Stefano Liberti
Fotograf¨ªa y v¨ªdeo: Mario Poeta
Mapa e infograf¨ªa: Jacopo Ottaviani
Dise?o y desarrollo: Isacco Chiaf
Issa Fall tiene el rostro l¨²gubre. ¡°Hoy tambi¨¦n hemos pescado poqu¨ªsimo, lo justo para pagar el combustible¡±. El hombre, pescador de nacimiento y desde hace ¡°cinco generaciones¡±, sale al mar todas las ma?anas a las nueve, y regresa a media tarde para vender el pescado en el mercado informal de la playa de Soumbedioune, situada en la costa de Dakar. Una peque?a bah¨ªa somnolienta que cada d¨ªa, pasadas las cuatro, se anima con hombres que descargan cajas, mujeres que gritan precios entre puestos improvisados y decenas de clientes que eligen, sopesan, negocian y compran entre el barullo. Sin embargo, la atm¨®sfera no es en absoluto festiva: entre las decenas de pescadores que amarran sus canoas se deja notar el calado de la crisis que desde hace un tiempo asuela el sector. Las cestas est¨¢n semivac¨ªas, las caras largas. Atr¨¢s queda el boato del pasado: el mar ya no es generoso como antes, ¡°cuando casi se pod¨ªa pescar con las manos¡±.
Fall, que es el portavoz de su comunidad, no tiene ninguna duda: la culpa es de los barcos extranjeros, que vienen a pescar en aguas senegalesas con el benepl¨¢cito del Gobierno central. ¡°Primero llegaron los rusos y los asi¨¢ticos a saquearnos. Ahora han vuelto a abrir el mar a los europeos¡±.
El hombre est¨¢ furioso por el nuevo acuerdo que Dakar firm¨® en noviembre del 2014 con la Uni¨®n Europea, que prev¨¦ la emisi¨®n de 36 permisos a ocho pesqueros con sedal de ca?a (ca?eros) y 28 pesqueros con redes de cerco (cerqueros) que capturan principalmente at¨²n. A estos barcos se a?aden dos grandes buques de arrastre para la pesca de altura, que tienen como objetivo la merluza negra. A cambio, Senegal obtiene una ¡°compensaci¨®n econ¨®mica¡± de 13,9 millones de euros totales en los cinco a?os que dura el acuerdo, a pagar entre la Uni¨®n Europea (63%) y los armadores (37%).
Estos acuerdos, negociados durante varios meses en un clima que muchos definen como de escasa transparencia, centran el debate en un pa¨ªs donde el 17% de la poblaci¨®n activa trabaja en el sector pesquero. Los armadores europeos responden a las cr¨ªticas de los peque?os pescadores afirmando que, a diferencia de lo que ocurr¨ªa en el pasado, actualmente no hay ning¨²n tipo de competencia entre los dos tipos de pesca. ¡°Este acuerdo no est¨¢ mal. Ata?e principalmente al at¨²n, que las canoas no pescan pr¨¢cticamente nunca¡±, sostiene David Rigat, director general de la empresa CMNP, que gestiona los intereses de varios armadores europeos en el puerto de Dakar.
El acuerdo, suspendido en 2006 a ra¨ªz precisamente de la explotaci¨®n excesiva de los recursos pesqueros, se ha vuelto a poner en marcha con una f¨®rmula distinta: si el anterior permit¨ªa el acceso a todas las especies, el que ahora hay en vigor ata?e sobre todo a los atunes, y forma parte de una serie de pactos bilaterales que permiten a los pesqueros europeos seguir al at¨²n tropical durante su recorrido migratorio por el golfo de Guinea, desde Angola hasta Mauritania.
En el muelle 10 del puerto de Dakar, en la sede de Sopasen, la empresa conjunta franco-senegalesa que lo administra, Adama Lam estalla: ¡°El Gobierno se ha plegado a los intereses extranjeros¡±. El hombre, vicepresidente del Grupo de armadores y empresas pesqueras senegalesas (GAIPES), habla sin pelos en la lengua de ¡°neocolonialismo¡±. ¡°Nosotros hab¨ªamos pedido la reemisi¨®n de permisos para el at¨²n y se nos deneg¨® con el pretexto de que las reservas estaban sobreexplotadas. Justo despu¨¦s vimos que el Gobierno firmaba un acuerdo con los europeos. Es un esc¨¢ndalo. Sopasen, como las otras empresas conjuntas que operan en el puerto de Dakar, pesca principalmente para la exportaci¨®n: quisquillas, pescado azul, pulpos y otras especies destinadas al mercado europeo, pero tambi¨¦n a Asia y a los pa¨ªses africanos con mayor poder adquisitivo, como Costa de Marfil. ¡°Pero el at¨²n es lo que permitir¨ªa a las empresas ganar mayores beneficios¡±, subraya Lam.
Desde la Direcci¨®n General de Recursos Mar¨ªtimos devuelven las acusaciones al remitente. ¡°El acuerdo de pesca se ci?e al at¨²n¡±, repite el director Mamadou Goudiaby. ¡°Dado que Senegal tiene potencial para unas 14.000 toneladas y nuestros armadores no est¨¢n capacitados para pescar esas cantidades, decidimos firmar tambi¨¦n el acuerdo con Bruselas¡±. Efectivamente, en dicho acuerdo entre la UE y Senegal se habla de 14.000 toneladas, pero solo es una cifra de referencia: en el caso de superarse, el texto estipula el pago de una cantidad que oscila entre los 50 y los 70 euros por tonelada. ¡°Es una cantidad irrisoria¡±, subraya Lam. ¡°Es lo que los cerqueros pueden pescar en tres semanas. Los armadores europeos han recibido una autorizaci¨®n de facto para saquear nuestro mar sin l¨ªmites¡±.
La comparaci¨®n de cifras parece darle la raz¨®n: si se suman los tonelajes pescados por los ocho ca?eros europeos activos en los ¨²ltimos a?os en Senegal, gracias a acuerdos particulares con el Gobierno, y por los seis ca?eros senegaleses, ya se alcanza el umbral de las 14.000 toneladas. La llegada de otros 28 pesqueros con redes de cerco supondr¨¢ sin duda superar dicho umbral. ¡°Estamos malvendiendo un recurso valios¨ªsimo a cambio de una nimiedad¡±, explica, ahondando en la herida, Fatou Niang, directora de Senevisa, una de las principales empresas pesqueras senegalesas con capital conjunto activas en el puerto de Dakar.
Durante los a?os en que el acuerdo entre la UE y Senegal no estaba activo, los pocos barcos con sedal de ca?a que operaban en aguas senegalesas ya pescaban la cantidad de at¨²n indicada en el acuerdo. La llegada de 28 grandes pesqueros europeos con redes de cerca aumentar¨¢ notablemente esa cantidad, seg¨²n empresarios y activistas medioambientales.
Pero los que se unen a las barricadas contra el acuerdo no son solo los empresarios y los pescadores. Las organizaciones medioambientales tambi¨¦n expresan una profunda preocupaci¨®n. ¡°La pesca con redes de cerco no es selectiva; conducir¨¢ inevitablemente a la captura de otros tipos de pescado y al empobrecimiento del ecosistema¡±, explica, inquieto, Ahmed Diami, responsable de la campa?a para los oc¨¦anos de Greenpeace ?frica. ¡°Eso sin contar que las especies de at¨²n en el punto de mira corren el riesgo de caer en la sobreexplotaci¨®n¡±.
El estudio de las reservas de at¨²n est¨¢ garantizado por la Comisi¨®n Internacional para la Conservaci¨®n del At¨²n Atl¨¢ntico (ICCAT por sus siglas en ingl¨¦s), que tiene que hacer los c¨¢lculos y valoraciones necesarias y definir si es preciso imponer cuotas m¨¢ximas o parones en la pesca, como ya sucedi¨®, por ejemplo, con el at¨²n rojo en el Mediterr¨¢neo. Sin embargo, por el momento la ICCAT no ha puesto l¨ªmites a las principales especies de at¨²n tropical capturadas en las costas de ?frica Occidental: el at¨²n de aleta amarilla y el at¨²n listado. As¨ª las cosas, los europeos pueden pescar sin ning¨²n freno. ¡°?Y qui¨¦n nos garantiza que el Gobierno no firmar¨¢ acuerdos con otros pa¨ªses?¡±, se pregunta Diami. ¡°?Acaso podr¨¢ decir que no a los rusos o chinos si piden permisos an¨¢logos?¡±. Al plante¨¢rsela al director del departamento de pesca, la pregunta recibe una respuesta que no tranquilizar¨ªa al responsable de Greenpeace: ¡°No lo excluimos. Estudiaremos caso por caso. Tenemos el deber de valorizar nuestros recursos¡±, explica Goudiaby.
Y es precisamente al tocar la cuesti¨®n de valorizar los recursos cuando se caldean los ¨¢nimos. Muchos consideran que la compensaci¨®n econ¨®mica es demasiado baja, y que su impacto en el sector local es m¨ªnimo. Greenpeace se pregunta por qu¨¦ hab¨ªa tanta prisa en firmar los acuerdos mientras se estaba debatiendo un nuevo c¨®digo pesquero, que deb¨ªa tener en cuenta las dificultades de los pescadores locales. Y por qu¨¦ en el texto se prev¨¦, adem¨¢s de la pesca del at¨²n, la posibilidad de pescar merluza negra con los dos pesqueros de arrastre. ¡°La introducci¨®n de estos dos buques en el acuerdo entra en absoluta contradicci¨®n con el mandato de la pol¨ªtica com¨²n de pesca, seg¨²n el cual solo deben alcanzarse acuerdos en caso de super¨¢vit, y ante la incapacidad manifiesta de los pescadores locales para capturar el recurso¡±, subraya B¨¦atrice Gorez, que coordina desde Bruselas la Coalici¨®n para Acuerdos Pesqueros Justos.
Pero, ?d¨®nde acaba todo el at¨²n que se pesca en las aguas de ?frica Occidental? La mayor parte se carga en barcos congeladores y pone rumbo a Galicia, la principal regi¨®n productora de at¨²n en conserva del mundo, junto con Tailandia. Cada d¨ªa, en los puertos de Ribeira y Puebla se descargan toneladas de at¨²n que luego se trasladan a las diferentes f¨¢bricas diseminadas por la regi¨®n, desde el grupo Jealsa-Rianxeira a Calvo, pasando por Garavilla, que finalmente las distribuyen por todo el mercado europeo. Y es que desde 1953, cuando varios pescadores vascos a bordo de barcos de madera se aventuraron hasta las aguas frente a las costas africanas, los espa?oles pescan atunes tropicales. Tienen experiencia, conocimientos y una industria muy bien estructurada, que en los ¨²ltimos a?os se ha desarrollado a¨²n m¨¢s gracias a los acuerdos pesqueros comunitarios. Desde su despacho de Madrid, Julio Mor¨®n, director gerente de OPAGAC, grupo que re¨²ne a varios de los armadores de los cerqueros favorecidos por el acuerdo, reconstruye la historia de las campa?as en ?frica de los pesqueros espa?oles y enumera los diferentes acuerdos alcanzados, adem¨¢s de calificar de ficticias las cr¨ªticas de los empresarios senegaleses. ¡°El at¨²n es una especie migratoria, no vive en aguas senegalesas. Pasa por ah¨ª y punto. Ellos podr¨ªan pescarlo, como nosotros, pero durante todos estos a?os sin acuerdo no han sido capaces de desarrollar una industria pesquera¡±.
Resulta dif¨ªcil determinar si no lo han logrado por la falta de apoyo por parte del Estado, por la competencia de los extranjeros o por simple incapacidad emprendedora. Lo cierto es que la presencia de la flota europea hoy en d¨ªa no facilita dicho desarrollo. Una buena parte de ella est¨¢ constituida por barcos de grandes grupos, que en los ¨²ltimos a?os han obtenido diferentes tipos de subsidios, desde la construcci¨®n de los cascos al carburante. Aunque el sistema de subvenciones haya cambiado con la nueva Pol¨ªtica Pesquera Com¨²n, que prev¨¦ una ligera reducci¨®n y una limitaci¨®n de los abusos m¨¢s graves, no cabe duda de que en los ¨²ltimos a?os los armadores europeos recibieron una ayuda que marca las diferencias. Sin ir m¨¢s lejos, el actual pago por parte de Bruselas de los permisos de acceso a aguas senegalesas es un subsidio p¨²blico a favor de intereses privados. ¡°Con los impuestos de los ciudadanos europeos se fomenta el saqueo de los recursos africanos¡±, resume Adama Lam.
Los peque?os pescadores observan este enfrentamiento entre los empresarios senegaleses y europeos desde las orillas de las playas donde est¨¢n amarradas sus canoas. Y es que el at¨²n no se encuentra entre las principales especies que capturan. Pero se preguntan: ?qu¨¦ beneficios obtenemos nosotros? ?qu¨¦ parte de este acuerdo nos ata?e? Seg¨²n el texto, una parte del dinero pagado por la Uni¨®n Europea deber¨ªa servir para ¡°fomentar el desarrollo sostenible de la pesca local a trav¨¦s del apoyo al sector¡±. Por el momento, ellos no han visto nada.
Issa Fall, que solo puede contar con sus propias fuerzas, vuelve a salir al mar cada ma?ana, junto con las aproximadamente 21.600 canoas registradas en Senegal. Al ver los grandes buques extranjeros a lo lejos, ¨¦l y todos los pescadores no pueden evitar preguntarse por qu¨¦ los europeos van a pescar justo ah¨ª, y por qu¨¦ en sus redes hay cada vez menos peces.