Los peque?os madriles
La ciudad vuelve a vivir lo que tanto necesitaba en el mes que m¨¢s disfruta
Apabullante, dram¨¢tico, arrollador, grandilocuente, barroco, ciclot¨ªmico, abrasador. El Madrid electoral va desvaneci¨¦ndose o, por salud mental, se va acallando en la cabeza de muchos ciudadanos. Agotamiento en diferido del 4-M, demasiada intensidad. Y decae tambi¨¦n el estado de alarma en ese mayo que tanto adora la ciudad. En plena vacunaci¨®n, la gente quiere sentimientos antifilom¨¦nicos y sacar ...
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Apabullante, dram¨¢tico, arrollador, grandilocuente, barroco, ciclot¨ªmico, abrasador. El Madrid electoral va desvaneci¨¦ndose o, por salud mental, se va acallando en la cabeza de muchos ciudadanos. Agotamiento en diferido del 4-M, demasiada intensidad. Y decae tambi¨¦n el estado de alarma en ese mayo que tanto adora la ciudad. En plena vacunaci¨®n, la gente quiere sentimientos antifilom¨¦nicos y sacar de los cajones las camisetas y los pantalones cortos. Vivir.
Ese peque?o Madrid del que nos hab¨ªamos olvidado y que aparece de nuevo en estas tardes infinitas. El de la gente que se sienta en el muro de la calle del Factor y se arremolina en la colina para ver la Almudena y ese sur tintineante, el que sale a los balcones con una copita en la mano para hablar entre vecinos en la calle Latoneros, el que se atisba al acabar la calle San Nicol¨¢s con la plaza de Ramales para observar de fondo el hotel Riu de Plaza de Espa?a bien de neones.
Necesitamos cosas peque?as. Poder pararnos entre Caballero de Gracia y Virgen de los Peligros para desear ese ¨¢tico con terraza esquinera con pinos, enredaderas, palmeras y hasta torre. Pasar por la calle de San Onofre al olor del horno. Correr por la Gran V¨ªa llena de carteles con abanicos por San Isidro. Tener tiempo para sentarse al borde de la fuente de la plaza de la Provincia y mirar el agua que se escapa hacia la calle Imperial. Seguir la estela de los skaters en la plaza de Col¨®n. Votar internamente si la mejor min¨²scula calle es la del Cord¨®n o el pasaje del Obispo. Que entre en la terna tambi¨¦n el pasadizo del Panecillo.
D¨¦jennos disfrutar de nuestros peque?os madriles
Esos micromadriles que se hacen nuestros. Los de pararse en las puertas de la galer¨ªa Traves¨ªa Cuatro para intuir la nueva exposici¨®n, los de ir despistado por la calle San Nicol¨¢s y que te despierte de tu ensimismamiento un saludo de Leandro Cano, los de cruzar a primera hora en silencio la plaza de las Comendadoras, los de sortear las obras de la Cuesta de San Vicente para ir a intuir el r¨ªo, los de quedar para el verm¨² en Vallehermoso, los de pasarse toda la tarde de arriba a abajo en la Academia de San Fernando, los de caminar sin ruidos desde Moncloa hasta la Ciudad Universitaria, los de cruzar el puente del Rey sin pensar el destino, los de descubrir el mundo entero en Mes¨®n de Paredes.
Porque la vida tambi¨¦n va de esto. De quedarse un rato hablando a la salida del teatro Lara, de quemarse un poco la nariz al mediod¨ªa en Pintor Rosales, de rebuscar con sorpresa en la Cuesta de Moyano, de cotillear a los turistas que salen del Four Seasons, de curiosear frente a la reforma del palacio de Villagonzalo, de sentarse en un banco en Pontejos, de acariciar el verano en las alpargater¨ªas de la calle Toledo. D¨¦jennos disfrutar de nuestros peque?os madriles. Los necesit¨¢bamos.