¡®Pasticcio¡¯: De los ¡®castratti¡¯ a Broadway
William Christie, pope de la m¨²sica antigua y barroca, se sale de lo que se supone es su terreno y construyen un fascinante di¨¢logo musical mediante un viaje por el tiempo y el espacio
En Escucha esto (Seix Barral), el cr¨ªtico neoyorquino Alex Ross expone que en la historia de la m¨²sica existe un bajo continuo que une a Bach con Radiohead. De ah¨ª que resulte absurdo compartimentar, dividir, excluir: toda la m¨²sica viene del mismo sitio. Pocas artes nacen de una esencia tan extraordinariamente igualitaria por mucho que existan clanes o sectas que la quieran reducir a lo exclusivo.
Por eso ...
En Escucha esto (Seix Barral), el cr¨ªtico neoyorquino Alex Ross expone que en la historia de la m¨²sica existe un bajo continuo que une a Bach con Radiohead. De ah¨ª que resulte absurdo compartimentar, dividir, excluir: toda la m¨²sica viene del mismo sitio. Pocas artes nacen de una esencia tan extraordinariamente igualitaria por mucho que existan clanes o sectas que la quieran reducir a lo exclusivo.
Por eso Pasticcio, el maravilloso espect¨¢culo que William Christie y su grupo Les Arts Florissants presentan esta semana en los Teatros del Canal es tan importante. M¨¢s desde su condici¨®n. Hablamos de un pope de la m¨²sica antigua y barroca, un referente universal en un campo que ha revolucionado este modo de expresi¨®n en el siglo XX en la estela de Nikolaus Harnoncourt o Jordi Savall y que ha dado lugar a todo un fen¨®meno y una corriente fundamental ya asentada. Lo hizo entonces y lo hace con un vigor extraordinario en el siglo XXI, donde Christie se impone con autoridad, audacia y frescura sobre quienes s¨®lo pretenden alcanzar y apelar a la mediocridad reductiva de las ¨¦lites.
El t¨ªtulo es ya una declaraci¨®n de intenciones. Pasticcio¡ Es decir, eclecticismo, posmodernidad, un amplio espacio plural donde, bien hecho, cabe todo. C¨®mo lo califica, tambi¨¦n. Christie habla de revista musical, por tanto, de algo radicalmente popular. Y a partir de ah¨ª, mezcla, cocina y asombra. ?C¨®mo? Sali¨¦ndose de lo que se supone su terreno y construyendo un fascinante di¨¢logo musical mediante un viaje que nos lleva de la Venecia de los castratti o el Londres de Haendel al Broadway del musical o a la sacudida de The Beatles.
Quien se acerque a la sala roja del Canal, no s¨®lo podr¨¢ disfrutar de su maestr¨ªa en los repertorios que domina, sobre todo el franc¨¦s, el italiano o cap¨ªtulos aparte como Haendel y Purcell, tambi¨¦n ¨Che ah¨ª el experimento y la audacia- como suena Cole Porter, el Frederick Loewe de My Fair Lady o Irvin Berlin con clave, tiorba, flauta barroca¡ Y c¨®mo la voz de un contratenor y una mezzosoprano pueden alegrar como cualquier crooner las melod¨ªas de un buen musical de Broadway. No cualquier contratenor, ni cualquier mezzosoprano. Ah¨ª Christie tambi¨¦n aporta su ojo de viejo zorro para captar talentos inusuales como son los del polaco Jakub Jozef Orlinski y a italo francesa Lea Desandre.
El primero es un monstruo esc¨¦nico a sus 30 a?os, un animal capaz de llevarnos en cuesti¨®n de segundos del cielo al infierno, de transmutarse en diablo con alas de ¨¢ngel, en un ser profundamente herido para despu¨¦s transportarnos a la radical alegr¨ªa de vivir. Eso es Orlinski, el contratenor del futuro, miembro ya del club de los grandes de su cuerda, el Carlos Mena, Bejun Mehta, Xavier Sabata o Philippe Jarousski, un extraordinario y superdotado artista, desprejuiciado y riguroso, capaz de marcarse piruetas de breakdance en mitad de un aria y recluirse despu¨¦s en un torbellino de fragilidades humanas encarnadas en pura fuerza expresiva.
No es f¨¢cil salir con ¨¦l a escena: provoca una especie de atracci¨®n jubilosa y fatal de la que cuesta deshacerse. De ah¨ª que tenga doble m¨¦rito el papel de Desandre, que con un contrapunto de elegancia y frescura en la l¨ªnea vocal, queda a su altura con sutileza, encanto y contundencia.
Detr¨¢s andan permanentemente unos m¨²sicos asombrosos con Christie en medio y de espaldas, sentado al clave. Un ensemble que a¨²na talento joven y veteran¨ªa dentro del pasmoso equilibrio de sonidos marca de la casa. Un grupo de instrumental barroco que se transfigura en banda de jazz con una naturalidad s¨®lo al alcance de los enormes y siempre sonriendo.
Lo que Christie propone con Pasticcio es la conquista de la modernidad y una mano tendida a todos los p¨²blicos por medio de instrumentos del pasado. Un viaje apasionante entre dos ¨¦pocas ¨Cla presente y el siglo XVII- sin que notemos que en el trayecto haya discurrido el tiempo. La felicidad del di¨¢logo musical sin fronteras ¨¦ticas ni est¨¦ticas, sin prejuicios, con un desprecio supino a lo exclusivo, lo elitista, lo altivo. Una lecci¨®n de libertad creativa desde el rigor y el disfrute, desde la maestr¨ªa de quien, como Falstaff, a estas alturas, s¨®lo quiere disfrutar del arte y la vida mediante un atrac¨®n de originalidad no exenta de descaro.