbrado. Jes¨²s, de 62 a?os y rosario de cuentas color turquesa al cuello, tuvo otra vida. De los 23 a los 40 a?os vivi¨® en Nueva York. Un mundo muy distinto al de los d¨ªas desfilando a paso de tortuga en este albergue de emergencia para personas sin hogar de Ifema, en Madrid. Su compa?ero de partida, Heliodoro, de 64 a?os y nacido en la isla de Curazao, escucha el relato de Jes¨²s con la indiferencia del que ya parece conocerlo.
Trabaj¨® en un hotel en la Quinta Avenida a la altura de la calle 57, junto a la Trump Tower y a Central Park. En Estados Unidos dej¨® tres hijos y dos mujeres. Una de ellas asegura que fue miss en Ecuador. ¡°Me cas¨¦ por amor y estuve un mes de luna de miel en Florida¡±. Cataratas del Ni¨¢gara, California, Texas... sus recuerdos vienen adornados con voz ronca, a?oranza y d¨®lares. ¡°Me gast¨¦ mi dinero. Fui de la clase rica y ahora soy de la clase baja¡±, cuenta este hombre que ahora duerme en un catre junto a otros 149 acogidos en la inmensidad del pabell¨®n 14 del recinto ferial.
Desde que abri¨® el pasado 20 de marzo por ¨¦l han pasado 240 personas. Los hay que se han ido de forma voluntaria y los hay que han sido expulsados por ¡°conductas agresivas¡±, explica Ra¨²l Torres, coordinador del albergue y empleado de Grupo 5, la empresa contratada por el Consistorio de la ciudad. El 60% de los usuarios son extranjeros, esencialmente latinos, magreb¨ªes y de Europa del Este, y el 40%, espa?oles. La media de edad es de 45 a?os. Organizan talleres y actividades para matar el tedio y que el tiempo no pase vac¨ªo. Hay sesiones de m¨²sica, gimnasia, pel¨ªculas, biblioteca, cuentacuentos¡ hasta han habilitado estos d¨ªas del mes de Ramad¨¢n un espacio de oraci¨®n acotado para que los 25 musulmanes que se encuentran en el recinto puedan rezar. Al lado, cubos de pl¨¢stico con agua para las abluciones y algunas mesas y sillas porque sus horarios de comida son distintos. As¨ª pueden cumplir con el ayuno durante el d¨ªa. Ni comida, ni bebida, ni tabaco, ni sexo hasta que no se vaya el sol.
¡°Me encanta devorar libros. Leo desde los diez a?os¡±. Mohamed ha dado la bienvenida al mes sagrado con el libro Cosa Nostra entre las manos. El medio millar de p¨¢ginas de la historia de la mafia siciliana de John Dickie tiene enganchado a este marroqu¨ª que lleva d¨¦cadas en Espa?a y fue uno de los primeros en llegar al albergue. Desayuna a las cinco, antes de amanecer, y a mediod¨ªa dormita en el catre cuando miembros de la Unidad Militar de Emergencia (UME) se disponen a desinfectar las instalaciones. Todos han de salir al patio. Pero ni Mohamed ni ninguno de los que vive en el pabell¨®n 14 sabe hasta cu¨¢ndo podr¨¢n estar aqu¨ª.
¡°Incertidumbre no es improvisaci¨®n¡±, argumenta Dar¨ªo P¨¦rez, m¨¢ximo responsable del Samur Social. Cada d¨ªa se habla m¨¢s de c¨®mo revertir el estado de alarma, resucitar la econom¨ªa y afrontar la crisis social. El Ayuntamiento sabe que no va a ser f¨¢cil echar el cierre de un albergue temporal como este de Ifema. ¡°Esta emergencia no es comparable a otras¡±, subraya P¨¦rez. Los contratos de emergencia del albergue de Ifema y el abierto en el polideportivo Juan Antonio Samaranch, cada uno con 150 plazas, tienen ahora mismo vigencia hasta el 30 de mayo. Forman parte de las mil plazas que, aproximadamente, se han ampliado por la pandemia. Muchas de ellas seguir¨¢n abiertas durante el verano, pero las 300 plazas de esos dos albergues ser¨¢n las primeras en ser desmanteladas. Insiste P¨¦rez en que solo ha habido nueve positivos por coronavirus en toda la red p¨²blica que gestiona el Samur Social, que ha medicalizado un hotel en Las Tablas para los que tienen s¨ªntomas o se han contagiado. Los usuarios cuentan que a diario les toman la temperatura.
La vida complicada de los que viven en ambos albergues va a dificultar sin embargo dar marcha atr¨¢s. Incluso estos d¨ªas, con los Servicios Sociales pisando el acelerador, en las calles de Madrid se sigue viendo a decenas y decenas de personas sin hogar. En el sistema de acogida de emergencia los hay que tienen una larga trayectoria de vida en la calle y son conocidos de los Servicios Sociales de Madrid. Otros han sido golpeados recientemente por la crisis del coronavirus. ¡°Viv¨ªan hasta hace poco de la econom¨ªa sumergida o de subsistencia. Vend¨ªan cl¨ªnex, se dedicaban a la chatarra o aparcaban coches¡±, explica el jefe del Samur Social. Espera que, una vez que la ciudad recupere el pulso, ellos puedan retomar los ingresos. Pero no oculta que ¡°hay personas que han llegado de fuera de Madrid¡± atra¨ªdos por las ayudas del Consistorio y la intenci¨®n es derivarlos a los Servicios Sociales de su lugar de procedencia. Asegura que tienen informaci¨®n para lograrlo. Hace semanas el gobierno municipal ya dijo que el 60% por ciento de los acogidos en Ifema no estaban empadronados en Madrid, dando a entender que ven¨ªan de fuera.
Pawel, un polaco de 32 a?os, hace deporte en el pabell¨®n 14 a media ma?ana del mi¨¦rcoles. Primero corre de una a otra porter¨ªa del improvisado campo de futbito. Minutos despu¨¦s pedalea en una de las bicicletas est¨¢ticas que han sido cedidas por distintos gimnasios. Cuenta que lleva meses recorriendo diferentes pa¨ªses de Europa y que ha llegado a Espa?a atra¨ªdo por su clima. Desde Huelva trat¨® de pasar a Portugal, pero no pudo. ¡°Viajo buscando un lugar en el que vivir¡±, explica en ingl¨¦s.
A sus 69 a?os ?ngel ha terminado acogido en Ifema y con su madre de 99 ingresada en el hospital Doce de Octubre. ¡°Ella es lo m¨¢s grande de esta vida¡±, explica. Se acerca al reportero para rememorar su vida como trabajador en varios diarios durante la dictadura franquista. En El Alc¨¢zar y Nuevo Diario era uno de los encargados de llevar las galeradas a pasar el filtro de la censura para que el peri¨®dico pudiera imprimirse. ¡°Manolo me daba tres titulares¡±, explica refiri¨¦ndose a Manuel Mart¨ªn Ferrand, ¡°y all¨ª eleg¨ªan qu¨¦ se publicaba¡±. ?ngel se disculpa por no tener la manta de su catre bien estirada antes de posar ante la c¨¢mara. Algunos de sus vecinos permanecen acostados bien avanzada la ma?ana. Entre ellos el ¨²nico afgano. ¡°No habla nada de espa?ol¡±, apunta Mohamed, el marroqu¨ª.
Ra¨²l Torres, el coordinador, prefiere no entrar en detalles, pero en varias ocasiones, seg¨²n distintos testimonios, media docena de agentes de polic¨ªa han accedido al albergue para proceder a expulsar a usuarios. No es lo habitual, cuentan los propios internos, pero relatan algunos problemas de convivencia, incumplimiento de horarios y normas, falta de respeto e insultos a los empleados, hurtos o s¨ªndrome de abstinencia irrefrenable. ¡°El hombre es cazador, pero hay sitios en los que no se puede cazar¡±, se queja Heliodoro, uno de los jugadores de domin¨®, hablando de la reprobable actitud de algunos compa?eros suyos, especialmente con las trabajadoras del albergue. Agradece estar acogido. ¡°Estos d¨ªas he podido salir tres veces a la calle y la situaci¨®n fuera es horrible¡±.
Hacia all¨ª se encamina uno de los vecinos del albergue a ganarse la vida. Es colombiano y prefiere no ser identificado. Lleva a la espalda una gran mochila amarilla de repartidor de comida en la que se lee ¡°Glovo¡±.
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