El problema con la ¡°tarjeta Shirley¡±, el m¨¦todo de revelado de fotos que no tuvo en cuenta la diversidad racial
Cuando la fotograf¨ªa en color lleg¨® en los cincuenta se estandariz¨® un m¨¦todo de revelado con un balance de colores cuyo modelo hab¨ªa sido Shirley, una modelo blanca que, sin saberlo, reforz¨® el racismo en la mirada de la lente durante d¨¦cadas

Escribi¨® Susan Sontag en su libro Sobre la fotograf¨ªa que estas ¡°no solo evidencian lo que hay sino lo que un individuo ve, no son solo un registro sino una evaluaci¨®n del mundo¡±. James Baldwin a?adi¨®: ¡°Se dice que la c¨¢mara no puede mentir, pero raramente permitimos que haga otra cosa, ya que la c¨¢mara ve lo que t¨² ves¡±. La propia Sontag vaticinaba all¨¢ por los setenta que el mundo de hoy se atragantar¨ªa de im¨¢genes. Y ha ocurrido: la sobredosis de im¨¢genes digitales nos ha devuelto a la fotograf¨ªa anal¨®gica, cuyas ventas se triplicaron en 2023. Revelar carretes nos est¨¢ devolviendo la noci¨®n de la espera y sus colores retro han resurgido como un viejo idilio. Sin embargo, bajo ellos persiste una gram¨¢tica, una ¡°¨¦tica de la visi¨®n¡±, como apunta el historiador Luis Vives-Ferr¨¢ndiz S¨¢nchez en su libro La cultura visual en tiempos digitales y posthumanos. Por ejemplo, la visi¨®n racista de la sociedad por y para la que fueron inventados. Para entenderlo es necesario conocer la historia de la tarjeta Shirley, o c¨®mo el ¡°color normal¡± determin¨® nuestra mirada.
En la d¨¦cada de los cincuenta el mundo pareci¨® ser otro al llegar la posibilidad de ser inmortalizado en color. El tecnicolor dotaba de cientos de colores brillantes las pantallas de cine y poco a poco tambi¨¦n las de la televisi¨®n, y las llamadas impresiones cromog¨¦nicas terminaron de dar la patada al blanco y negro pintando las fotograf¨ªas comerciales. Ya no hab¨ªa que ser estrella o arist¨®crata para conseguir un retrato en el que se apreciaran unos ojos verdes... y una piel blanca. Pero de ese futuro pod¨ªan olvidarse las personas racializadas, porque el revelado de fotos a color lleg¨® estandarizado mediante una tarjeta que la empresa fabricante del momento, Kodak, reparti¨® a todos los laboratorios comerciales del mundo. En ella aparec¨ªa el retrato de una mujer an¨®nima que le hab¨ªa dado nombre: Shirley. Junto a esta mujer, a modo de muestra, seis tonos de diferentes colores etiquetados (los tres colores primarios, es decir, rojo, amarillo y azul cyan, y colores intermedios como el rosa, el verde y otro tono de azul).
No tardaron en apodar a esta modelo como la ¡°chica del color¡±. Con un vestido blanco, guantes negros, una pulsera de perlas y el pelo casta?o, su retrato era el resultado de una mezcla m¨¢s que medida de esos colores. La ¡°chica del color¡± ten¨ªa los ojos claros, y la piel tambi¨¦n. Debajo de ella pod¨ªa leerse la palabra ¡°normal¡±. Shirley fue as¨ª la imagen de un control de calidad que no permit¨ªa m¨¢s opciones cuando se trataba de retratar a personas: en cada estudio, en cada laboratorio, las m¨¢quinas de revelado se calibraban manualmente por un t¨¦cnico que no deb¨ªa perderla de vista. En palabras de Sarah Lewis, profesora de Historia del Arte y Arquitectura y Estudios Africanos y Afroamericanos en la Universidad de Harvard, revelar se convirti¨® en ¡°garantizar que la cara de Shirley se viera bien¡± en cualquier fotograf¨ªa. Paralelamente, en cine y televisi¨®n, estas tarjetas recibieron el nombre de ¡°China Girl¡± o ¡°Chica China¡±, haciendo una supuesta referencia a los maniqu¨ªes de porcelana utilizados en las primeras pruebas de pantalla, lo que defini¨® el campo del maquillaje profesional para plat¨®s.
Lewis explicaba en 2019 en un art¨ªculo para The New York Times que esto se traduce hoy en el equilibrio de colores de la tecnolog¨ªa digital, en la forma en que los sensores de las c¨¢maras digitales detectan o no sujetos cuando est¨¢n en modo autom¨¢tico, y esto mismo se ha empleado para construir todo un entramado de sistemas de videovigilancia que, por defecto, tienen predilecci¨®n por las personas racializadas, como destap¨® hace unos a?os Joy Buolamwini, investigadora del Instituto Tecnol¨®gico de Massachusetts (MIT), y que la directora Shalini Kantayya recogi¨® en el documental Coded Bias (Sesgo Codificado), disponible en Netflix.

El defecto, en realidad, resulta una suerte de comod¨ªn que oculta un modus operandi: las mujeres que aparecieron en aquellas tarjetas Shirley fueron muchas, pero todas seleccionadas por un pu?ado de hombres para convertirlas en el reflejo de una sola. El primer paso, unos ojos, un color de pelo, un alto y un ancho y un tono de piel. Luego tocaba un tipo de escote, un peinado, un estilo de ropa. Por ¨²ltimo, que no olvidaran sonre¨ªr. La manera en que hemos asumido la representaci¨®n del mundo depende de este proceso. Objetivar el ideal occidental del cuerpo femenino mediante la producci¨®n en cadena de Shirleys consigui¨® hacer la realidad en el sue?o de la mirada dominante. El fot¨®grafo Laurent Leger Adame nos lo recuerda: ¡°La tecnolog¨ªa deber¨ªa igualar la experiencia de todo el mundo, pero est¨¢ hecha de seres humanos, y esos seres humanos vienen con unos par¨¢metros sociales¡±.
El d¨ªa a d¨ªa de Leger consiste en trabajar desde esta perspectiva. Como persona racializada, ha aprendido a solventar los ¡°errores¡± predeterminados de las c¨¢maras que dificultan la representaci¨®n de quienes tienen la tez m¨¢s oscura de lo que recogen los est¨¢ndares de la tecnolog¨ªa fotogr¨¢fica. Explica, por ejemplo, que en el caso de las c¨¢maras digitales se pueden ajustar mejor los par¨¢metros de la m¨¢quina para que la piel oscura quede bien representada, pero como las pel¨ªculas y los sensores se fabricaron con el blanco como modelo, lo que ocurre es que cuando empiezas a ajustar para aproximarte mejor a una piel oscura el fondo de la imagen tender¨¢ a sobreexponerse. Entonces, ¡°le toca a uno decidir si prefiere sacrificar el aspecto del resto de la imagen para que se perciba mejor a la persona, o arriesgarse a desfavorecerla para buscar una homogeneidad¡±.
En la actualidad, al menos, quedan las posibilidades de la edici¨®n posterior en un ordenador: aumentar las sombras, equilibrar el contraste¡ Incluso si se trabaja en anal¨®gico. ¡°Por supuesto, no deja de ser injusto, porque hay que dedicar m¨¢s tiempo a unas personas que a otras solo por ser negras¡±. La fot¨®grafa Sol Bela Mele lo subraya. En su caso trabaja sobre todo en anal¨®gico y tiene m¨¢s de 40 c¨¢maras de todo tipo, pero ahora su favorita es una Mamiya RZ67, un modelo totalmente manual. ¡°Estoy contenta con ella, pero siempre he tenido problemas con todas al fotografiar a personas racializadas. Nada nuevo para m¨ª. Desde que empec¨¦, ya sab¨ªa que me pasar¨ªa... Y como era consciente, lo trabaj¨¦ hasta casi automatizar en mi cerebro que normalmente tengo que sobreexponer un poco m¨¢s con gente negra. Tengo un fot¨®metro que me ayuda, pero el minuto extra siempre estar¨¢ ah¨ª¡±, lamenta.

Tambi¨¦n en el cine se han ido buscando alternativas. El galardonado director de fotograf¨ªa Bradford Young, que ha trabajado con la directora Ava DuVernay, entre otros, no deja de buscar nuevas t¨¦cnicas para iluminar a los sujetos durante los procesos de rodaje. Por su parte, la directora de fotograf¨ªa Ava Berkofsky apuntaba recientemente en una entrevista en Mic sus trucos para iluminar a los actores de la serie de HBO Insecure. ?Lo mejor? La crema hidratante, aseguraba, porque hace que la piel brille, lo que nos retrotrae una y otra vez al comienzo de esta historia: ¡°Puede dar un aspecto como de porcelana¡±, objeta Leger, poco entusiasmado con la idea.
Las peripecias a las que se ven obligadas las personas racializadas para ser vistas con precisi¨®n en la c¨¢mara son m¨²ltiples y, cuanto menos, complejas. Lorna Roth, investigadora en estudios de medios y comunicaci¨®n, se?ala que las emulsiones de pel¨ªcula, es decir, lo que cubre la base de las cintas de un carrete y que reacciona con los productos qu¨ªmicos y la luz para producir una imagen, ¡°podr¨ªan haberse dise?ado inicialmente con m¨¢s sensibilidad a los diversos tonos de piel, m¨¢s amarillentos, marrones y rojizos, pero para eso, incluso ahora, el proceso de dise?o tendr¨ªa que estar motivado por una voluntad¡±. La voluntad de, como dice Leger, deconstruir no solo las miradas, tambi¨¦n las lentes.
No la hubo, as¨ª que durante d¨¦cadas millones de personas quedaron atrapadas en una negritud que ocultaba sus rostros. Adem¨¢s, ¡°Kodak nunca se encontr¨® con una ola de quejas de los afroamericanos sobre sus productos porque muchos de nosotros simplemente asumimos que las deficiencias del rendimiento de la emulsi¨®n de la pel¨ªcula solo reflejaban nuestras deficiencias como fot¨®grafos¡±, reconoc¨ªa Syreeta McFadden en 2014 en un art¨ªculo para BuzzFeed. Roth, de hecho, descubri¨® que el cambio en la tarjeta Shirley solo lleg¨® cuando los fabricantes de muebles y de chocolate presionaron a la empresa entre 1970 y 1980 para que corrigiera este sesgo de colores, porque adaptados a Shirley, ni los diferentes tipos de chocolates ni las vetas de algunas maderas se apreciaban en los cat¨¢logos. Para el caso de las personas, el cambio parec¨ªa imposible.
Casi medio siglo despu¨¦s, es en la est¨¦tica de aquellos tiempos donde estos est¨¢n encontrando una especie de refugio. ¡°Veo a muchos fot¨®grafos actuales que cuando fotograf¨ªan a una persona negra se basan en fotos antiguas que han tomado como inspiraci¨®n, y veo todav¨ªa en revistas fotos de personas que tienen un tono de piel oscuro, pero no tanto como la fotograf¨ªa muestra, y esto sucede porque no se va m¨¢s all¨¢ de esa inspiraci¨®n, porque est¨¢n usando carretes antiguos para acercarse lo m¨¢ximo posible a aquellas fotos sin preguntarse nada m¨¢s, por lo que tienden a ennegrecernos por inercia¡±, dice Leger, quien asegura que las revistas y los medios est¨¢n favoreciendo a profesionales que trabajan en medio formato, es decir, que revelan en anal¨®gico. ?l mismo lo prefiere, en cualquier caso, ¡°porque el resultado de la fotograf¨ªa anal¨®gica, a nivel t¨¦cnico, es otra historia. Se trata de aprender a manejarla¡±.
Leger sostiene que, si indagas mucho, se puede conseguir controlar el instante de la composici¨®n con esos carretes, pero en general, especialmente los fot¨®grafos blancos, no lo hacen. Mientras tanto, esa calidad t¨¦cnica de la imagen anal¨®gica vuelve con su doble cara. Es tan popular que hasta se emula digitalmente, con los filtros de Instagram como ejemplo. El propio dise?o del logotipo de dicha aplicaci¨®n quer¨ªa parecerse en sus comienzos a una c¨¢mara Polaroid. Lo que quiz¨¢s algunos no sepan es que fue precisamente esta c¨¢mara, y en concreto su modelo ID-2, la elegida como herramienta policial para la segregaci¨®n racial durante la era del apartheid. Con ella fotografiaban a las personas negras, hombres en su mayor¨ªa, para las libretas policiales.
Como recog¨ªa McFadden, la ID-2 incluye un flash dise?ado para a?adir un 42% m¨¢s de luz, lo que provocaba ¡°un oscurecimiento deliberado de los sujetos racializados¡±. A esto se aproxima lo que Leger recalca desde la preocupaci¨®n: un inter¨¦s creciente en fot¨®grafos blancos por ¡°esa est¨¦tica de oscurecer a la persona para que solo se le vean los ojos¡±. A Bela se le viene a la cabeza, por ejemplo, Rafael Pavarotti, uno de los fot¨®grafos a los que ella ha seguido como un referente, pero con cuya aparente costumbre de oscurecer a sus modelos reconoce tener ¡°un poco de drama¡±. En 2022, Pavarotti fotografi¨® a varias mujeres negras, de diferentes nacionalidades, para la portada de la edici¨®n brit¨¢nica de la revista Vogue. El resultado de su fotograf¨ªa abri¨® el mismo debate que el que le hab¨ªa sucedido en 2020 a otra portada de la edici¨®n estadounidense, en la que aparec¨ªa la gimnasta Simone Biles fotografiada por Annie Leibovitz. Si Pavarotti parece tender a oscurecer, Leibovitz parece tender a blanquear. Al final, ambos gestos aparentemente inversos sugieren lo mismo: ¡°Pueden ser profundamente insultante para nosotros¡±, reconoce Leger.
¡°?Qui¨¦n protege a los negros? ?Y toda la interseccionalidad que nuestras vidas requieren? Si todos desapareci¨¦ramos, ?qui¨¦n nos recordar¨ªa?¡±, se pregunta Pica Sullivan, la protagonista de Drylongso, una pel¨ªcula de la directora afroamericana Cauleen Smith estrenada en 1998. Pica se refer¨ªa as¨ª a la violencia constante entre asesinatos a manos de la polic¨ªa y muertes por sobredosis a la que se expon¨ªa a las comunidades negras. Filmada con una c¨¢mara de 16 mil¨ªmetros, la pel¨ªcula sigue los pasos de esta joven afrodescendiente estudiante de arte mientras recorre las calles de su ciudad, Oakland, fotografiando a hombres j¨®venes racializados. Cauleen encuentra en la fotograf¨ªa la mejor forma de preservar la existencia de todos ellos, y a trav¨¦s de ellos de su propia comunidad, porque teme el olvido. La c¨¢mara que la acompa?a para evitarlo es, precisa y parad¨®jicamente, una Polaroid.
Cuatro a?os antes, en 1994, Kodak finalmente lleg¨® a introducir nuevos rostros de mujeres (las nuevas Shirleys, como las denominaron) que sirvieron para la reconstrucci¨®n del est¨¢ndar, esta vez, con diferentes tonos de piel. Pero para entonces la fotograf¨ªa digital estaba cerca, y con ella la continuaci¨®n de una herencia que aquellas tarjetas no zanjaron. Hace un mes, cuenta Leger, llegaron a su estudio dos chicas para que las retratara. Eran amigas, las dos vascas, pero una de ascendencia congole?a y la otra tunecina. ¡°Cuando me dispuse a fotografiarlas, la c¨¢mara digital con la que trabajo recog¨ªa cierta informaci¨®n para una que no recog¨ªa para la otra. Por supuesto, cuando lleg¨® el turno de la chica m¨¢s negra, toc¨® modificar el fondo e iluminarla m¨¢s a ella¡±. Pero insiste: ¡°Si sabes c¨®mo hacerlo tan solo te llevar¨¢ unos minutos m¨¢s, as¨ª que no hay excusas. Debemos utilizar la misma tecnolog¨ªa que nos ha delimitado para cambiarla y, para ello, debemos estar presentes¡±.
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