Aquella ma?ana no hubo cubo de agua fr赤a para lavar a Asha. Su madre la limpi車 con la delicadeza de quien espera un gran acontecimiento, usando una esponja para purgar su?piel.
La noche anterior Asha no hab赤a pegado ojo. Como una ni?a que espera ansiosa la llegada de los Reyes Magos, ella aguardaba lo que le hab赤an dicho que ser赤a su purificaci車n. En Moyale, en la frontera entre Kenia y Etiop赤a, ser una kintirley o, lo que es lo mismo, una mujer con cl赤toris, significa ser repudiada por tu propia comunidad. Por eso, la madre y la abuela de Asha la mandaron esa misma ma?ana a comprar dos cuchillas a una tienda a pocos metros de su casa. Cuando Asha volvi車 a casa de su abuela y vio, en aquel hogar de barro, un agujero en la cocina tapado con un saco de tela, comenz車 a asustarse. Aunque no pod赤a imaginarse que en aquel hueco cavado en el suelo de una cocina tan familiar y tan cercana, una parte de ella quedar赤a enterrada para?siempre.
El fuerte olor del mal-mal, el pegamento natural hecho con hierbas machacadas, leche y cart車n con el que se consigue cerrar las heridas de las ni?as reci谷n mutiladas, impregnaba la habitaci車n.
Asha se sent車 entre las piernas de su abuela, que entrecruz車 con las suyas para mantenerlas bien abiertas. La se?ora que hab赤a asistido para llevar a cabo la infibulaci車n empez車 a acatar las 車rdenes que le daba la madre. Con un trapo taparon r芍pidamente la boca de Asha, por la que, inevitablemente, se intentaban escapar chillidos constantes. Los gritos son s赤ntoma de fragilidad y una mujer de origen somal赤, aunque tan solo tenga cinco a?os como ten赤a Asha, y le est谷n practicando la mutilaci車n genital, jam芍s puede mostrar debilidad.
Asha nunca olvidar芍 el sonido de las cuchillas, que a迆n retumba en su cabeza y se ha convertido en un recuerdo cristalizado. Tampoco ha olvidado las palabras de su abuelo, uno de los imanes m芍s reconocidos del pueblo por aquel entonces. Condenaba lo que le hac赤an a su nieta, una pr芍ctica fara車nica que no estaba en el Cor芍n, pero que no fue capaz de?frenar.
Una vez le realizaron la mutilaci車n le aplicaron el mal-mal con el fin de dejarle un espacio no mayor al del tama?o de una cerilla. Aunque estaba sedienta, no le dieron agua. Del dolor y de la espera se qued車 dormida. Cuando despert車 horas despu谷s, ten赤a ganas de hacer pis. Tan solo fue capaz de expulsar una 迆nica gota que abras車 su piel, como un 芍cido vertido en carne viva.
En Moyale, en la frontera entre Kenia y Etiop赤a, ser una "kintirley" o, lo que es lo mismo, una mujer con cl赤toris, significa ser repudiada por tu propia comunidad
Su madre y Asha.
Las dos semanas siguientes Asha las pas車 sentada, atada desde la cintura a los pies, comiendo poco m芍s que arroz y sin beber demasiado l赤quido. Despu谷s de realizarle las curas le quitaron las cuerdas. La misma se?ora que le hab赤a practicado la ablaci車n dio luz verde para que Asha pudiera caminar de nuevo, al principio con la ayuda de un bast車n.
Por aquel entonces Asha se preguntaba, sin encontrar respuestas, por qu谷 ten赤a que pasar por aquel sufrimiento, por ese?dolor.
Al principio aprendi車 a callarse, a no preguntar al resto de ni?as, a silenciar sus miedos para dejar de sentirse la rara, pero pronto su fuerza domin車 sus temores.? No hay nada m芍s poderoso que una mujer inteligente y decidida, y ella lo es pr芍cticamente desde que?naci車.
Asha? comenz車 a alertar y concienciar a las otras ni?as sobre lo que realmente les iba a ocurrir el d赤a de lo que sus madres llamaban purificaci車n. L車gicamente, bajo el aviso de cortes, intensos dolores y reposo absoluto, aquellas peque?as volv赤an a sus casas con sus rostros calados en l芍grimas. Las madres llamaban enfurecidas a los padres de Asha para pedirles que educaran mejor a su hija. Por supuesto, no eran conscientes de que precisamente lo que estaba haciendo Asha ya desde entonces era?educar.
Poco a poco fue construyendo un camino que han seguido y seguir芍n cada vez m芍s mujeres. En alg迆n lugar de Tanzania lo siguieron las conocidas como las cinco ni?as de Asha, a las que consigui車 que su madre no mutilara explic芍ndole que es una pr芍ctica que no aparece en el Cor芍n. En Kenia cada d赤a crece el n迆mero de chicas que deciden tomar esa senda sin ser rechazadas por la sociedad. Tambi谷n han acompa?ado a Asha en su trayecto Hayat, su hija, y Maisha, su?nieta.
Que ambos nombres signifiquen vida no es casual, pues no solo han sido dos ni?as salvadas. Son el s赤mbolo de dos generaciones a salvo gracias a la lucha su madre y su abuela.
Foto: Juan Romero-Luis
Foto: Juan Romero-Luis
Foto: Juan Romero-Luis
Foto: Juan Romero-Luis
Foto: Juan Romero-Luis
Foto: Jon Cuesta
Foto: Juan Romero-Luis
Foto: Juan Romero-Luis
En ?frica, para algunos es dif赤cil hablar de edades. La madre de Asha, Anab, solo sab赤a que era a迆n una ni?a cuando sus padres la casaron. Un se?or de origen somal赤 y algo de dinero de por medio bastaron para un matrimonio que no se consumar赤a hasta que Anab fuera una?mujer.
Con su primera menstruaci車n, Anab se qued車 embarazada. Su cuerpo no resisti車 un nacimiento y tuvo su primer aborto. Aunque algunos la acusaron de volverse loca, en realidad se trataba de una enorme depresi車n, fruto de un matrimonio forzado y de un embarazo demasiado prematuro. Estas circunstancias, tan terribles como reales, hicieron que Anab volviera a vivir a casa de sus padres con una prescripci車n de lectura diaria de El Cor芍n para curar sus?males.
Antes de que estallara la guerra entre Somalia y Etiop赤a y su marido se fuera para siempre, Anab se qued車 embarazada de nuevo. Abdi llegar赤a al mundo nueve meses despu谷s totalmente sano. El abandono de su esposo permiti車 que a Anab le concedieran el divorcio. Algunos a?os despu谷s se traslad車 a Nairobi, donde sus padres la casaron de nuevo con un hombre que, a diferencia del anterior, no era millonario, pero ten赤a un aut谷ntico privilegio: un trabajo fijo como mec芍nico.
Con Ismael, su nuevo c車nyuge, tuvo a dos ni?as, Sulekha y Asha. Asha fue tra赤da al mundo a duras penas por una enfermera muzungu, es decir, blanca. A pesar de los chillidos de pavor descomunales que sal赤an por la boca de Anab, por miedo a que le robaran a su ni?a o que la llevaran al hospital para extirparle los 車rganos, Asha naci車. Al igual que todos los ni?os, naci車 llorando. Lo que nadie imaginaba es que a?os despu谷s ese llanto que empap車 sus mejillas tantas veces har赤a de esa ni?a, tan indefensa y tan vulnerable, una aut谷ntica luchadora, fuerte, segura y libre.
Han pasado m芍s de 40 a?os desde aquel d赤a que marc車 la historia de Asha para el resto de su vida. Hoy vive en Madrid, la misma ciudad en la que viven su hija Hayat y su nieta Maisha. Ellas son el claro ejemplo que justifica el nombre de la asociaci車n que fund車 Asha Ismail: Save a Girl, Save a Generation.
Curar sus heridas y mostrar sus cicatrices al mundo se han convertido en una aut谷ntica arma contra la mutilaci車n. As赤, lo que comenz車 como una lucha propia es ahora una organizaci車n que crece d赤a a d赤a. Su objetivo: cero mujeres mutiladas. Para ello, desde la asociaci車n de Asha llevan a cabo una labor de sensibilizaci車n y educaci車n con los colectivos de riesgo tanto en ?frica como en Europa.
Este a?o es su d谷cimo aniversario, aunque Asha lleva batallando mucho m芍s tiempo, porque ella siempre ha sido superviviente y no v赤ctima.
La mutilaci車n en datos (2015). Fuente: UNICEF y MICS
(Multiple Indicator Cluster Surveys)