Belleza y utilidad de las hierbas urbanas, plantas espont¨¢neas que siempre est¨¢n presentes
La presencia de las malvas, cardos y jaramagos mejora la estructura del suelo, al propiciar la presencia de microorganismos que nutrir¨¢n de una manera u otra a los ¨¢rboles
Pasear por un descampado de una ciudad siempre es una aventura para todo amante de las plantas. Y m¨¢s todav¨ªa despu¨¦s de unas buenas lluvias al comienzo de la primavera. En cualquiera de estos terru?os gratamente olvidados, podemos recrearnos ahora con contrastes y colores que solo la naturaleza es capaz de crear. Hojas grandes, lustrosas y abullonadas de las malvas (Malva sylvestris) se yuxtaponen a las hojas pi...
Pasear por un descampado de una ciudad siempre es una aventura para todo amante de las plantas. Y m¨¢s todav¨ªa despu¨¦s de unas buenas lluvias al comienzo de la primavera. En cualquiera de estos terru?os gratamente olvidados, podemos recrearnos ahora con contrastes y colores que solo la naturaleza es capaz de crear. Hojas grandes, lustrosas y abullonadas de las malvas (Malva sylvestris) se yuxtaponen a las hojas pinchudas, mate y recortadas de los cardos (Carduus tenuiflorus). Las flores amarillas de los jaramagos (Diplotaxis spp. y otros g¨¦neros) colonizan cualquier trocito de tierra removida en los ¨²ltimos a?os, y convierten un suelo pobre en un manto de oro que se mueve al son de la brisa y de las alas de las abejas. Cuando la vida se vuelve testaruda, algo que ocurre en la ciudad en cualquier resquicio, no hay rinc¨®n que se resista a verse decorado con la belleza humilde de las hierbas urbanas, unas maravillosas maestras para cualquier ojo avizor.
Pero, ?qu¨¦ es lo que nos ense?an? Lo primero y m¨¢s evidente, la hermosura de sus formas. Admirar con detenimiento una peque?a flor de lamio (Lamium amplexicaule) nos har¨¢ pensar en una de esas orqu¨ªdeas tan rimbombantes, y a cuyo lado no desmerece ni un ¨¢pice. Claro est¨¢, la escala es importante, y hemos de ser capaces de colocarnos a su altura, si queremos recibir el regalo de su encanto.
¡°Tambi¨¦n nos muestran el v¨ªnculo con la naturaleza en las ciudades¡±. Quien as¨ª habla es Ram¨®n G¨®mez, director t¨¦cnico del estudio de paisajismo Herba Nova, y un completo enamorado de las hierbas, cuyos a?os de estudio le llevan a publicar muy pronto un libro sobre ellas. Para G¨®mez, ellas representan la biodiversidad urbana con may¨²sculas: ¡°Si en la Comunidad de Madrid contamos con unas 2.720 especies estimadas de plantas, unas mil de ellas las tenemos creciendo en la ciudad¡±. Eso significa que en muchos de estos descampados aparentemente bald¨ªos tenemos ¡°el doble de biodiversidad que en otras zonas verdes urbanas¡±, puntualiza G¨®mez.
El t¨ªtulo peyorativo de ¡°malas hierbas¡± ha dejado un poso hist¨®rico de resentimiento hacia estas plantas. Puede que haya sido heredado del menoscabo que producen en los cultivos, al proliferar all¨ª en masa. El ser humano las ha vilipendiado por estar mejor adaptadas a entornos que creamos artificialmente, como son las extensiones infinitas de trigo o de cebollas. Nuestro antropocentrismo las ha desplazado por no sernos ¨²tiles, pero son fuente de alimento y de principios medicinales, por ejemplo. As¨ª que debi¨¦ramos dejar atr¨¢s la fealdad del nombre de ¡°malas hierbas¡± y dejar paso a otros que reflejen mejor su condici¨®n real, tal y como el de ¡°hierbas espont¨¢neas¡±, aquellas que ninguna mano cultiva pero que siempre est¨¢n presentes.
Importancia para la salud
Pero los beneficios de esa presencia no los recogemos solo nosotros, sino tambi¨¦n una infinidad de peque?os animales como los insectos polinizadores. Habr¨¢ personas que piensen que una mayor o menor cantidad de estos bichillos les importa poco, pero quiz¨¢s no debiera de ser as¨ª, ya que su menor n¨²mero en una ciudad augura tambi¨¦n una peor calidad de vida para nosotros. Si nos preocupamos por potenciar tanto a las hierbas espont¨¢neas como a los insectos polinizadores, de manera directa beneficiaremos nuestra salud como sociedad urbana.
Entonces, ?por qu¨¦ las arrancamos sin piedad? Estas semanas es muy habitual encontrarnos en la ciudad con la sorpresa de campos de flores que caen destrozados bajo las cuchillas o las azadas. Lo hacen, adem¨¢s, en el apogeo de su belleza y de su m¨¢ximo aporte de beneficios para el ecosistema. Queremos prescindir de ellas justo cuando miles de insectos se alimentan de los recursos que las hierbas les ofrecen. Parece que sea una gesti¨®n que urge revisar, y abogar por mantenimientos que vayan de la mano de los ciclos de la naturaleza. ?Por qu¨¦ no dejar que las hierbas florezcan y dejen semillas tranquilamente? Despu¨¦s ya se podr¨ªan desbrozar, habiendo obtenido as¨ª de ellas todo el provecho.
Tambi¨¦n en los alcorques de los ¨¢rboles cumplen una funci¨®n benefactora. ¡°El efecto mec¨¢nico de las ra¨ªces de estas hierbas hace que mejore la estructura del suelo, consiguiendo as¨ª una mejor oxigenaci¨®n radicular¡±, se?ala Ram¨®n G¨®mez. ¡°En realidad, son grandes amigas de los ¨¢rboles¡±. Adem¨¢s, sus procesos biol¨®gicos fomentan la sanidad de esos mismos suelos, al propiciar la presencia de microorganismos que nutrir¨¢n de una manera u otra a los ¨¢rboles, sin contar con la fauna auxiliar que vendr¨¢ atra¨ªda por las hierbas, y que luchar¨¢ en contra de las plagas que asolen a esos ¨¢rboles.
Por lo tanto, si conseguimos educar nuestra sensibilidad hacia estas hierbas espont¨¢neas, todos saldremos ganando. Nuestro andar por la ciudad se convertir¨¢ en un juego al apreciar su belleza. Tan solo hay que salir a la calle a buscarlas. El campo tambi¨¦n crece en las aceras.
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