Antonio J. Rodri?guez: ¡°La mirada masculina heterosexual ve al otro hombre como una amenaza, como algo desagradable¡±
En su ¨²ltimo ensayo, el joven escritor y periodista paradigma de lo milenial agita el avispero de la masculinidad soltando porrazos a derecha e izquierda
Para ser alguien que habitualmente habla y escribe, incluso en Instagram, con la precisio?n atildada del profesor moderno en una facultad de letras, Antonio J. Rodri?guez (Oviedo, 1987) sabe, de vez en cuando, sacarse del Mac lo que e?l mismo llama ¡°una frase chimpu?n¡±. En su novela El candidato (Literatura Random House), una escena clave alcanza su punto a?lgido cuando el protagonista, un poli?tico centrista afranc...
Para ser alguien que habitualmente habla y escribe, incluso en Instagram, con la precisio?n atildada del profesor moderno en una facultad de letras, Antonio J. Rodri?guez (Oviedo, 1987) sabe, de vez en cuando, sacarse del Mac lo que e?l mismo llama ¡°una frase chimpu?n¡±. En su novela El candidato (Literatura Random House), una escena clave alcanza su punto a?lgido cuando el protagonista, un poli?tico centrista afrancesado e hiperambicioso, le dice a su novia, una joven estrella de la intelectualidad de origen a?rabe que esta? haciendo carrera cuestiona?ndose los dogmas de la izquierda: ¡°Co?meme el buey de Kobe¡±. Una vez la has lei?do, no puedes desleerla.
En su u?ltimo libro, titulado La nueva masculinidad de siempre (Anagrama), el primer capi?tulo tambie?n se cierra con una sentencia bomba?stica: ¡°Mientras los hombres sigamos siendo incapaces de besar otro falo, el machismo no desaparecera?¡±. Una cosa es encontra?rsela en la pa?gina 22 de un ensayo (de los largos) y otra, en el titular de un perio?dico digital dado al clickbait. La frase, y Antonio, fueron virales durante un rato y se produjo en redes la clase de reaccio?n que motivo? la escritura del libro. ¡°?Tampoco pretendi?a echar Mentos a la Coca-Cola!¡±, se defiende. ¡°Ni siquiera la pronuncie? en esa entrevista y eso que voy con el radar puesto pensando en los titulares que no quiero dar¡±.
Un inciso: Rodri?guez es tambie?n periodista y fue durante an?os redactor jefe de Playground, el que fue por un tiempo el paradigma de medio milenial en espan?ol, asi? que ninguna estrategia de viralizacio?n le es ajena. ¡°Que una frase asi? au?n genere pole?mica demuestra que los ti?os estamos llegando sistema?ticamente tarde a todas las conversaciones feministas. Si hablamos de lesbianismo poli?tico, hay muchi?sima bibliografi?a. El punto de partida del libro es la mirada heterosexual, que consiste en ver al otro hombre como una amenaza, como algo desagradable, lo cual es una estupidez. La construccio?n de la masculinidad se produce por un proceso de homofilia. Uno tiene unos modelos masculinos que admira y aprecia, que pueden ir del Nobel de Literatura a Cristiano Ronaldo, pero a la vez reniega de cualquier tipo de belleza en el hombre. Esto en el feminismo esta? totalmente superado pero de pronto lo dice un ti?o y es como: ¡®?Oh, ha dicho besar el falo!¡±.
En el libro recibe palos, por supuesto, la masculinidad enrocada en lo reaccionario pero tambie?n los aliados postizos y se analizan feno?menos como las pinzas ideolo?gicas que se dan cuando la derecha y la izquierda se ponen de acuerdo en odiar algo. ¡°Me hace mucha gracia cuando se produce ese solapamiento entre la izquierda rojiparda machicommie (de ¡°macho¡± y ¡°comunista¡±) y los prejuicios cato?licos. Al hablar del poliamor, por ejemplo, los dos grupos suelen decir: ¡®Es que se consumen personas como si fueran objetos¡¯. Pero eso nunca se dice cuando se habla de amistad. Nadie tiene problemas por tener cinco o 17 amigos. Esa alerta solo entra en escena cuando aparece el sexo¡±.
En su opinio?n, el futuro sera? poliamoroso o no sera?. ¡°Uno de los lemas ma?s repetidos en las marchas feministas es esa idea de ¡®mi cuerpo es mi?o¡¯. Pero en los modelos normativos de pareja eso no es verdad: mi cuerpo me pertenece a mi? y a mi pareja, es un patrimonio compartido¡±.
Tampoco e?l esta? libre de contradicciones, avisa. Por ejemplo, critica la autoexplotacio?n de sus conge?neres mileniales, pero lleva un re?gimen vital digno de lifehacker de San Francisco. Se despierta cada man?ana (madrugada ma?s bien) a las cuatro, escribe ¡°sus cosas¡± y hace deporte, lleva a su hijo de cuatro an?os al colegio y despue?s entra a trabajar a jornada completa en una agencia de publicidad. Ese empleo le resulta u?til para saber que? pasa en el otro lado, en el del capital y la masculinidad sin reformar.
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