El silencio que se escuchaba
"Mi foto, la que sea, habr¨¢ puesto un ¨ªnfimo granito a un recuerdo que no querr¨ªamos haber fotografiado en nuestra ciudad, a nuestra gente, a nuestros barrios", cuenta el fot¨®grafo de EL PA?S Kike Para
Algo estaba ocurriendo, algo que ya se hab¨ªa escuchado en otras ocasiones en el continente africano, esta vez en el asi¨¢tico, exactamente en China, pero que como en tantas informaciones televisivas vistas a la hora de comer o cenar resultaba muy lejano, como siempre a muchos kil¨®metros de nuestra casa y parec¨ªa una imagen m¨¢s de lo chocante y ajeno a nuestra forma de vivir pero siempre muy distante de nuestro estado del bienestar.
Durante nuestras idas y venidas por el planeta esa cosita diminuta, imperceptible para el ojo humano se instal¨® entre nosotros e iba de cuerpo en cuerpo aprov...
Algo estaba ocurriendo, algo que ya se hab¨ªa escuchado en otras ocasiones en el continente africano, esta vez en el asi¨¢tico, exactamente en China, pero que como en tantas informaciones televisivas vistas a la hora de comer o cenar resultaba muy lejano, como siempre a muchos kil¨®metros de nuestra casa y parec¨ªa una imagen m¨¢s de lo chocante y ajeno a nuestra forma de vivir pero siempre muy distante de nuestro estado del bienestar.
Durante nuestras idas y venidas por el planeta esa cosita diminuta, imperceptible para el ojo humano se instal¨® entre nosotros e iba de cuerpo en cuerpo aprovechando nuestras risas y nuestros besos, hasta que nos conden¨® a la ausencia de eso mismo, risas y besos.
Un 15-M a pocos d¨ªas del fat¨ªdico recuerdo de nuestro hist¨®rico 11-M, nuestro Gobierno tuvo que decretar una forma de vida dr¨¢stica, diferente al car¨¢cter latino que llevamos en nuestros genes y comenzamos a sentir y vivir esas otras formas de vida que les ocurr¨ªan a otros.
Como me dijo m¨¢s de un sanitario, ¡°esto es como un 11-M diario, solo que no vemos destrucci¨®n f¨ªsica, vemos destrucci¨®n social y humana¡±. Comenz¨® para los testigos directos, como somos los reporteros gr¨¢ficos, algo que sin ser novedoso en nuestra trayectoria profesional por haberlo visto directamente en esos ¡°otros sitios¡± s¨ª iba a ser impactante, doloroso y nos iba a marcar para siempre por su continuidad y la cercan¨ªa a nuestro espacio privado.
As¨ª nos sent¨ªamos todos nosotros en los primeros d¨ªas al coincidir en ese Madrid de ciencia-ficci¨®n, tan repetido, pero no por ello tan sorprendente como necesario reflejarlo para la historia de nuestro pa¨ªs. Un Madrid protagonista de un silencio sepulcral en sus calles, un silencio que asustaba, como el fin de una era, un silencio que se escuchaba y eso lo hac¨ªa m¨¢s sobrecogedor y distinto a todo lo vivido anteriormente.
Tambi¨¦n hab¨ªa un ruido, un ruido de interior que no se escuchaba, pero que segu¨ªa sobrecogiendo al verlo directamente, en las luchas personales de cada hogar, en las se?ales de solidaridad en ventanas y balcones, en hecha por un profesional, ante la globalizaci¨®n de la imagen, pero s¨ª habr¨¢ puesto un ¨ªnfimo granito a un recuerdo que no querr¨ªamos haber fotografiado en nuestra ciudad, a nuestra gente, a nuestros barrios.
Con la paciencia, el tes¨®n y la responsabilidad de la inmensa mayor¨ªa estamos superando y venciendo, despu¨¦s de tener que aprender sobre la marcha, una guerra oculta y novedosa en nuestra sociedad. Todo ser¨¢ cuesti¨®n de tiempo que despu¨¦s de fotografiar un nuevo silencio, una lucha cient¨ªfica, un dolor colectivo o un gobierno empe?ado a intentar solucionar un problema de magnitud inimaginable, sigamos fotografiando la solidaridad vecinal y personal (como ya est¨¢ ocurriendo). En definitiva, un tipo de amor gratuito al pr¨®jimo, pero tambi¨¦n la sin raz¨®n de algunos, el odio gratuito e interesado (como ya est¨¢ ocurriendo) que en defensa ¨²nicamente de su libertad y ego¨ªsmo personal y apoy¨¢ndose como estandarte en una bandera, la de todos, solo piensan en intereses personales y en fanatismos dogm¨¢ticos para destrozar y poner en peligro la inmensa vida de los ciudadanos que representan esa bandera que pasean, la de todos.
Ten¨ªan que haber fotografiado a Charo llorando por su madre en su piso de Canillejas, o haber visto los furgones de la UME con ata¨²des sin parar en una fr¨ªa madrugada de marzo, o a las dudas y miedos de las residencias de la generaci¨®n que nos ha conseguido esta democracia, o a los esmeros constantes en un hospital real (Ifema) donde hab¨ªa visto desfiles de moda en un pasado, o ver colas de coches f¨²nebres en el crematorio de La Almudena sin casi queridos, solos ante el fuego, tambi¨¦n espa?oles.
Por eso sigo siendo reportero gr¨¢fico, para hacer recordar la alegr¨ªa, la tristeza, el ¨¦xito, la desesperanza, el amor y el odio; y no s¨¦ si por suerte o principios sigo ah¨ª. Esto no ha acabado, es solo el principio de muchas cosas, as¨ª ha sido siempre la historia, y como mis antecesores seguir¨¦ plasm¨¢ndola con mi c¨¢mara.
Es la que escuchaba el silencio, junto a m¨ª.