El chef y el chaval que lleg¨® en cayuco: una historia de amor y lealtad
El cocinero Javier Mu?oz-Calero dio una oportunidad a Mamady Diallo en 2010. El guineano, que hab¨ªa huido de su pa¨ªs tras un ataque ¨¦tnico, hoy es empresario en Noruega
El chef Javier Mu?oz-Calero, al frente del restaurante Ovillo (Madrid), recuerda perfectamente c¨®mo conoci¨® a Mamady Diallo, Mady, porque le cambi¨® la vida. Era final de 2010. ¡°Estaba superflaco y ten¨ªa una mirada cargada de tristeza. Aquel ni?o pensaba que toda su familia estaba muerta, casi no hablaba castellano y lo pusieron en mis manos. Hoy es mi hijo¡±. No miente. Habla de Mady con el orgullo con el que los padres comparten los ¨¦xitos de las criaturas que han tra¨ªdo al mundo. No importa que el hermano de su ni?a de 12 a?os y de sus mellizos de 14 naciera en otro continente, ?frica; que pertenezca a una raza distinta o que practique una religi¨®n diferente. Catorce a?os despu¨¦s son familia. ¡°La nuestra¡±, resume el cocinero, ¡°es una bonita historia de amor sin fronteras¡±.
¡°Nacho de la Mata, de la Fundaci¨®n Ra¨ªces, me coment¨® que me enviar¨ªa algunos curr¨ªculos de los chavales a los que ayudaban a trav¨¦s de Cocina Conciencia [proyecto que da empleo y formaci¨®n a j¨®venes sin referentes adultos en Espa?a y en el que han colaborado algunos de los mejores chefs del pa¨ªs, varios de ellos con estrellas Michelin]. Le dije: ¡®M¨¢ndame al chico que peor lo est¨¦ pasando y vamos a sacarlo adelante¡¯. Y me envi¨® a Mady¡±. Ten¨ªa 15 a?os cuando se subi¨® a un cayuco en Mauritania con casi 60 desconocidos. ¡°Nunca en mi vida he pasado tanto miedo¡±, recuerda ¨¦l, al tel¨¦fono desde Oslo, donde vive ahora. ¡°?ramos tantos que la gente iba sentada unos encima de los otros. Yo iba sangrando por la pierna porque me hab¨ªa hecho una herida fea con el motor y me dol¨ªa mucho por la sal del mar. Hubo un momento en que la barca se parti¨® y empez¨® a entrar agua. Yo no sab¨ªa nadar. Estaba convencido de que no iba a salir vivo de all¨ª. Ni a los que atacaron a mi familia les deseo lo que yo pas¨¦ esos d¨ªas en el mar¡±. Para entonces llevaba meses dando tumbos. ¡°Pertenezco a una etnia minoritaria en el sur de Guinea Conakry y atacaron mi casa. Me avisaron cuando volv¨ªa del colegio y me dijeron que no volviera, as¨ª que hui, primero a Mal¨ª y luego a Mauritania, donde me sub¨ª al cayuco¡±.
La barcaza fue rescatada al llegar a la costa espa?ola y le curaron la herida. M¨¢s tumbos: Tenerife, Lanzarote, Madrid. La primera radiograf¨ªa de su vida; gente examinando sus muelas para tratar de determinar su edad. En la capital conoci¨® a Nacho de la Mata, el abogado que logr¨® cambiar el sistema y evitar las repatriaciones sin garant¨ªas de menores extranjeros no acompa?ados con dos importantes recursos ante el Tribunal Constitucional. La primera y ¨²nica vez que Mady, musulm¨¢n, pis¨® una iglesia, fue en su funeral. ¡°Ese d¨ªa llor¨¦ tanto que me qued¨¦ sin voz¡±. De la Mata y su mujer, Lourdes Reyz¨¢bal, la creadora de la Fundaci¨®n Ra¨ªces, fueron las primeras personas que lo ayudaron en Espa?a. La pareja se hab¨ªa conocido en el Tren de la Esperanza, acompa?ando a discapacitados y enfermos a Lourdes (Francia). En la luna de miel, en Escocia, a De la Mata le dio una crisis. Al volver a Madrid le detectaron un tumor cerebral contra el que batall¨® durante 12 a?os. ¡°Cuando muri¨®¡±, recuerda Mady, ¡°sent¨ª un vac¨ªo muy grande. Pero ya me hab¨ªa puesto en el camino a Javier. No s¨¦ qu¨¦ habr¨ªa sido de m¨ª sin ellos. Me cambiaron la vida¡±.
No sab¨ªa nada de restaurantes. ¡°Me lo ense?aron todo¡±, recuerda. Empez¨® de camarero raso y lleg¨® a dirigir uno de los restaurantes que llevaba Mu?oz-Calero quien, mientras, le ayudaba a buscar a su familia. ¡°Le enviamos dinero a un t¨ªo suyo para que investigara. Escribimos much¨ªsimas cartas a la embajada. Yo le dec¨ªa: ¡®Mady, han pasado muchos a?os y lo hemos intentado todo¡¯. Pero ¨¦l no se rend¨ªa. Una noche, a las cuatro de la madrugada, me llam¨® llorando. Su t¨ªo acababa de decirle que hab¨ªa encontrado a su madre y a sus hermanos. Hoy se me saltan las l¨¢grimas al recordarlo¡±, relata el chef. Tras el ataque, la familia hab¨ªa huido a otro pa¨ªs, pero cuando las cosas se tranquilizaron en Guinea, regresaron. Pensaban que Mady hab¨ªa muerto, pero estaba en Espa?a, sirviendo c¨®cteles e incluso invent¨¢ndose algunos nuevos ¡ª¡°sin probarlos, claro, porque yo no bebo¡±¡ª. ¡°Con el dinero que ganaba¡±, recuerda Mu?oz-Calero, ¡°Mady cre¨® una especie de flota de taxis en el pueblo de su padre para sacarlo del duro trabajo en el campo. Escolariz¨® a su hermana. Les compr¨® una casa...¡±.
Cuando conoci¨® a su novia, tambi¨¦n nacida en Guinea, pero residente en Noruega, Mady decidi¨® dejarlo todo. ¡°Yo estaba muy bien en Espa?a, pero ella era enfermera all¨ª y pens¨¦ que era m¨¢s f¨¢cil que me mudara yo y trabajar en lo que fuera¡±. Aprendi¨® un idioma m¨¢s, el quinto; tuvo dos hijos. Trabaj¨® de conductor, mont¨® su propio negocio. ¡°Un d¨ªa¡±, recuerda Mu?oz-Calero, ¡°me envi¨® un audio precioso. Dec¨ªa: ¡®Pap¨¢, gracias a ti y a tu familia, a todo lo que hicisteis por m¨ª y todo lo que aprend¨ª contigo, ahora soy empresario, como t¨²¡±.
Ambos utilizan a menudo ese verbo, ¡°aprender¡±, al hablar del otro. ¡°Mady me ha ense?ado much¨ªsimas cosas¡±, explica el cocinero. ¡°A veces, en la vida, las cosas no salen como te esperabas y es f¨¢cil dramatizar, pero yo ten¨ªa su ejemplo: le ve¨ªa luchar por superarse a s¨ª mismo y por ayudar siempre al de al lado. Me ense?¨® que nunca hay que olvidar de d¨®nde vienes y lealtad. Toda¡±.
Cuando Mady, ya en Noruega, se enter¨® de que Mu?oz-Calero iba a abrir su primer restaurante en solitario, Ovillo, lo llam¨® por tel¨¦fono para anunciarle que iba a Espa?a a ayudarle a ponerlo en marcha. ¡°Entonces acababa de nacer su segundo hijo¡±, recuerda el chef, ¡°y le dije que no hac¨ªa falta, pero no me hizo caso. Me dijo: ¡®T¨² me diste todo y yo nunca te voy a dejar solo¡±. Cuando ya iba a regresar a Oslo, estall¨® la pandemia y Mady tuvo que esperar, confinado, para volver a casa. No se arrepiente. ¡°Siempre que Javier me necesite, ir¨¦. Igual que s¨¦ que siempre que yo lo necesite, vendr¨¢¡±. Es lo que hacen las familias, ayudarse. Tambi¨¦n fue ese motivo, la lealtad, el que llev¨® a Anouar, otro chico africano que hab¨ªa llegado a Espa?a con 14 a?os agarrado a los bajos de un cami¨®n, a volver a la primera casa donde lo hab¨ªan acogido en Espa?a para cuidar de Nacho de la Mata en su ¨²ltimo a?o de vida.
Mu?oz-Calero ha trabajado ya con unos 80 chicos de la Fundaci¨®n Ra¨ªces gracias al proyecto Cocina Conciencia, que ha dado una oportunidad a casi medio millar de j¨®venes desde 2010. El chef cuenta, indignado, que algunas personas le han llamado pidi¨¦ndole migrantes para trabajar sin contrato. ¡°Y luego est¨¢ el que cree que la persona extranjera que cuida de sus padres es estupenda, pero al negro de al lado no lo quieren porque ese es un delincuente. Hay mucha hipocres¨ªa y mucha incultura, personas que viven en castillos de oro, acostumbradas a que se las manden todas cortitas y al pie. Afortunadamente, yo nac¨ª en una familia acomodada, pero muy abierta. Mady tiene una relaci¨®n preciosa con mi madre, Paloma. Y mis hijos tambi¨¦n han tenido la oportunidad de crecer viendo chicos migrantes en casa, durante el a?o, en Nochebuena, compartiendo, aprendiendo... Me alegro mucho de eso cuando veo c¨®mo la extrema derecha intenta captar a los chavales a trav¨¦s de internet y las redes sociales con discursos racistas¡±. Crecer junto a Mady ha sido como una vacuna contra el racismo, un virus que se extiende en Espa?a de manos de pol¨ªticos y activistas irresponsables que en los ¨²ltimos d¨ªas, tras el terrible asesinato de un ni?o de 11 a?os en Mocej¨®n (Toledo) se apresuraron a vincular a extranjeros como autores del crimen.
Fuera de la familia que cre¨® junto a los Mu?oz-Calero, Mady tambi¨¦n sufri¨®. ¡°El racismo est¨¢ en todas partes. Tambi¨¦n en mi pa¨ªs, donde somos todos negros, aunque ah¨ª la discriminaci¨®n era por la etnia. En Espa?a me gritaban por la calle: ¡®?Veta a tu pa¨ªs! ?Puto negro!¡¯. Intentaron agredirme. Una vez, al salir del restaurante, la polic¨ªa me par¨® con otro compa?ero, nos insult¨® y nos puso las manos sobre un coche... Pero prefiero llevarme lo bueno: esa gente tan alegre, el sol... Para m¨ª, Espa?a ser¨¢ siempre lo mejor del mundo gracias a Nacho y a Javier¡±.