La vida secreta de mis plantas
Nunca tuve buena mano para ello, pero durante el confinamiento compr¨¦ m¨¢s flores que en toda mi vida
De todos los nuevos ha?bitos que podi?a depararme la vida jama?s pense? que uno de ellos seri?a la jardineri?a. Nunca tuve buena mano con las plantas, ni siquiera para los cactus, hasta que llego? la pandemia y como tantos me empece? a aficionar. Durante el confinamiento compre? ma?s velas y flores que en toda mi vida, cada noche intentaba convertir mi casa en un pequen?o parai?so. Pero no era suficiente. Recorde? que en el extraordinario libro...
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De todos los nuevos ha?bitos que podi?a depararme la vida jama?s pense? que uno de ellos seri?a la jardineri?a. Nunca tuve buena mano con las plantas, ni siquiera para los cactus, hasta que llego? la pandemia y como tantos me empece? a aficionar. Durante el confinamiento compre? ma?s velas y flores que en toda mi vida, cada noche intentaba convertir mi casa en un pequen?o parai?so. Pero no era suficiente. Recorde? que en el extraordinario libro de Antonio Drove sobre Douglas Sirk, Tiempo de vivir, tiempo de revivir, el cineasta confesaba su rechazo por los ramos de flores, le pareci?an tristes, consuelo de infelices.
Para la entrevista con Drove, Sirk y su esposa, Hilde Jary, escogieron el rinco?n de su casa de Lugano donde reinaba un ficus, cerca de una gran ventana, junto al sillo?n color crema anaranjado en el que el maestro del melodrama se sento? para conversar. Se trataba de una extensa charla para una serie de TVE titulada Directed by Douglas Sirk y en el medio plano de la ca?mara destacaban el elegante traje de tweed del cineasta, la corbata de nudo ancho, las gafas oscuras y, de fondo, las ramas del imponente ficus. La primera pregunta fue precisamente sobre la felicidad, y el anciano alema?n le recordo? a Drove que la felicidad no es un derecho, sino una conquista que requiere tiempo y paciencia. Es la diferencia entre una floristeri?a y ver crecer una flor. En su cla?sico Escrito sobre el viento, Sirk lleno? el decorado de la casa principal de flores, ¡°flores cortadas, cada?veres de flores¡±, para expresar la desgraciada vida de sus personajes.
Ni feliz ni desdichada sino en estado de shock, el confinamiento de hace ya an?o y medio coincidio? con la primera primavera de un modesto jardi?n que tenemos a una hora de Madrid, un hermoso rinco?n rural y naturalista pensado para el extremo clima mesetario, sembrado de viva?ceas, grami?neas, membrillos y jazmines. Empece? a reunir plantas tambie?n en Madrid. Al principio me avergonzaba un poco sumarme a una tendencia reflejada en novedades editoriales, programas de centros de arte y hasta aplicaciones para el mo?vil. Este verano, en Barcelona se han celebrado unas jornadas del proyecto internacional Rai?ces y semillas XXI y, en Madrid, La Casa Encendida, que lleva tiempo llenando talleres sobre huertos urbanos y jardineri?a, ha indagado en la parte ma?s filoso?fica del asunto con la exposicio?n y el ciclo Un encuentro vegetal.
De entre todas mis plantas he sentido una alegre satisfaccio?n al comprobar la supervivencia de las que llegaron a casa como esquejes, entre ellas las de un kit naviden?o del mencionado centro madrilen?o que te animaba a adquirir el ha?bito de ¡°mirar expectante y detenidamente¡± a tu familia verde. Las observo crecer cada di?a, y junto al orgullo asoma cierta tristeza por no haber aprovechado mejor mi entorno, en especial los conocimientos de mi abuelo materno, un bota?nico que vivio? 40 an?os en A?frica y viajo? por todo el continente catalogando especies. Estuve especialmente unida a e?l en sus u?ltimos an?os de vida. Vivi?amos frente al Retiro y jama?s se me ocurrio? preguntarle por un mi?sero a?rbol; me llamaba con sorna ¡°pajarraco¡± y me daba dinero para divertirme. Estoy segura de que le hubiese hecho feliz conocer la vida secreta de mis plantas.
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