Relatos visuales sobre las personas que hay tras las cifras.
En Espa?a 3.252.517 aut¨®nomos afrontan el impacto de la crisis del coronavirus
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Dos meses cerrados. Y ahora adapt¨¢ndose a lo que impone el pr¨®logo de la nueva normalidad. En Espa?a 3.252.517 aut¨®nomos luchan por sacar sus negocios adelante. Esta es la historia de uno de ellos. La de Marcos, su mujer Diana y sus dos hijos.
La noticia cay¨® como un jarro de agua fr¨ªa. Marcos del Estal y Diana Andrei escucharon al presidente del Gobierno anunciar el estado de alarma junto a unos clientes pegados al televisor de la terraza del restaurante que regentan en Madrid. Un aparato que lleva ocho semanas cogiendo polvo en el interior del local. ¡°Yo no entend¨ªa nada. Solo que al d¨ªa siguiente no abrir¨ªamos¡±, recuerda la cocinera de 28 a?os. La noche del 13 de marzo repartieron los ingredientes perecederos y se encerraron en casa con miedo y sin saber que no volver¨ªan a encender los fogones hasta 56 d¨ªas despu¨¦s. Como tampoco imaginaron que las p¨¦rdidas superar¨ªan los 30.000 euros en los primeros dos meses.
Los grifos de cerveza est¨¢n precintados y las mesas y las sillas de la terraza descansan amontonadas dentro del restaurante Del Estal Bar Caf¨¦, en el barrio de Lacoma. Apenas se escucha el ruido de las neveras. Tres meses antes, cuenta el aut¨®nomo de 36 a?os, era puro bullicio. Los clientes, el f¨²tbol y el sonido del extractor lo ocupaban todo. ¡°En los Madrid-Bar?a sac¨¢bamos banquetas fuera para que los que no tuvieran mesa vieran el partido desde la cristalera¡±, dice con los ojos anclados en la terraza vac¨ªa. Estos d¨ªas todo son recuerdos de tiempos mejores. Hoy el sonido del extractor molesta y ¡°para dos o tres men¨²s¡±, mejor no se pone.
Concretamente, tres. Es el n¨²mero de pedidos del martes para entregar en casas. M¨¢s alguna raci¨®n que se llevaron los que vinieron a tomar caf¨¦. El 8 de mayo reabrieron su restaurante de unas 40 mesas solo con servicio a domicilio y recogidas en el local. Nunca lo hab¨ªan hecho antes. ¡°Ten¨ªamos que adaptarnos¡±, explica Marcos. ¡°No pod¨ªamos estar cerrados m¨¢s tiempo¡±.
Adem¨¢s de las raciones y las hamburguesas de la carta ¨Cespecialidad de la casa¨C diariamente env¨ªan por Whatsapp las opciones y, los fines de semana, las sugerencias Del Estal. El mensaje llega a 81 vecinos que a su vez reenv¨ªan el men¨² de 10 euros. De primero, revuelto de morcilla o ventresca con tomate; de plato principal, pollo al ajillo o calamar a la plancha con esp¨¢rragos trigueros y de postre: sand¨ªa o tarta de queso. Entre semana solo trabajan cuatro horas diarias: ¡°No nos es rentable abrir. Sacar un restaurante familiar adelante ahora mismo es una lucha. Y cuesta¡±.
La verja abierta atrae a los vecinos que pasean con los ni?os y a los due?os de oficinas cercanas que siguen viniendo a desayunar. Caf¨¦ en vasos de pl¨¢stico y el aperitivo en una fiambrera de aluminio. La familia lleva a solas el negocio. Solo en temporadas altas contratan a alg¨²n empleado. Y aunque agradecen la ayuda de 3.207 euros del Plan Impulsa para aut¨®nomos de la Comunidad de Madrid, ¡°no da¡±.
El local est¨¢ ubicado en el centro comercial Pe?a II y es, junto a la farmacia, el ¨²nico comercio activo. Varios operarios entran y salen del sal¨®n de belleza pr¨®ximo al bar. Se prepara para la reapertura en plena fase 0,5. ¡°El de la pizzer¨ªa dijo que abrir¨ªa hoy, pero parece que tampoco. Es que estos d¨ªas, ?qui¨¦n se anima?¡±, se pregunta Marcos. En las 11 jornadas que llevan activos han facturado un poco m¨¢s de mil euros. En el mismo periodo del a?o pasado: 5.888 euros.
El primer pedido es el de Jos¨¦. Llama al m¨®vil de Marcos cerca de mediod¨ªa. Quiere mezclar las opciones de d¨ªas diferentes. Se le conceden estas licencias ¡°porque es Jos¨¦¡±. Y porque no est¨¢n las cosas para perder una comanda.
En la encimera hay un hueco que parece decir: botiqu¨ªn anti-coronavirus. Mascarillas, guantes, redecillas para el pelo y dispensadores con agua con desinfectante. Estos ¨²ltimos son a los que m¨¢s recurre Diana, quien roc¨ªa sus manos, envueltas en el azul del guante, cada dos por tres asegur¨¢ndose de que no tocan los alimentos. Tambi¨¦n recuerda cambiar su mascarilla, con marcas de maquillaje al otro lado. Es muy escrupulosa con la limpieza. ¡°Y ahora m¨¢s¡±, a?ade.
El olor de la lej¨ªa se esfuma r¨¢pido. Y vuelven los aromas de cualquier cocina de bar. Huele al sofrito para el pollo al ajillo. A chorizo y tomate. De pronto se cuela el aroma de la salsa de mostaza y miel. Y parece que nada pasa fuera.
Diana es el alma del bar. La que adapt¨® la carta para cel¨ªacos tras notar que muchos dejaban el aperitivo. La que recuerda de memoria c¨®mo les gusta el caf¨¦ a unos y la carne a otros. La que estos d¨ªas escribe a mano un mensaje positivo en las bolsas de los clientes. Y a la que hoy se le rayan los ojos al hacer las cuentas. ¡°Echo mucho de menos la vida de antes¡±, confiesa la rumana afincada en Madrid hace 11 a?os.
Su marido intenta ser positivo y apoyarse en que cada vez m¨¢s vecinos ¡°tiran de ellos¡±. Pero no se enga?a. ¡°La expectativa a largo plazo es jodida¡±, reconoce, ¡°M¨¢s que nada porque las cuentas se acumulan¡±. Llevan dos meses sin pagar los 1.350 euros del alquiler del bar. El ¨²ltimo recibo de la luz fue de 800 euros y siguen asumiendo parte de la tarifa de Vodafone por unos partidos de La Liga que hace semanas que nadie juega. Ya es la hora de entregar el pedido de Ignacio. Vive a pocos bloques del restaurante y Marcos ir¨¢ caminando.
El dat¨¢fono a veces da problemas. Lo intenta hasta que lo logra porque prefiere no tocar billetes ni monedas. La principal preocupaci¨®n son sus hijos Yasmine, de 8 a?os, y Dylan, de cuatro meses. ¡°El peque?o no se entera de nada pero ella es muy madura y tambi¨¦n est¨¢ siendo un momento dif¨ªcil¡±, cuenta el propietario. Pronto operar¨¢n a Yasmine de vegetaciones y temen que se contagie y se cancele.
Se sientan a comer a las 15.30. Hablan del d¨ªa y de lo mucho que ans¨ªan entrar en la fase uno de desescalada. Esta primera etapa de deshielo permite abrir la mitad del aforo en la terraza y tienen la certeza de que eso ¡°les va a salvar¡±. ¡°Los ¨²ltimos findes nos han llamado varios clientes para reservar por si acaso entr¨¢bamos¡±, cuenta ella. ¡°Los cumplea?os no los recuperamos, pero las ganas de tomarse una ca?a al solecito, solo van a crecer¡±, a?ade ¨¦l.
Se acaba el d¨ªa por hoy. Hay que limpiar la cocina a fondo y Diana se pone manos a ello. Enjuaga bien los platos amontonados en la pila, pone varios lavavajillas y echa desengrasante en la plancha. ¡°Esto no es nada. Si t¨² vieras c¨®mo se queda la cocina un d¨ªa normal¡¡±. Vuelven los recuerdos y el silencio. Entonces prende el extractor.
La caja suma 125,70 euros. Prefieren no pensar mucho en eso. ¡°No quiero comparar m¨¢s cifras¡±, a?ade Marcos antes de cambiar de tema.
¡°Ahora toca ocuparse de ellos¡±, dice Marcos acariciando el pelo de la hija mayor. Llevan toda la ma?ana en casa de la abuela paterna, que vive en el edificio de enfrente de la familia Del Estal. La madre de Diana, que tambi¨¦n reside en Espa?a, trabaja en una residencia de mayores. ¡°As¨ª que no hace falta ni que te diga por qu¨¦ no los mandamos con ella¡±. Los pies blanquitos de Dylan buscan refugio en la sombra que arroja el carro. Hace 25 ?C y el sol pica. A¨²n as¨ª ir¨¢n a dar un paseo por el bloque ¡°por no estar en casa¡±. ¡°Seguro que pronto todo vuelve a la normalidad, ?verdad, hija?¡±, dice animada Diana, ahora m¨¢s madre que due?a y cocinera.
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