La soledad no deseada es un fen¨®meno que crece en silencio.
En Espa?a 2.009.100 personas mayores de 65 a?os viven solas,
seg¨²n las ¨²ltimas cifras del Instituto Nacional de Estad¨ªstica.
M¨¢s del 70% son mujeres. Esta es la historia de una de ellas. La de Dalgisa Bravo.
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Hace un a?o que Dalgisa Bravo de Estrada, de 72 a?os, vive sola y a¨²n no se acostumbra a cocinar para una. Cada vez que prepara el almuerzo se le va la mano y acaba con la nevera llena de t¨¢pers peque?itos que ¡°ya quedan para la cena¡±. Hoy es un d¨ªa especial y sobrar¨¢ seguro. Viene a comer a casa Chari, la voluntaria de la ONG Grandes Amigos con la que despist¨® a la soledad de los meses de confinamiento. Despu¨¦s de llamadas y mensajes diarios se prepara para el primer encuentro, tras el dif¨ªcil confinamiento. ¡°?Tengo los nervios de una cita!¡±, bromea la venezolana mientras vierte los cereales y el pl¨¢tano en un bol con leche. Mastica con calma. A¨²n queda mucho tiempo hasta que llegue.
Esos mismos nervios la despertaron a las 5.00. Amaneci¨® con el sonido de las noticias de su pa¨ªs, una rutina que la acompa?a desde que aprendi¨® a usar Youtube. ¡°Uno se va pero no deja de importarle lo que pasa all¨¢¡±, explica. El periplo de Bravo fue como el de muchos de los venezolanos: estuvo yendo y viniendo desde Houston (EEUU), donde vive su hija menor, a Madrid, donde residi¨® con su hijo una temporada en este piso de Torrej¨®n de Ardoz (Madrid) que ahora ocupa ella. Se asoma cada rato a la ventana exterior: a veces, por observar el parque que queda frente a la vivienda y, otras, para ver si reconoce alguna de las caras que pasean por ah¨ª. ¡°Vivir sola es como una cuarentena permanente¡±, resopla desde su palco a la calle. ¡°Es complicado hacer amistades a esta edad. Y salir sola no siempre me apetece¡±.
Dice que los a?os la han tratado bien, que no se puede quejar. ¡°S¨¦ de gente que a mi edad est¨¢ mucho peor¡±, cuenta. A diario toma los medicamentos de su tratamiento para la hipertensi¨®n y calmantes para la artrosis que padece desde hace a?os. ¡°Necesitar¨ªa una pr¨®tesis de rodilla, pero a¨²n no he tenido el chance¡±. En la habitaci¨®n de su hijo, cuelgan dos camisas planchadas. ¡°A ver si no se me olvida y le pido a Chari que las suba¡±, dice tras tomar el primer ibuprofeno del d¨ªa. La memoria a veces tambi¨¦n le da problemas.
Siempre ha sido una mujer activa. Fue profesora de matem¨¢ticas en la Universidad de Maracaibo y guarda esos 23 a?os en el caj¨®n de los recuerdos m¨¢s n¨ªtidos. Se le amontonan las an¨¦cdotas: el alumno que inventaba citas m¨¦dicas para no presentarse a los ex¨¢menes, los que ven¨ªan llorando y con regalos para que le subieran unas d¨¦cimas. Por recordar, recuerda hasta la altura de la pizarra. ¡°Antes ya ten¨ªan que borrarme los alumnos lo que escrib¨ªa. Hoy, con mis dolores, no llenar¨ªa ni un pedacito as¨ª de la pizarra¡±, explica con gestos. La artrosis es lo que peor lleva. ¡°Yo me apa?o viviendo sola, pero me da miedo un d¨ªa caerme y no tener quien me ayude. Que nadie se entere¡±, cuenta. No se separa del bot¨®n de teleasistencia.
Suena el timbre. Es Chari. Saludarse es complicado en d¨ªas como hoy. ¡°Hola, de lejos¡±, dice Dalgisa. ¡°S¨ª, vengo de lejos pero estoy encantada¡±, responde. Las mascarillas tampoco ayudan. Es extra?o ponerse cara despu¨¦s de varios meses charlando por las redes sociales. ¡°Te imaginaba mucho m¨¢s alta¡±, espeta la venezolana entre carcajadas.
Chari L¨®pez Ram¨ªrez trabajaba como auxiliar sociosanitaria en una residencia de ancianos hasta que hace dos a?os tuvo un accidente de coche que la inhabilit¨®. ¡°Es muy frustrante no poder dedicarme a lo que m¨¢s me gusta¡±, lamenta a¨²n afectada. Es una mujer inquieta que bromea y charla sin parar. Parece que se conocen de siempre. ¡°Bueno, saca el m¨®vil que tenemos que descargar el Scrabble en espa?ol¡±. La andaluza, de 29 a?os, llevaba d¨ªas dando las instrucciones por tel¨¦fono, pero los anuncios y los sonidos la despistaban. Las tecnolog¨ªas son imprescindibles en el d¨ªa a d¨ªa de Dalgisa. Gracias a ellas, sigue conectada con su familia y la soledad no pesa tanto.
Hace buen tiempo fuera y ambas quieren aprovechar. ¡°Tranca bien la puerta¡±, le dice a Chari al salir entreg¨¢ndole la llave que, normalmente, lleva colgada del cuello. Vivir sola la ha hecho m¨¢s desconfiada. Sus nuevas amigas del parque ¨Cveteranas en eso de no tener compa?¨ªa¨C le han ido dando consejos de principiante: ¡°No le digas a nadie que vives sola¡±, ¡°Cierra bien la casa¡± y ¡°si ves algo raro, comenta en alto que tu hijo est¨¢ esperando en casa¡±.
Las arepas sin embargo, son terreno seguro. Es de esas expertas que tienen las medidas en los ojos. ¡°Yo le echo el agua algo calientica para que no le haga grumos¡±, revela, consciente de la magnitud del truco. Con movimientos lentos, mezcla la masa. De vez en cuando se le escapa alg¨²n sollozo de dolor. El tir¨®n del brazo le recuerda la artrosis. Para ¡°un ratico¡± y vuelve a remover.
Mientras, Chari pone la mesa y prepara las galletas saladas para el antipasto. Lleva vinagre, zanahoria, at¨²n y col. ¡°Lo que m¨¢s trabajo da es picarlo todo. El resto es f¨¢cil¡±. Su nueva amiga sacude la cabeza: ¡°Has hecho demasiada comida, mujer. Pero te voy a copiar las recetas, eh¡±. Los olores de la cocina vuelven a despertar los recuerdos: describe los platos favoritos de sus nietos, cuenta las man¨ªas de su marido y habla de las tradiciones de su pa¨ªs: ¡°?Ay, Venezuela!¡±.
El proyecto de Grandes Amigos acompa?a a un millar de mayores en varias comunidades de Espa?a. Basta con que un familiar, m¨¦dico o el propio usuario llame al tel¨¦fono gratuito 900 22 22 33 para que el procedimiento se ponga en marcha. ¡°Ha sido una suerte¡±, narra sonriente la mayor. ¡°Charlamos de nuestras familias, nos contamos los problemas, comentamos series y jugamos al scrabble¡¡±. ¡°Hubo un d¨ªa que no la llam¨¦ y estuvo muy preocupada hasta dar conmigo. Eso me da tranquilidad¡±.
Desde que empez¨® a acompa?ar a Dalgisa, Chari tambi¨¦n se siente m¨¢s activa que nunca. ¡°No es lo mismo a lo que me dedicaba, pero me siento ¨²til, realizada. No s¨¦ qui¨¦n acompa?a a qui¨¦n¡±, cuenta antes de hincarle el diente a la arepa de reina pepiada.
Dalgisa es una mujer fuerte. Trabaj¨® toda su vida dentro y fuera de casa y hoy lamenta que a veces su cuerpo no acompa?e su esp¨ªritu jovial. ¡°Me encantaba bailar¡±, susurra. ¡°Pero ya no me s¨¦ mover como antes¡±. Sin embargo, las tareas de la casa solo se llevan a cabo con salsa y canciones rom¨¢nticas de fondo. ¡°No soy como las viejitas que uno imagina. He aprendido a disfrutar muchas cosas de la soledad, aunque no todo sea f¨¢cil¡±, cuenta.
Suena el m¨®vil: es su hija Marisel. Ella tambi¨¦n quiere conocer a la nueva amiga de su madre y saber en qu¨¦ consiste el programa. ¡°Por favor, cu¨ªdense. Que aqu¨ª nos cuentan que Madrid todav¨ªa est¨¢ muy mal y me da mucho miedo por mi mam¨¢¡±, le pide. Vivir lejos no es f¨¢cil, pero durante la pandemia la preocupaci¨®n ha sido infinita. ¡°?Le habr¨¢ pasado algo? ?Se habr¨¢ contagiado?¡±, se preguntaba Marisel a diario. Su madre, al otro lado de la pantalla tambi¨¦n la atiborra a preguntas: ¡°?Y Jes¨²s c¨®mo est¨¢? ?Las ni?as est¨¢n comiendo bien? ?Qu¨¦ tal les va en la escuela?¡±. La mayor, Fiorella, se da por aludida y se asoma a la pantalla. Es una aspirante a youtuber que no quiere perderse la quedada de mujeres.
Se hace tarde y Chari tiene que volver con los suyos. Tras ayudarla a rellenar unos papeles del padr¨®n, se despiden de codo a codo y prometen reencontrarse pronto. Cuando la puerta se cierra, vuelve el silencio. Aunque dura lo justo hasta alcanzar el mando de televisi¨®n. Est¨¢n pendientes los ¨²ltimos cap¨ªtulos de la primera temporada de La casa de papel y a¨²n le quedan horas al d¨ªa. Se sienta con cuidado en el sof¨¢ y sube el volumen. ¡°Esta no es de mis favoritas, hablan demasiado. Es un poco lenta¡±, critica. Las preferidas de la cuarentena han sido: Vivir sin permiso y La Piloto. Aunque tambi¨¦n acab¨® hace poco Ozark y la serie documental de Jeffrey Epstein. ¡°Netflix ha sido compa?ero durante el coronavirus. Eso sin duda¡±, dice sin apartar los ojos de la pantalla.
Los nervios de hoy pasan factura y el sue?o bate antes de lo normal. Despu¨¦s del atrac¨®n del almuerzo, cenar¨¢ un s¨¢ndwich de pan integral. ¡°No deber¨ªa echarle queso, pero le da tanto sabor...¡±, dice convencida antes de colocar una loncha. En la nevera, la carne mechada, el cilantro cortado y el pollo desmenuzado reposan en fiambreras. Para ma?ana a¨²n quedar¨¢n arepas y antipasto. Y el recuerdo de la primera visita tras el encierro. Con suerte, la primera de muchas.
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