Igual que R¨®mulo y Remo con el T¨ªber y la Loba, tambi¨¦n estos ni?os rescatados de las aguas han tenido que valerse por s¨ª mismos entre los lobos. Y al igual que Rea Silvia, una vestal asesinada por haber concebido de un Dios violador a los futuros fundadores de Roma, tambi¨¦n sus padres han vivido historias terribles. Khorched, un guapo joven de ojos dulces y f¨ªsico de boxeador, fue salvado por su madre, que se lo ocult¨® al padre talib¨¢n antes de que lo hiciera desaparecer, como hab¨ªa ocurrido con su hermano: ¡°Me llev¨® a una escuela cor¨¢nica donde ten¨ªa que aprender a orar y a saltar por los aires con un chaleco explosivo. Mam¨¢ me entreg¨® a un vecino, implor¨¢ndole que pagara a los traficantes para que me llevaran lo m¨¢s lejos posible¡±, dice. Ten¨ªa 12 a?os. Ahora tiene 18, ha empezado a trabajar y dentro de unos d¨ªas nacer¨¢ su hija.
Mam¨¢ me entreg¨® a un vecino, implor¨¢ndole que pagara a los traficantes para que me llevaran lo m¨¢s lejos posible
dice Khorched. Ten¨ªa 12 a?os. Ahora tiene 18, ha empezado a trabajar y dentro de unos d¨ªas nacer¨¢ su hija en Bruselas
Tal vez su historia ¡ªcomo la del peque?o Lision, de 9 a?os, que lleg¨® a B¨¦lgica justo antes de que estallaran las bombas en el aeropuerto y en el metro, y que en aquel d¨ªa sangriento abri¨® de par en par sus ojazos horrorizados y pregunt¨®: ¡°?Pero es que aqu¨ª tambi¨¦n hay talibanes?¡±¡ª sirva para entender qui¨¦nes son estos ni?os que llegan solos a las costas europeas y que nos asustan y enternecen al mismo tiempo.
Todos recordamos al joven de 17 a?os Riaz Khan Ahmadzai anunciar con ojos desorbitados su inminente martirio antes de apu?alar a cinco personas en un tren entre las paradas de Treuchtlingen y W¨¹rzburg, en Alemania. Tambi¨¦n ¨¦l era un ¡°menor no acompa?ado¡±. Pero quiz¨¢ deber¨ªamos recordar sobre todo a los chicos como Amin, embrollados por la vida en tiempos de guerra, furiosos y agresivos como gatitos maltratados y que, a pesar de todo, han florecido aqu¨ª, en Bruselas, como las flores que dan color a la primavera de Flandes. Tras haberse licenciado, Amin est¨¢ cursando un m¨¢ster en Ingenier¨ªa de caminos, y en la medida en que la vida lo permite, es ahora un hombre feliz, un recurso al que recurrir, y no un problema al que dedicarse.
¡°Sal¨ª en 2011 de Jalalabad ¡ªcuenta Khorched en un cuartito de Mentor Escale, una ONG que se ocupa de los ni?os refugiados ayud¨¢ndolos a convertirse en adultos independientes antes de que el s¨®lido bienestar belga los abandone¡ª y no entend¨ªa bien lo que estaba pasando. Nunca hab¨ªa ido a la escuela, pap¨¢ no quer¨ªa, pero un d¨ªa le dijo a mam¨¢ que ya era mayor y que hab¨ªa llegado el momento de llevarme. Ninguno de nosotros sab¨ªa que era talib¨¢n. Me entreg¨® a otro talib¨¢n que me carg¨® en su camioneta mientras lo alababa: 'Has hecho bien en traerlo, bravo', le dijo. Mi padre y los talibanes me llevaron a Chenury, un peque?o pueblo en las monta?as. Todos llevaban largos vestidos blancos, hab¨ªa armas por todas partes¡±.
En la escuela cor¨¢nica, ¡°nos hac¨ªan rezar todo el d¨ªa, y al rezar nos ense?aban a hacernos saltar por los aires. Yo dorm¨ªa en el suelo con otros cuatro chicos, y desde el amanecer nos hac¨ªan recitar el Cor¨¢n. Nos explicaban que ten¨ªamos que hacer la yihad, o guerra santa, y expulsar a los estadounidenses. Un d¨ªa se llevaron a uno de los cuatro que dorm¨ªan a mi lado, hicieron que se pusiera un vestido con un chaleco de explosivos y nunca regres¨®¡±.
De esto es de lo que escap¨® Khorched, y no fue f¨¢cil. Y tampoco fue f¨¢cil entender que ten¨ªa derecho a una alternativa: ¡°Cada tres o cuatro meses nos dejaban volver a casa unos d¨ªas. Mi madre me preguntaba qu¨¦ tal estaba, y siempre le dec¨ªa que todo iba bien; pero un d¨ªa le cont¨¦ la historia del explosivo, y cay¨® en la cuenta. Mi hermano, que rondaba los veinte, hab¨ªa desaparecido unos a?os antes¡±. Aquel d¨ªa, la madre de Khorched le dio la vida por segunda vez. ¡°Me llev¨® a casa de un vecino, que me entreg¨® a un hombre...¡±.
Su viaje da para escribir un libro, no para un art¨ªculo de prensa: el fr¨ªo, las fronteras, Ir¨¢n, el descubrimiento de las luces que iluminan los pueblos por la noche; la nieve, las cajas de cami¨®n en las que viajan por lo menos 40 migrantes y donde no se puede respirar; aquel pobre viejo muerto por desnutrici¨®n que viajaba en burro, la casa en Turqu¨ªa y las amenazas a dos compa?eros de viaje gemelos que hab¨ªan pagado un solo billete: ¡°T¨² s¨ª, t¨² no. Si no pagas, te corto las orejas y la nariz¡±
Todos esos ahogados, el miedo a morir en el mar mientras las olas te revuelcan y te aferras a un tronco. Grecia, por fin. ¡°Ocho meses en Atenas, luego Patras¡±, el intento fallido de zarpar oculto entre la basura y, por fin, el abrazo mortal al acero bajo la caja de un cami¨®n. Italia. ¡°Salta en cuanto se pare al salir del puerto", le dijeron. Pero ese tipo no se paraba y Khorched no aguantaba m¨¢s. As¨ª que empez¨® a dar golpes con fuerza bajo el cami¨®n hasta que oy¨® algo y fue a ver. "El camionero estaba furioso, me peg¨® pero me escap¨¦¡±. Despu¨¦s el tren: ¡°En Par¨ªs me encontr¨¦ con unos chicos que quer¨ªan ir a B¨¦lgica, dec¨ªan que ah¨ª se estaba bien. Me un¨ª a ellos¡±.
Fue en Bruselas donde lo abraz¨® la red social que este peque?o pa¨ªs devastado por el terrorismo hab¨ªa dispuesto ¡ªy afortunadamente est¨¢ decidido a mejorar¡ª para los ni?os que llegan sin padres. A pesar de que en los ¨²ltimos a?os se han cometido enormes errores urban¨ªsticos ¡ªcomo la desgarradora reclusi¨®n de los inmigrantes de segunda generaci¨®n en guetos en los barrios islamizados como Molenbeek, donde viv¨ªan los yihadistas que ensangrentaron Par¨ªs¡ª y de que la discriminaci¨®n (en las oportunidades de empleo, por ejemplo) es el pan nuestro de cada d¨ªa, sobre la acogida a los menores B¨¦lgica tiene mucho que ense?ar.
¡°En un plazo de seis semanas", relata Jean Pierre Luxen, Director de Fedasil, "la agencia federal que se encarga de las solicitudes de asilo garantizar¨¢ el acceso a la escuela a todos los menores, incluidos aquellos que nunca han acudido". "Les garantizamos una cama, medicamentos, apoyo psicol¨®gico, protecci¨®n jur¨ªdica y formaci¨®n. Los incluimos en clases especiales para aprender franc¨¦s o flamenco, y en un a?o los ponemos en un curso normal. A cada menor no acompa?ado le asignamos un tutor, que se encarga de su educaci¨®n y de todas las dificultades que encuentra¡±. Para ser tutor hay que hacer un curso de dos meses: ¡°Hasta la hermana de mi mujer es tutora¡±, dice Luxen.
La responsabilidad de los tutores incluye acompa?ar al ni?o ante la justicia si se mete en l¨ªos
La responsabilidad de los tutores incluye acompa?ar al ni?o ante la justicia si se mete en l¨ªos. ¡°No es raro, por desgracia. Un problema con la polic¨ªa el fin de semana, por ejemplo, se da mucho m¨¢s a menudo de lo que nos gustar¨ªa¡±. Son flores del desierto y tienen espinas, hay que manejarlos con cuidado y competencia. Por eso la formaci¨®n, la disponibilidad y la calidad humana y profesional de los tutores son uno de los puntos cr¨ªticos del sistema. De hecho, muchos ni?os se encuentran solos en un sistema que tiende a empujarlos lo antes posible hacia la autonom¨ªa, flanqueados por tutores que siguen su expediente como un papeleo entre muchos.
Las cifras que se alcanzaron cuando estall¨® la crisis del a?o pasado han supuesto una dura prueba para el sistema. El record de llegadas se registr¨® en diciembre, unos meses despu¨¦s del gran ¨¦xodo en la ruta de los Balcanes, durante el tiempo necesario para llegar y ser interceptados: 725 ni?os llegaron solos. Luego vino la oleada del acuerdo con Turqu¨ªa sobre los flujos. Desde entonces, el descenso ha sido continuo: 201 ni?os, en enero, 64 en mayo, 43 en agosto...
La recepci¨®n, en fases
El sistema belga ha subdividido la recepci¨®n en tres fases. La primera se llama ¡°observaci¨®n y orientaci¨®n¡±, dura unas semanas y sirve para identificar al ni?o, evaluar las condiciones en que se encuentra y encaminarlo hacia la mejor soluci¨®n disponible. La segunda consiste en enviarlos a un centro especializado, si son muy j¨®venes o tienen dificultades graves, o a centros de recepci¨®n colectivos: instituciones en las que son libres de entrar y salir, pero donde se les pide que respeten las normas comunes, bajo el control m¨¢s o menos estricto y eficaz de educadores adultos, durante una ¡°estancia m¨¢xima de seis meses, excepto en situaciones especiales¡±.
La tercera fase est¨¢ por construir: es la invitaci¨®n a alzar el vuelo, que hoy es m¨¢s que nada una patada en el trasero: un cheque de 800 euros al mes para pagar un alquiler y desenvolverse hasta que cumplan los 18 a?os y se les conceda la condici¨®n de refugiados. ?Se imaginan dejar a su hijo o hija apa?¨¢rselas solo con 16 a?os en un pa¨ªs extranjero, a a?os luz de sus costumbres y cuyo idioma ni siquiera conocen? Pues bien, este Ej¨¦rcito de ni?os no tiene otra alternativa. Y a todos aquellos a los que se les niega el asilo una vez alcanzada la mayor¨ªa de edad no les queda otra elecci¨®n que huir de forma clandestina o volver a casa con ayuda del Estado de bienestar, que les proporciona una peque?a suma para empezar a trabajar.
Para evitar el efecto patada en el trasero, las fundaciones ricas, como la Rey Balduino, con el nombre de la familia real pero sin relaci¨®n con ella, han decidido invertir una fortuna en los ni?os no acompa?ados, con la esperanza de convertirlos en un activo real, como Amin, el ingeniero, y no en problemas que hay que resolver entre celdas y mezquitas clandestinas. Asociaciones como Mentor Escale o Minor Endako son excelentes ejemplos de comunidades en las que Europa muestra su rostro adorable. La primera es un punto de encuentro donde los chicos y chicas aprenden el presente y se encuentran con el futuro: desde ayuda para encontrar alojamiento a los tr¨¢mites administrativos que pueden desmoralizar a un belga, y no digamos a un ni?o de Afganist¨¢n (de lejos la tierra de partida m¨¢s representada en B¨¦lgica este a?o, seguida por Guinea, Somalia y Marruecos). Y asistencia para superar la burocracia necesaria para obtener la ayuda econ¨®mica de los servicios sociales, encontrar un m¨¦dico o aprender a manejar el presupuesto, hacer deporte o estudiar un instrumento.
No hay m¨¢s que ver bailar a los ni?os en el sal¨®n en un mar de sonrisas, o luchando con el pulpo y las especias que bullen en la cazuela, para entender la diferencia inevitable con los centros estatales, como el Petit Ch?teau, el gigante gestionado directamente desde Fedasil que acoge hasta a 900 personas en las orillas del canal que divide el centro de Molenbeek, separando como puede las familias de las personas solas y de los ni?os no acompa?ados. Pero solo los casos m¨¢s dif¨ªciles, al final de la primera fase, son enviados a instalaciones de excelencia como Mentor Escale, que de vez en cuando organiza una ¡°Semana de la Ciudadan¨ªa¡±, en la que aprenden ¡°las diferencias culturales, los derechos y deberes, la gesti¨®n de la casa y los transportes, la escuela, para terminar con el juego de la ciudad: encontrar y descubrir lugares interesantes¡±. Y aqu¨ª est¨¢ la tercera fase: aprenden a desenvolverse, pero con la ayuda de las ONG financiadas por fundaciones, encuentran tambi¨¦n una familia con la que compartir una parte del recorrido hasta que estos chicos sean completamente aut¨®nomos. Ciudadanos belgas, ciudadanos europeos.