El balc¨®n apagado
?Qui¨¦n piensa en regar una planta cuando tus padres o tus abuelos han muerto de pronto?
Como cada ma?ana al despertarme, abro Twitter y me empapo de las ¨²ltimas novedades. A veces descubro hilos sobre teor¨ªas conspiranoicas que me tienen enganchada un buen rato; otras veces solo leo comentarios vertidos de rabia y odio e irremediablemente me contagio y empiezo el d¨ªa torcida; hay momentos en los que alguien cuenta curiosidades que poco o nada me interesan pero que leo de igual manera; y hay otros en los que doy con un mensaje contra el que golpeo de frente y ya no me escapo en toda la semana.
Hoy di con uno de los ¨²ltimos. Lo firma Jos¨¦ Antonio Bautista. En su tuit adjunta...
Reg¨ªstrate gratis para seguir leyendo
Si tienes cuenta en EL PA?S, puedes utilizarla para identificarte
Como cada ma?ana al despertarme, abro Twitter y me empapo de las ¨²ltimas novedades. A veces descubro hilos sobre teor¨ªas conspiranoicas que me tienen enganchada un buen rato; otras veces solo leo comentarios vertidos de rabia y odio e irremediablemente me contagio y empiezo el d¨ªa torcida; hay momentos en los que alguien cuenta curiosidades que poco o nada me interesan pero que leo de igual manera; y hay otros en los que doy con un mensaje contra el que golpeo de frente y ya no me escapo en toda la semana.
Hoy di con uno de los ¨²ltimos. Lo firma Jos¨¦ Antonio Bautista. En su tuit adjunta una foto de un balc¨®n lleno de plantas muertas. Es un balc¨®n anciano, de toldo verde y desgastado, de esos que pueblan Carabanchel, aunque podr¨ªa ser de cualquier ciudad. La pareja de ancianos que cuidaba de sus plantas, a seguro bien queridas, ha fallecido por la covid-19. Seguramente su familia, ahora que todo est¨¢ apagado, ni se haya acordado. ?Qui¨¦n piensa en regar una planta cuando tus padres o tus abuelos han muerto de pronto? Ahora la vida que queda en esa casa se va apagando tambi¨¦n, se va secando como se seca el r¨ªo en el que nadie vive o el reflejo de las farolas cuando cerramos los ojos.
Pienso en las plantas de mi abuela, esas que cuida desde hace a?os y son parte de la familia. Pienso en las arrugas de sus manos, en su pelo siempre perfecto, en su voz cuando est¨¢ asustada y en c¨®mo se proyecta cuando las noticias son buenas. Pienso en c¨®mo refugia su miedo para no asustarnos. La imagino asomada en la ventana. Creo que nunca la vi demasiado triste. Pienso si eso es algo que viene adherido a la palabra abuela o padre: camuflar las emociones, disimularlas como si fueran igual de contagiosas que este virus mortal y doloroso.
En la calle del balc¨®n apagado siguen aplaudiendo los vecinos. Bautista adjunta un v¨ªdeo en el que se puede ver a los inquilinos de los balcones contiguos asomarse, continuar el ritual del aplauso al aire. Mientras que en las fachadas de las calles las palmas van desapareciendo, en esta parece que el aplauso resiste, que por unos minutos la casa del balc¨®n apagado se llena de ruido, de un ruido provocado por quien se ha llevado por delante a esa pareja, un ruido agradecido y tambi¨¦n enfadado, porque tenemos derecho a estar enfadados, a rebatir con rabia esta pandemia cruel que ha ido vaciando los balcones m¨¢s bonitos de la ciudad.
En el m¨ªo hoy me despiertan los p¨¢jaros. He tenido una pesadilla y con su ruido consiguen sacarme de ella. Llevamos desde el principio de la cuarentena dej¨¢ndoles pan en el alf¨¦izar. Anoche se nos olvid¨®, as¨ª que esta ma?ana p¨ªan con fuerza, confundidos o tristes, quiz¨¢ enfadados o hambrientos, o puede que sedientos, como las plantas que ya nadie riega, como las plantas a las que tambi¨¦n las va matando.
Madrid me mata.