Personas sin espejo
?ltimamente me pregunto si alguien nos ha ense?ado alguna vez a mirarnos. Si disponemos de las herramientas necesarias para que eso no sea un trauma, sino un atajo
Los espejos son necesarios. En ellos no vemos solo nuestro reflejo, vemos nuestra mirada. Que levante la mano quien es siempre capaz de sostenerla. Yo no lo consigo, pero tampoco lo intento. Me sirve de prueba para saber si las cosas aqu¨ª adentro van bien. En un espejo ¨Cpor suerte¨C no hay filtros, no hay otros ojos, no hay una voz que te apruebe o te rechace. Est¨¢s t¨² y todo lo que intentas ocultar a otros aparece como un destello. Y no estoy hablando del f¨ªsico. Qu¨¦ m¨¢s da eso. Como ya lo explic¨® Wilde en una de las mejores met¨¢foras que existen, lo de afuera es solo un reflejo de lo que hay ...
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Los espejos son necesarios. En ellos no vemos solo nuestro reflejo, vemos nuestra mirada. Que levante la mano quien es siempre capaz de sostenerla. Yo no lo consigo, pero tampoco lo intento. Me sirve de prueba para saber si las cosas aqu¨ª adentro van bien. En un espejo ¨Cpor suerte¨C no hay filtros, no hay otros ojos, no hay una voz que te apruebe o te rechace. Est¨¢s t¨² y todo lo que intentas ocultar a otros aparece como un destello. Y no estoy hablando del f¨ªsico. Qu¨¦ m¨¢s da eso. Como ya lo explic¨® Wilde en una de las mejores met¨¢foras que existen, lo de afuera es solo un reflejo de lo que hay dentro.
?ltimamente me pregunto si alguien nos ha ense?ado alguna vez a mirarnos. Si disponemos de las herramientas necesarias para que eso no sea un trauma, sino un atajo.
Mirar algo que est¨¢ podrido o envenenado es, como m¨ªnimo, inc¨®modo, pero es que lo inc¨®modo existe para hacernos cambiar la posici¨®n, para buscar el hueco en el que sentirnos a gusto. No es, insisto, un enga?o. Es uno m¨¢s de los mecanismos que tiene el ser humano para buscar el avance.
Ser bueno no es f¨¢cil. El mundo que hemos construido est¨¢ lleno de trampas, y algunas son evidentes y de otras es imposible escapar. Todo est¨¢ hecho para que caigamos de lleno, para que nos dejemos llevar por la malicia, para que actuemos con ego¨ªsmo, para que ayudar al otro suponga un esfuerzo que a menudo choque con los intereses propios. Es un mundo de desidia, en el que nos anestesiamos r¨¢pido al dolor y cuyas puntas de acero ya no nos dejan marca.
La semana pasada tuve que ir a Malasa?a por cuestiones de trabajo. Confieso que ten¨ªa ganas de salir del barrio en el que llevo encerrada ¨Cquitando esa pausa estival¨C desde marzo. Dud¨¦. Pero confi¨¦. Llegar all¨ª fue como un viaje al pasado. Seg¨²n me adentraba, el pedaleo en la bicicleta se hac¨ªa m¨¢s complicado. Calles llenas, terrazas a rebosar, cigarros en bocas sin cubrir, distancias m¨ªnimas. La Malasa?a de siempre, la que todos echamos de menos. Un barrio en ebullici¨®n. Casas vac¨ªas porque la vida est¨¢ en la calle. El olor a conversaci¨®n. Abrazos c¨¢lidos. Cuerpos sin miedo. Personas sin espejo. Las mismas voces que critican desde el sof¨¢ a todo lo que se mueve r¨ªen ahora en la calle, ciegos ante la enfermedad que recorre esta ciudad y este pa¨ªs y este mundo.
Yo tambi¨¦n debo mirarme. Colocarme frente al espejo y ser capaz de contarme las verdades. Ponerles remedio. No criticar solo a la se?ora que aparece en la tele. Recordar el d¨ªa en el que di un abrazo y me equivoqu¨¦. Pensar que deb¨ª evitarlo. Agradecer que no haya pasado nada y comportarme mejor. Repasar la l¨ªnea cada ma?ana que no debo cruzar. Llegar al d¨ªa en el que mirarme no me duela. Y seguir as¨ª, frente a mi espejo, hagan lo que hagan los dem¨¢s.
Madrid me mata.