Retrato de la ¡®puta mili¡¯ de ?ngel Molin¨ª
Una exposici¨®n recupera las fotos hechas durante el servicio militar por un reportero, cuando se cumplen 20 a?os de su fin
El historietista Ram¨®n Tosas (1941-1993), m¨¢s conocido como Iv¨¤, reflej¨® en Historias de la puta mili aquella Espa?a que empezaba a revolverse desafiante en los a?os ochenta del siglo pasado frente al servicio militar obligatorio. Las palabras quinto y recluta se iban borrando del imaginario mientras afloraban las de insumiso, objetor de conciencia o pr¨®rroga. El orgullo patrio ya no estaba irremisiblemente asociado a la ceremonia de la jura de bandera y a eso de hacerse un hombre en un cuartel desfilando, disparando el cetme o aprendiendo a pelar patatas a velocidad de v¨¦...
El historietista Ram¨®n Tosas (1941-1993), m¨¢s conocido como Iv¨¤, reflej¨® en Historias de la puta mili aquella Espa?a que empezaba a revolverse desafiante en los a?os ochenta del siglo pasado frente al servicio militar obligatorio. Las palabras quinto y recluta se iban borrando del imaginario mientras afloraban las de insumiso, objetor de conciencia o pr¨®rroga. El orgullo patrio ya no estaba irremisiblemente asociado a la ceremonia de la jura de bandera y a eso de hacerse un hombre en un cuartel desfilando, disparando el cetme o aprendiendo a pelar patatas a velocidad de v¨¦rtigo para darle vidilla al rancho.
Aquella puta mili sat¨ªrica de Iv¨¤, que cada semana desvelaba la revista El Jueves y que acab¨® convertida en serie televisiva, reflejaba el sentimiento de los miles de espa?oles para los que ese obligado par¨¦ntesis en sus vidas significaba cada vez m¨¢s un estorbo y no una boca menos que alimentar en casa. Uno de ellos era ?ngel Molin¨ª (1964-2006), que acudi¨® como voluntario en 1983 para descubrir que los 19 meses de servicio, tres de instrucci¨®n en M¨®stoles y otros 16 en el Cuartel General del Ej¨¦rcito de la capital, fueron para ¨¦l una estafa del sistema.
Aquellos meses ¡°fueron un tiempo perdido¡± para su formaci¨®n y para el propio Ej¨¦rcito, ya que estuv ¡°casi todo el tiempo pr¨¢cticamente ocioso¡±, dijo Molin¨ª a EL PA?S en 1995, cuando todav¨ªa no hab¨ªa salido del laberinto administrativo que le exig¨ªa llevar a cabo la prestaci¨®n social sustitutoria en un asilo de Albacete, pese a haber cumplido ya con el servicio militar hac¨ªa m¨¢s de una d¨¦cada. El origen del embrollo fue que, al acabar el servicio militar, se declar¨® objetor de conciencia.
Claro, que la p¨¦rdida de tiempo no fue absoluta y su formaci¨®n de fot¨®grafo le permiti¨® sacar provecho, a menudo de forma clandestina, de su presencia en lugares y situaciones poco accesibles para los reporteros. Lo consigui¨® al lograr un hueco en la Secci¨®n Audiovisual de la Direcci¨®n General de Relaciones Informativas y Sociales de la Defensa (Drisde). Esas im¨¢genes, publicadas en diferentes medios de comunicaci¨®n en las ¨²ltimas d¨¦cadas, entre ellos este diario, se exponen hasta este viernes en el Centro Riojano de Madrid (calle de Serrano, 25) a beneficio de la ONG Mensajeros por la Paz.
La complicidad de sus compa?eros y su ¨¢nimo de denuncia le permitieron meterse hasta cocina y mucho m¨¢s. Sus im¨¢genes muestran a los militares remedando los desfiles con las escobas como rifle, las farras cuarteleras, los porros y el alcohol, las im¨¢genes de Franco conviviendo en las paredes con las de los reyes Juan Carlos y Sof¨ªa¡ Pero Molin¨ª fue activista m¨¢s all¨¢ de disparar con el obturador de su c¨¢mara y fue uno de los fundadores en 1989 de la Oficina del Defensor del Soldado, una ONG nacida para defender los derechos de los militares de reemplazo y los objetores.
La muestra Im¨¢genes de la mili de ?ngel Molin¨ª va m¨¢s all¨¢ del rancio y formal retrato del chaval de uniforme que tiene su madre en el aparador del sal¨®n junto a la foto de la Primera Comuni¨®n. El trabajo del reportero, que colabor¨® con numerosas publicaciones y con la agencia Penta Press, rememora desde dentro aquellos a?os de ebullici¨®n de las protestas en las calles y en los despachos.
El sistema, cada vez m¨¢s cuestionado, sucumbi¨® ante el tsunami de espa?oles que se negaban a acudir a filas. No hab¨ªa celdas para todos ellos. Tampoco hab¨ªa hueco para los cientos de miles de j¨®venes que eleg¨ªan la v¨ªa de la prestaci¨®n social sustitutoria, esa recurrente puerta de atr¨¢s habilitada para que los que hu¨ªan del uniforme pudieran expiar sus pecados. El m¨¦todo de reclutamiento en masa permiti¨® a muchos espa?oles enrolarse en la aventura de conocer una realidad distinta de la de su pueblo, pero en la Espa?a de finales del siglo XX eso supon¨ªa cada vez menos un acicate.
As¨ª es como, mediante decreto, el Gobierno acab¨® dando carpetazo a la mili hace ahora 20 a?os. El pa¨ªs entendi¨® que un buen Ej¨¦rcito no ten¨ªa por qu¨¦ apoyarse en el servicio militar obligatorio. Con los a?os, llegaron a los cuarteles no solo personas necesitadas de un trabajo, sino tambi¨¦n j¨®venes ¡ªhombres y mujeres¨D m¨¢s formados y motivados. Se les puede ver estos d¨ªas en misiones internacionales o en la Unidad Militar de Emergencias (UME) haciendo frente a la pandemia, al temporal Filomena o a la erupci¨®n volc¨¢nica en la isla de La Palma.
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