El mundo es as¨ª
Incluso Madrid puede convertirse sin avisar en ese lugar amenazante y caprichoso que nunca ha dejado de ser en el resto del planeta
En Madrid descubri¨® lo que vale vivir en un mundo previsible. Un mundo que se nutre de una suma de peque?as certezas, donde los autobuses circulan con puntualidad y las calles te acogen hospitalarias. Eso fue lo que le cautiv¨® de Europa, lo que justamente no ten¨ªa en su pa¨ªs: un lugar en el que se pueden hacer planes sin temer a que algo se vaya a estropear, a que el tren no llegue, a que reviente el alcantarillado, a que el tipo de la esquina te saque una pistola. Un lugar donde un ni?o que espera su bus escolar jam¨¢s morir¨¢ por una bala perdida.
Ella era brasile?a, pero pod¨ªa haber si...
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En Madrid descubri¨® lo que vale vivir en un mundo previsible. Un mundo que se nutre de una suma de peque?as certezas, donde los autobuses circulan con puntualidad y las calles te acogen hospitalarias. Eso fue lo que le cautiv¨® de Europa, lo que justamente no ten¨ªa en su pa¨ªs: un lugar en el que se pueden hacer planes sin temer a que algo se vaya a estropear, a que el tren no llegue, a que reviente el alcantarillado, a que el tipo de la esquina te saque una pistola. Un lugar donde un ni?o que espera su bus escolar jam¨¢s morir¨¢ por una bala perdida.
Ella era brasile?a, pero pod¨ªa haber sido chilena o japonesa y descubrir que Madrid tambi¨¦n es ese lugar donde la tierra nunca tiembla por un terremoto. O pod¨ªa haber sido caribe?a, y respirar en Madrid con la tranquilidad de que nunca la devastar¨¢ un hurac¨¢n. O africana, y disfrutar de una ciudad sin nubes de mosquitos portadores de malaria ni pelotones de ni?os soldado. O del Sudeste Asi¨¢tico, y aprender que la palabra inundaci¨®n tiene aqu¨ª otro significado. Pod¨ªa haber sido siria, y tal vez alg¨²n d¨ªa lograr¨ªa acostumbrarse a dormir despreocupadamente, sin pensar en que un bombardeo puede reventarte en tu cama. O venir de China, y relajarse cuando la llamasen al timbre, sabiendo que es el repartidor de Amazon y no la polic¨ªa pol¨ªtica. Pod¨ªa haber sido de la mayor parte del planeta, casi de cualquier sitio fuera de Europa, y experimentar esa misma sensaci¨®n de que aqu¨ª la realidad es una trama s¨®lida, un suelo firme que no se va a hundir por alg¨²n accidente natural o por alg¨²n desvar¨ªo humano.
Seguramente a ella le costar¨ªa entender que toda esa admirable cadena de certidumbres que nos sostiene es bastante reciente. Si hubiese nacido aqu¨ª en los a?os sesenta, habr¨ªa escuchado a sus abuelos contar historias de Madrid no tan diferentes a las que hoy se cuentan de Aleppo o de Tr¨ªpoli. Habr¨ªa sabido que sus padres vivieron aquella ¨¦poca en que no siempre era posible comer tres veces al d¨ªa y los sue?os m¨¢s felices versaban sobre un trozo de pan de trigo fresco. Desde la memoria de las generaciones anteriores le habr¨ªa llegado el eco de un tiempo en que la realidad tambi¨¦n aqu¨ª era una sustancia precaria, fr¨¢gil e impredecible, que en cualquier momento podr¨ªa arrastrarte en su derrumbe. Y cuando creciese, arrumbar¨ªa todo eso en el cuarto cerrado de los recuerdos infantiles; y, casi sin darse cuenta, vivir¨ªa con la idea de que la realidad siempre hab¨ªa sido y siempre iba a seguir siendo as¨ª como era ahora: fiable, consistente, inexpugnable.
Hasta que un d¨ªa descubriese que incluso aqu¨ª el mundo puede convertirse sin avisar en ese lugar amenazante y caprichoso que nunca ha dejado de ser en el resto del planeta. Ese mundo del que tratamos de librarnos estos d¨ªas simplemente con pasar una p¨¢gina del calendario.