Los servicios financieros a través del teléfono conquistan los países en desarrollo del Sur
de Marco Bello y Gianluca Iazzolino
¿El dinero del futuro convertirá la pobreza en un problema del pasado? Según los organismos internacionales de desarrollo, la respuesta es sí. La inclusión financiera digital es el nuevo mantra de los expertos: si los pobres no pueden ir al banco, que los bancos vayan a los pobres, es decir, a los 2.700 millones de personas del mundo que, a día de hoy, no tienen acceso a los servicios financieros formales. La bala de plata, según este discurso, es la telefonía móvil, que en los últimos 10 años se ha convertido en el catalizador de una transformación política, económica y social en el sur del planeta, donde, en efecto, el número de celulares se ha disparado, y donde crecen los monederos virtuales, es decir, las plataformas que permiten guardar y transferir dinero en formato digital.
Así pues, el mobile money, el dinero móvil, se ha convertido en el fenómeno del momento entre la comunidad del desarrollo. Un punto de convergencia de los intereses de las empresas telefónicas, las organizaciones internacionales y las ONG, que están empezando a usar plataformas a las que se puede acceder desde los teléfonos para pagar salarios y mover fondos.
M-Pesa, la plataforma lanzada por Safaricom en Kenia en 2008, ha servido de ejemplo: el éxito del servicio, que hoy cuenta con más de 23 millones de usuarios —el 73% de la población adulta keniata— y cada mes mueve casi 150.000 millones de chelines kenianos (1,25 millones de euros), ha supuesto una inyección de confianza para multinacionales ansiosas por conquistar el llamado “fondo de la pirámide”, es decir, los consumidores más pobres.
La difusión de plataformas móviles está creando nuevos modelos de negocio, y convierte el sur del planeta en un enorme laboratorio para la innovación financiera. Una innovación que también atañe a la concesión de préstamos y la compra de seguros, y que ya tiene un impacto en las transferencias internacionales: en Tanzania, Sri Lanka, Pakistán e Indonesia se pueden enviar y recibir remesas internacionales desde el teléfono, batiendo los precios de las empresas de envío de dinero.
Esta revolución avanza, sobre todo en el África subsahariana, donde actualmente hay 61,9 millones de cuentas activas. En Costa de Marfil, Uganda, Somalia, Tanzania y Zimbabue hay activas más cuentas de dinero móvil que cuentas bancarias.
Según el CGAP (Grupo de Consulta para la Asistencia a las Personas Pobres, por sus siglas en inglés), un centro de investigación que fomenta la inclusión financiera, el dinero móvil puede permitir que se prescinda completamente de las infraestructuras bancarias tradicionales, de la misma manera que los celulares acababaron con la necesidad de la telefonía fija. He ahí la razón por la que, mientras en el norte —abarrotado de tarjetas de crédito, cuentas en Internet y otros productos bancarios— este sistema tiene problemas para despegar, en el sur la movilidad creciente convierte la desmaterialización del efectivo en una ventaja en lo que se refiere a seguridad y flexibilidad.
Aún hay dos preguntas en el aire: ¿quiénes se llevan las verdaderas ganancias? ¿Y quiénes son los nuevos excluidos?
Para comprenderlo hemos viajado a Somalilandia, un Estado no reconocido a nivel internacional; a Haití, el país más pobre del continente americano; y a Burkina Faso, a la cola en las clasificaciones de Naciones Unidas. Tres países que viven de remesas, con escaso acceso a servicios financieros formales, donde en los últimos años el dinero móvil ha permitido a cientos de miles de personas tener por primera vez una cuenta bancaria a su nombre.
Aunque sea en el teléfono.
Abdirizak nunca se separa de su teléfono. Lo aferra en el puño mientras da vueltas entre manadas de camellos, hablando rápidamente con los otros mercaderes, hasta que se detiene y estrecha la mano de uno de ellos. Las palabras están ahogadas por el ruido de los animales y las voces humanas. Ambos ocultan el apretón de manos bajo un pañuelo blanco, y la negociación comienza. Las cifras se expresan en silencio, con la punta de los dedos. Dedos que se tocan y se aprietan: pellizcar el índice del otro significa subir 1.000, asir toda la mano equivale a pedir 5.000.
Alrededor, los curiosos intentan adivinar el curso de la negociación mientras el objeto de interés, una hembra de camello, rumia, contenta, a dos pasos de ahí. Cuando ambos llegan a un acuerdo, las manos se sueltan con énfasis. Unas pocas frases para cerrar el trato, y luego los dedos vuelven a tomar la palabra, esta vez en el teclado de los celulares. No hay efectivo, ni documentos que firmar. Abdirizak teclea rápidamente en su teléfono y, cuando el aparato del otro vibra, la camella tiene un nuevo dueño.
Escenas como esta se repiten sin cesar en el mercado de animales de Mahamud Haybe, en la periferia de la capital de Somalilandia, Hargeisa. Este es el corazón económico de un país inexistente y real al mismo tiempo, donde los flujos de camellos, bovinos y cabras unen las áreas rurales con las urbanas, el cuerno de África con la península Arábiga. Aquí los cambios entran en sintonía con el alma de Somalilandia.
En el pasado, los pagos se habrían efectuado con una carta firmada para retirar el importe en una de las muchas agencias de remesas diseminadas por Hargeisa. Hoy, en cambio, ha bastado con Zaad, una plataforma de dinero electrónico lanzada en 2009 por Telesom, el mayor operador de telefonía móvil del país. Desde entonces, el servicio se ha difundido por doquier, alcanzando las 380.000 inscripciones y los 275.000 usuarios en una población de 3,8 millones de habitantes.
La GSMA, asociación que reúne a los operadores de todo el mundo, la ha definido como “esprínter del dinero móvil”, y la ha acogido como un motor de inclusión financiera. El impacto de Zaad en la economía de Somalilandia salta a la vista: los números de cuenta destacan en las paredes, en los carteles colgados en las tiendas y restaurantes, o en meros folios en blanco sobre las montañas de dinero de los cambistas.
Somalilandia está suspendida en un limbo jurídico desde 1991, año en que autoproclamó su independencia de Somalia. La declaración unilateral la libró de una guerra civil que, desde entonces, lacera la antigua colonia italiana. Así, esta franja de tierra asomada a la península Arábiga ha alcanzado cierta estabilidad, fruto de un equilibrio entre instituciones democráticas y autoridades tradicionales que es la envidia de numerosos estados miembros de la ONU, donde Somalilandia, que aún se considera parte de Somalia, sigue sin tener representación.
En un país sin bancos comerciales, excluido de los circuitos bancarios internacionales, Zaad permite a los usuarios, ya sean comerciantes, estudiantes o pastores, guardar sus ahorros en un monedero electrónico y efectuar pagos a distancia. Las agencias de remesas siguen dominando el sector de las transacciones internacionales, pero en los últimos años han perdido terreno con respecto a Zaad dentro de Somalilandia. No ha sido una tarea fácil para Telesom, compañía telefónica fundada por Sheik Ahmed-Nour Mohamed Jimale en 2002 y hoy dividida entre una pléyade de accionistas.
Creada siguiendo el modelo del Safaricom M-Pesa keniata, el sistema de dinero electrónico más famoso y estudiado del mundo, Zaad tuvo que adaptarse a un contexto sin igual. Aunque la moneda local es el chelín somalilandés, el sistema funciona con dólares estadounidenses, la divisa que engrasa el comercio local y sirve para calibrar la balanza comercial del país, en rojo oscuro.
Lanzada inicialmente entre emprendedores y comerciantes, Zaad no tiene gastos añadidos. “Al principio, la gente se mostraba recelosa a la hora de ingresar dinero en el sistema”, recuerda Abdikarim Mohamed Eid, director general de Telesom. “Teníamos que conquistar su confianza, así que logramos convencer a empresarios y jefes para que pagasen los sueldos a través de Zaad. Sabíamos que si todo el mundo aceptaba Zaad, su uso se dispararía hasta las nubes”. En cuestión de un año eso fue justo lo que sucedió. En 2010, el número de inscritos aumentó vertiginosamente. Al ser el principal operador móvil del país, Telesom se ha aprovechado de un efecto de red: los pagos solo se pueden efectuar entre tarjetas SIM de Telesom, estrategia que ha aumentado la brecha con los otros competidores del sector. Incluso sin aplicar tarifas de servicio, Telesom ha logrado hacer un negocio de oro fidelizando a sus clientes.
En 2011 lanzó Salaam Bank, un banco islámico a cuyos servicios se puede acceder desde la plataforma Zaad, que no solo ofrece cuentas corrientes, sino también pequeños préstamos. El fenómeno Zaad empezó a llamar la atención de los actores del desarrollo internacional, evocando la muerte del efectivo.
Sin embargo, basta dar un paseo por el corazón de Hargeisa para darse cuenta de que eso no es así. Hay montañas de billetes a la espera de ser convertidos en dólares o desmaterializados vía SMS. “Zaad ha cambiado nuestro trabajo”, explica Abdullahi, un cambista. “Convertimos dinero de papel en dinero electrónico, así cualquiera puede viajar tranquilamente con sus reservas de dólares”.
El problema es que quienes llenan su monedero electrónico de dinero Zaad son los que ya reciben sueldos en dólares, es decir, trabajadores del sector privado, emigrantes y receptores de las remesas. “A los trabajadores públicos nos pagan en chelines”, revela Wali Dauud Egal, funcionario del Ministerio de Economía. “Al acelerar la dolarización de la economía, Zaad no hace más que inflar los precios, lo que repercute particularmente sobre nosotros”.
El gobernador del Banco Central de Somalilandia, Abdi Diriir Abdi, expresa la misma preocupación, teñida con un tono nacionalista: “Telesom está fuera de nuestro alcance: no sabemos cuánto dinero ganan y, por ende, cómo regularnos con los impuestos. Además, Zaad provoca inflación y es una ofensa para la dignidad de nuestra moneda. En Kenia o en Tanzania las compañías de telefonía móvil usan la divisa local. ¿Por qué aquí no se hace lo mismo?”.
A decir verdad, no hay estudios que vinculen Zaad con la inflación, pero es innegable que la plataforma se ha disparado dentro de un vacío legal. Cuando Abdikarim Mohamed Eid habló por primera vez sobre la idea del dinero móvil con el anterior gobernador del banco central, el acuerdo fue desarrollar un reglamento a medida que se fuese avanzando. Zaad aplicó políticas acordes con la normativa internacional contra el blanqueo de dinero, pero con la llegada del nuevo gobernador, las conversaciones se estancaron. Los habitantes de Somalilandia no son ajenos al inmenso poder de Zaad, y aunque hacen un amplio uso de ella, admiten que el control de Telesom sobre la economía nacional podría ser negativo a largo plazo.
Y sin embargo, mientras el Banco Central es incapaz de imponer el uso de los chelines, buena parte de los somalilandeses sigue prefiriendo los dólares para protegerse de la inflación. Además, el choque entre Telesom y la Banca Central refleja las contradicciones de un sistema donde no existe una frontera clara entre los políticos y los hombres de negocios. Ahora también hay una línea borrosa entre los operadores telefónicos y las instituciones financieras. En efecto, el verdadero adversario de Telesom es Dahabshiil, listo para entrar en el campo del dinero móvil con la plataforma E-Dahab. Al mismo tiempo, Zaad se prepara para cruzar las fronteras del país y, tras establecer un acuerdo con Tawakal y WorldRemit, dos agencias de remesas internacionales, anuncia una revolución en el sector de las transacciones internacionales. Mientras la competencia arrecia, la falta de reglas está poniendo en evidencia la incapacidad del Estado para sacar beneficios, o como mínimo supervisar este lucrativo círculo de negocios, lo que podría convertirse en un bumerán precisamente para el acceso a los servicios financieros.
Delatando su aspiración al reconocimiento internacional, muchos comerciantes afirman que la verdadera inclusión financiera tendrá lugar únicamente cuando el país quede integrado en los circuitos bancarios mundiales. Sin embargo, para Safyia, asesora de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) que forma a mujeres emprendedoras, el problema radica sobre todo en las mujeres de las zonas rurales, donde la economía es de subsistencia: “No tienen garantías para pedir préstamos, ni en efectivo ni en formato electrónico”, explica. “Y a menudo ni siquiera pueden abrir una cuenta Zaad porque no tienen carné de identidad”.
En Carrefour, un municipio en la periferia sur de Puerto Príncipe, las señales del terremoto que sacudió Haití el 12 de enero de 2010 apenas se notan. Las ruinas han dejado paso a una multitud de carteles publicitarios. La mayor parte alaba las virtudes de la telefonía móvil, que ha tomado ventaja en el país caribeño, donde las líneas fijas siguen siendo un lujo. Faltan teléfonos en las casas, pero no en los bolsillos de muchos haitianos. Y sustituyen incluso a las carteras. Es el caso de Theguerre Derizaire: le basta un celular de 10 dólares para ingresar y retirar dinero regularmente en un quiosco local, donde destaca el logotipo rojo de Tcho-Tcho Mobile (TTM). Las puertas están blindadas por rejas de un dedo de grosor: dentro, los agentes transforman el efectivo (tcho-tcho en criollo, la lengua de la isla) en dinero digital, y viceversa. Theguerre es uno de los 3,6 millones de haitianos que, en los últimos cinco años, han abierto una cuenta de dinero móvil. Desde su creación es usuario de TTM, una plataforma lanzada en 2010 por Digicel, compañía que abarca el 65% del mercado de telefonía local. Un mercado que no deja de crecer, incluso en el país más pobre del continente americano, donde el 60% de su población de 10 millones de habitantes no llega a los 35 años y el 70% vive en la extrema pobreza. Así las cosas, no es de extrañar que menos del 20% de haitianos tenga una cuenta corriente, y que solo 40.000 posean una tarjeta de crédito o débito. Y sin embargo, precisamente por esas cifras, la batalla por los monederos (móviles y físicos) de los haitianos no ha hecho más que empezar.
Allan Richardson, director de operaciones de Digicel, está convencido de que por los monederos móviles pasa la inclusión financiera de los haitianos (además de un buen empujón a la facturación de su empresa). “Esta innovación puede crear desarrollo. Las transacciones con comisiones muy bajas ayudan a los pobres. Se pueden hacer operaciones, como en el banco, pero con mucha más facilidad. Además, esta tecnología garantiza una mayor seguridad. No es un contexto difícil, lo único que hace falta es darlo a conocer mejor”. Lanzada en 2010 gracias a la financiación de la Fundación Bill y Melissa Gates, TTM ha creado progresivamente un ecosistema móvil, apoyado por una red de unos 300 agentes y una inmensa campaña publicitaria. Actualmente, según Richardson, los 4,5 millones de usuarios de Digitel “son todos clientes en potencia de TTM”. Desde su cuartel general, que se erige sobre una extensión de casas bajas con techos de chapa, Digitel ha lanzado su cruzada para convencer a los ciudadanos de que el dinero digital es mejor que el efectivo: más seguro, más fácil de seguir, más sencillo de manejar.
Su competidora Haiti Pay es más joven, aunque no menos aguerrida. Y la batalla se desarrolla tanto en el plano del modelo de negocios como en el de la tecnología. Y es que Haiti Pay está orientada a las instituciones bancarias. No se trata de un gestor telefónico (como Digicel), sino de una empresa que ha desarrollado, por cuenta del Banco Nacional de Crédito, un producto de banca móvil, Lajancash (enésimo término criollo para referirse al efectivo), basado en una tecnología de codificación y descodificación audio que pueden usar tanto los usuarios de Digicel como los de Natcom, el segundo operador de la isla. Según Georges Andy René, director de Haiti Pay, “este sistema hará que el efectivo sea cada vez menos necesario”.
Theguerre comparte ese entusiasmo, aunque con algunas reservas. Su mayor seguridad es sin duda un punto fuerte del dinero móvil: algunas zonas de Puerto Príncipe están dominadas por las bandas callejeras, y los atracadores siempre están a la vuelta de la esquina. Además, con respecto a los bancos, TTM es más rápida y flexible para la recepción de pagos. “Algunos agentes están abiertos hasta las ocho de la tarde. Si alguien me envía dinero, es cómodo y lo recibo rápidamente”. Pero todavía actúa con cautela. “No tengo miedo de que el dinero desaparezca pero, por precaución, evito ingresar sumas demasiado elevadas. Me detengo en los 1.000 gourdes (unos 20 euros)”. Entre otras cosas, porque cada moneda es importante. Y eso supone la diferencia entre quien da el salto al digital y quien se aferra a los billetes. “En papel o electrónico, hace falta dinero para hacer un depósito. Aquí la gente no tiene bastante. No me conviene hacer un depósito hoy para retirarlo mañana, porque las operaciones tienen comisión”. Hasta ahora, TTM y Lajancash han arraigado especialmente entre la clase media haitiana, una franja de población aún reducida en un país caracterizado por los contrastes sociales extremos. El dinero móvil ha creado puestos de trabajo y ha ampliado los márgenes de beneficio de los comerciantes, que también se han convertido en agentes. Como Vanessa Morpo, propietaria de una tienda de ropa en la calle Delmas 33 y agente TTM, que cobra una comisión del 2% por los ingresos y retiradas de entre 25 y 1.000 gourdes. Vanessa gestiona unas cincuenta transacciones de todo tipo al día, y ayuda a los nuevos clientes a registrarse. “Basta un carné de identidad válido: hacemos una fotocopia, rellenamos un formulario y la activación de la cuenta es inmediata”. La zona es muy “transitada”, explica Vanessa, con lo que sus clientes son de lo más dispar: abogados, médicos, comerciantes y muchos estudiantes, sobre todo universitarios. Pero también los más pobres visitan su tienda para usar TTM. “Hay personas que envían dinero a la provincia y ni siquiera llevan teléfono, o que cargan su teléfono y luego realizan la transferencia”.
Aunque responde a las necesidades de las muchas personas que han emigrado del campo a la ciudad por motivos laborales, facilitando el envío de remesas, el dinero móvil tiene problemas para despegar entre los más pobres y marginados, tanto en el plano económico como social. La mayor parte de los haitianos usa sus ganancias cotidianas para satisfacer las necesidades básicas. Además, en la isla sigue habiendo muchos habitantes sin documentos, que por ende no tienen la posibilidad de activar una cuenta, sobre todo en las zonas rurales. Digicel ha llegado a un acuerdo con Fonkoze (Fondasyon kole zepòl, Fundación Unamos Fuerzas), una institución de microcréditos con 46 ventanillas diseminadas por todo el país que actúa como superagente TTM a escala nacional.
Según Saint-Jean Ronald, director de la sucursal de Pont Sondé, cerca del río Artibonite, en el departamento homónimo, “el dinero móvil puede mejorar el acceso al crédito de los más pobres ya que, como poco, facilita algunas operaciones como la transferencia de dinero. El desarrollo de las telecomunicaciones en Haití es bueno: hay teléfonos incluso en los lugares más alejados”. Digicel y Fonkoze tienen planes de aumentar la oferta de servicios de microcrédito a través del celular, permitiendo recibir y devolver préstamos usando únicamente la cuenta TTM.
Sin embargo, hay quienes piensan que no basta un teléfono para luchar contra la pobreza. Como Didier Dominique, líder de Batay Ouvriye (Lucha Obrera), organización sindical que vigila la transformación progresiva de la isla en una enorme zona franca, fuente de mano de obra barata para las multinacionales norteamericanas. “Para los más pobres el problema no es que el dinero sea en efectivo o móvil, sino las pagas irrisorias y las condiciones laborales humillantes”. Y se pregunta: “¿Cómo se puede hablar de inclusión financiera si muchísima gente sigue sin trabajo?”. Una pregunta que no se responde con un mero SMS.
Ouagadougou. Roland Ouedraogo es un modesto carpintero burkinés cuyo taller se asoma a una de las numerosas calles polvorientas del barrio Sécteur 29 de la capital. Zona periférica en continua expansión. Hubo un periodo de crisis, pero ahora los negocios van mejor: “He oído hablar de Airtel Money y me interesa saber más sobre el tema. Creo que puede ser útil para mi trabajo”.
Airtel Money es el producto de banca móvil de Airtel Burkina, una de las tres empresas de telefonía presentes en el país.
Roland continúa: “Se lo he visto hacer a los que trabajan en las minas de oro. Envían dinero a sus colaboradores o a las familias. Aquí, en la capital, muchos amigos y compañeros ya han abierto una cuenta”.
Mercado Katri Ari. Roland entra en un cuartucho de dos por dos metros. Fuera hay vistosos lemas publicitarios sobre fondo rojo; dentro, un escritorio y dos sillas. Sentado detrás de la mesa, Patrice, el agente de Airtel Money, tiene un ordenador al lado (que no usa) y cuatro teléfonos entre las manos. “¿Qué hace falta para abrir una cuenta de dinero móvil?”. Patrice: “Una fotocopia del carné de identidad y rellenar este formulario. La activación es gratuita”.
Roland: “Pero, ¿con el teléfono puedo mandar dinero a alguien del pueblo?”.
Patrice: “Claro, a todo el territorio nacional. Y puedes recibir dinero de Costa de Marfil”.
“Pero, quien no ha ido al colegio, ¿sabe usar este sistema?”
“Muchos de nuestros ancianos no saben leer ni escribir, pero saben usar el teléfono. Aprenden a hacer transferencias, a retirar dinero. Tienen su código secreto y se mueven por el menú”.
Emmanuel W. Tassembedo, director jefe de Airtel Money en Burkina Faso: “Lanzamos el producto el 17 de julio de 2012. Fue una decisión estratégica. La presencia de los servicios bancarios en nuestro país, donde los bancos llevan 50 años presentes, es muy baja. En cambio, la telefonía celular, en 15 años, ha llegado a todas partes. Así que lanzamos el banco móvil”. Continúa: “La idea era prestar atención a la falta de servicios financieros para la población rural, las rentas más bajas que, paradójicamente, cuentan con un alto porcentaje de clientes de servicios telefónicos”. Al principio no fue fácil, porque se necesitan tiempo y paciencia para convencer a la gente de las cosas nuevas, pero Airtel adoptó una estrategia de comunicación muy osada.
El director prosigue: “Para lanzar la banca móvil, la opción que elegimos fue responder a las necesidades básicas de la población. La necesidad era transferir dinero, y ese fue el producto principal de Airtel Money. El mayor flujo, el doméstico, se producía mediante el transporte público, enviando efectivo con los autobuses. Al poder usar nuestra red de distribución Airtel, que ya estaba presente para productos como las recargas telefónicas, en seis meses pudimos cubrir todo el país con las transferencias”. Por lo tanto, el servicio tuvo una difusión amplísima, sobre todo en el campo, un resultado que sorprendió a los propios dirigentes de Airtel. Asegura Tassembedo: “El 90% de nuestros clientes de Airtel Money no tiene una cuenta bancaria. Para ellos ir al banco significa encontrarse en un mundo desconocido y hostil, mientras que para transferir 10.000 francos (15 euros) solo tienen que ir a un quiosco y hacer rápidamente la operación”. Al otro lado del país, el pariente se dirige a un quiosco análogo y retira inmediatamente el dinero. La empresa forma parte de la Bharti Airtel, operadora india que trabaja en 20 países y es la tercera compañía telefónica más grande del mundo.
La estrategia es partir de las costumbres de consumo de la población, para luego hacer “educación financiera” e introducir otros servicios.
En Burkina Faso, Airtel no es el único operador que ofrece un servicio de banca móvil. Onatel, la antigua compañía del Estado, ahora propiedad de Maroc Telecom, lanzó con el sector móvil (Telmob) su Mobi Cash en mayo de 2013.
Mohamed Naïmi es el director general de Onatel: “El futuro de los operadores de telecomunicaciones está junto a los bancos, para llevar soluciones financieras cercanas a los clientes. Telmob cuenta con 5,5 millones de abonados activos. Todos clientes en potencia de la banca móvil. Estamos difundiendo el servicio y hemos notado un aumento de la confianza: hay una fuerte demanda en el mercado debido a la bajísima tasa de bancarización en el país”.
El director general de Onatel revela que los burkineses son un pueblo muy receptivo a las nuevas tecnologías, por lo que apostar por productos financieros basados en las telecomunicaciones resulta alentador.
Así lo confirma Téné Diessongo, jefe del proyecto de Mobi Cash: “¿Nuestro objetivo? Desmaterializar el dinero, es decir, fomentar que la gente use el monedero electrónico. Queremos ampliar el pago de bienes y servicios, aumentar la difusión: allá donde haya telefonía móvil debe haber un punto de servicio financiero”.
Abdoullaye Ouedraogo es un agente de Airtel Money. Su instrumento de trabajo es un simple teléfono móvil, su oficina, la calle, y su uniforme, una gorra roja con el logo de Airtel. “He conseguido el código de agente de Airtel Money. Hago transferencias, retiradas de fondos, pagos para quienes reciben dinero de alguien. Estoy aquí incluso en los días festivos, cuando los quioscos están cerrados, y hago la operación inmediatamente”. Abdoullaye hace un análisis sencillo pero realista: “El dinero móvil contribuye al desarrollo del país gracias a la rapidez y la fiabilidad del servicio. Si tienes que enviar o recibir dinero, por trabajo o negocios, por ejemplo, la operación es inmediata. No hace falta perder horas con colas y esperas. Además, el envío es muy seguro, porque se puede verificar. Yo recibo un SMS y el cliente también. Además, puede llamar al destinatario y comprobarlo”. Abdoullaye está feliz porque a fin de mes cobra las comisiones: “Aún no he entendido cómo hacen las cuentas, pero al tercer mes recibí casi 100.000 francos (150 euros) por mi trabajo, y eso me cambió la vida”.
En ese sentido, Mohamed Naïmi sostiene que “el teléfono en general favorece el desarrollo de un país. Onatel contribuye al crecimiento del 1,3% del PIB. Optimiza los gastos para las familias y las empresas, y crea puestos de trabajo indirectos. Si a eso le añadimos la banca móvil, mejorarán algunas operaciones y aumentará la seguridad. Y, sobre todo, sirve para integrar en el servicio financiero a personas que necesitarían muchos años para tener una cuenta bancaria”.
También en opinión de Emmanuel Tassembedo, esta tecnología propicia el desarrollo: “El dinero móvil es eficaz en la lucha contra la corrupción. Además, baja los costes de las transferencias, eliminando desplazamientos inútiles y ahorrando tiempo y carburante. También favorece el desarrollo del comercio gracias a su mayor seguridad, y contribuye al ahorro y la creación de empleo. En Airtel Money tenemos casi 3.500 agentes activos de los 7.000 totales. En mi opinión, puede aportar entre tres y cuatro puntos porcentuales al PIB de Burkina Faso. En el país hay 365 municipios: si no existiese el dinero móvil, no podría haber un centro de servicios financieros en cada municipio hasta dentro de 20 años. En cambio, ya es una realidad”.
La microfinanza es una disciplina importante cuando se habla de desarrollo, pues permite a los más pobres, quienes no pueden ofrecer garantías al circuito bancario convencional, tener acceso a créditos para realizar sus actividades, ahorrar y disponer de otros servicios financieros. Es precisamente en este sector fundamental donde los diferentes operadores telefónicos planean introducir el dinero virtual, que se puede entregar con un crédito, reembolsar y ahorrar de la misma manera que los billetes, pero, según los operadores, con mayor facilidad.
Téné Diessongo explica el plan de Mobi Cash: “El microcrédito es un punto importante de la banca móvil, y considero que contribuirá con mucha fuerza a su éxito. En Burkina Faso existen actualmente unas 155 instituciones de microfinanza; algunas tienen sistemas informáticos y otras, no. Las hemos convocado y les hemos explicado nuestro producto, y la forma en que el dinero virtual puede ayudar a los microcréditos, por ejemplo para los reembolsos. De hecho, la caja rural que da el crédito evita tener que desarrollar demasiado su red de ventanillas para acercarse al cliente, y este a su vez no se ve obligado a recorrer kilómetros y hacer colas para reembolsar el crédito. Al vencimiento de cada plazo se carga el valor del reembolso previsto en la cuenta móvil del cliente, y la cantidad se abona a la caja”.
Papa Sosthène Konate es el responsable del programa de acción humanitaria de la ONG Oxfam en Burkina Faso. “En 2012, la crisis alimentaria del Sahel afectó a 2,8 millones de personas en todo el país. Había que dar respuestas, y las opciones eran dos: llevar el dinero nosotros mismos y distribuirlo entre los beneficiarios, con todos los riesgos de seguridad para nuestros operadores, la complicada logística y el peligro de perder el dinero que eso implicaba”. La segunda opción : “Hay operadores de telefonía celular presentes en la zona. Así que hicimos una prueba: distribuir a través del dinero móvil los fondos a 4.500 familias. Vimos que el coste de la logística se reducía a la mitad y que, además, el riesgo pasaba de la ONG al operador”.
¿Cómo funciona? “En cada aldea ponemos varios teléfonos a disposición de la gente, y a cada beneficiario se le dan una tarjeta SIM y un número de teléfono a su nombre. El operador telefónico transfiere el fondo a ese número, mediante el sistema de dinero móvil. Nuestro personal avisa a la gente de los pueblos de la fecha en que el dinero estará disponible, y ese día cada beneficiario mete su SIM en el teléfono. En la aldea hay un punto de distribución de dinero —un comerciante, por ejemplo—, donde el beneficiario puede retirar sus fondos en efectivo”.
Mercado Katri Ari. Roland se ha decidido. Fotocopia su carné de identidad y solicita la apertura de una cuenta Airtel Money. Patrice rellena un formulario con sus datos y el número de teléfono de referencia sobre papel carbón de triple copia. “Hago un depósito de 10.000 francos”, y tiende un billete a Patrice. Tras unas sencillas operaciones del agente, el teléfono de Roland suena y se puede leer: “Ha recibido un abono de 10.000 francos. El saldo de su cuenta es de 10.000 francos CFA”. Él también acaba de entrar en el fabuloso mundo de la banca móvil.
Esta investigación ha sido realizada por Marco Bello y Gianluca Iazzolino en el marco del programa Innovation in Developement Reporting Grant Programme del European Journalism Centre .
Las actividades han sido financiadas por la Fundación Bill & Melinda Gates y cofinanciadas por el Rift Valley Institute de Nairobi y CISV (Comunità Impegno Servizio Volontariato).
Han colaborado los periodistas de AlterPresse de Haiti y de la asociación Initiative des Journalistes Africains pour la Coopération et le Devéloppement (IJACOD) de Burkina Faso. También damos las gracias a la revista Missioni Consolata.
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