El sitio donde vivimos
La verdadera patria es el afecto, y va por dentro. El exilio no es abandonar el lugar en el que has nacido, sino que te separen de los tuyos
Hay todo un sistema burocr¨¢tico -el censo, el IBI, el c¨®digo postal¡- para hacernos creer que vivimos donde votamos, donde pagamos los impuestos, pero no piquemos. Los anglosajones lo saben: en ingl¨¦s, ser y estar son el mismo verbo. Somos donde estamos y eso no es un domicilio fiscal, sino el conjunto de personas que nos quiere y a las que queremos. La verdadera patria es el afecto y va por dentro. El Estado del bienestar est¨¢ donde puedes encontrarte con tus amigos, esa familia que uno escoge para acompa?arte all¨ª donde te encuentres. Si uno es afortunado, es un territorio amplio y rico, con...
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Hay todo un sistema burocr¨¢tico -el censo, el IBI, el c¨®digo postal¡- para hacernos creer que vivimos donde votamos, donde pagamos los impuestos, pero no piquemos. Los anglosajones lo saben: en ingl¨¦s, ser y estar son el mismo verbo. Somos donde estamos y eso no es un domicilio fiscal, sino el conjunto de personas que nos quiere y a las que queremos. La verdadera patria es el afecto y va por dentro. El Estado del bienestar est¨¢ donde puedes encontrarte con tus amigos, esa familia que uno escoge para acompa?arte all¨ª donde te encuentres. Si uno es afortunado, es un territorio amplio y rico, con fronteras que se van abriendo para dejar entrar a nuevos inquilinos. Si uno tiene mala suerte y uno de ellos muere antes de tiempo, el mapa se descompone: es como si te amputaran una provincia, como si derribaran el puente que te comunicaba con un paisaje precioso, con el lugar que visitabas cuando necesitabas sentirte mejor. Tambi¨¦n hace, a partir de ese momento y para siempre, m¨¢s fr¨ªo.
A mi grupo de amigas le puse un d¨ªa ¡°La OTAN¡±. Cuando me preguntaron por qu¨¦, les recit¨¦ el art¨ªculo 5 del Tratato del Atl¨¢ntico Norte: ¡°Las Partes acuerdan que un ataque armado contra una o m¨¢s de ellas, que tenga lugar en Europa o en Am¨¦rica del Norte, ser¨¢ considerado como un ataque dirigido contra todas ellas¡±. A David Beriain lo mataron en ?frica, pero vale igual: cuando le atacaron, nos atacaron a todos.
Pasaba largas temporadas fuera de Espa?a. Era eso que se llama, con cierta pedanter¨ªa, ciudadano del mundo. Lo era porque en todos los continentes ten¨ªa amigos o seguidores que le admiraban. A m¨ª me llev¨® a muchos sitios. A algunos ¨C Arteixo; su pueblo, Artajona; su casa- refugio en Madrid, junto a la bella Rosaura- le acompa?¨¦ en cuerpo y el alma. A otros -Irak, Afganist¨¢n, Venezuela, Colombia, el Amazonas, Laos, Darfur¡ - solo con lo segundo. Nunca se me pas¨® por la cabeza que pudiera suceder lo que ha ocurrido. Y sigo sin creerlo. Todav¨ªa estoy esperando a que me llame para que me cuente lo que ha pasado, para que me diga: ¡°?Vaya foll¨®n! ?Me dieron por muerto!¡±. Para m¨ª, David no era Clark Kent, sino todo el tiempo Superman, y la ¨²nica kriptonita capaz de hacerle da?o era una peque?a cantera de piedras que ten¨ªa en el ri?¨®n y que se pon¨ªa a funcionar en el lugar menos adecuado.
En esa patria compartida yo me daba cuenta de que me gustaba alguien cuando quer¨ªa present¨¢rselo a David. A ¨¦l le pasaba lo mismo y as¨ª fuimos construyendo ese pa¨ªs tan bonito en el que viv¨ªamos, donde siempre hab¨ªa las mejores conversaciones y cualquier plato era un manjar. El exilio no es abandonar el lugar en el que has nacido, sino que te separen a la fuerza de los tuyos. Puede parecer que hay cosas m¨¢s importantes en Madrid estos d¨ªas, pero no piquen. Lo esencial es cuidar el sitio donde vivimos, es decir, regar todos los d¨ªas a nuestros amigos, como las plantas que dan ox¨ªgeno; dejarse querer y hacerles saber lo mucho que los queremos.