Aceptemos de una vez que somos ¡®automoribundos¡¯ ambulantes
Al otro lado de los Pirineos acaban de descubrir ¡®Automoribundia¡¯, libro publicado por Ram¨®n G¨®mez de la Serna en 1948, que como escritor me hace sentir envidia de mis colegas espa?oles
He tenido un flechazo. Acaban de traducir en Francia Automoribundia, del gran escritor espa?ol Ram¨®n G¨®mez de la Serna (1988-1963). Por muy raro que suene, esta obra maestra nunca antes hab¨ªa sido traducida al otro lado de los Pirineos. ?Y eso que sali¨® en 1948! Tampoco en Alemania, Italia ni Inglaterra. ?Qu¨¦ verg¨¹enza! Muy pocas veces me he enamorado tan apasionadamente de un libro. Es un amor tan profundo que ya s¨¦ que releer¨¦ Automoribundia dentro de cinco, diez o 15 a?os, pero tambi¨¦n ...
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He tenido un flechazo. Acaban de traducir en Francia Automoribundia, del gran escritor espa?ol Ram¨®n G¨®mez de la Serna (1988-1963). Por muy raro que suene, esta obra maestra nunca antes hab¨ªa sido traducida al otro lado de los Pirineos. ?Y eso que sali¨® en 1948! Tampoco en Alemania, Italia ni Inglaterra. ?Qu¨¦ verg¨¹enza! Muy pocas veces me he enamorado tan apasionadamente de un libro. Es un amor tan profundo que ya s¨¦ que releer¨¦ Automoribundia dentro de cinco, diez o 15 a?os, pero tambi¨¦n dentro de cinco, diez o 15 minutos, y que no dejar¨¦ de recorrerlo hasta mi muerte.
El automoribundo no es solo Ram¨®n G¨®mez de la Serna, lo sois vosotros y lo soy yo, es la condici¨®n humana: somos moribundos ambulantes. Mejor aceptarlo con alegr¨ªa que arruinar nuestra vida intentando escapar a nuestra moribundez. Ram¨®n es el Cervantes del siglo XX y su Automoribundia es una amalgama de genialidad, un distribuidor de virtuosismo, un libro-monstruo como los Ensayos de Montaigne: mil p¨¢ginas de vida, de recuerdos, de rebeld¨ªa, de poes¨ªa, miseria y orgullo. Cuando abres esta obra maestra, tu vida cambia. Os aseguro que no exagero¡ pero seguro que ya la hab¨¦is le¨ªdo. Quiz¨¢ la estudi¨¢is en el colegio, yo qu¨¦ s¨¦.
Todo es aprovechable en este cuaderno autobiogr¨¢fico. Ram¨®n G¨®mez de la Serna es un superdotado desaforado, un madrile?o vividor que conoci¨® la gloria hace cien a?os cuando invent¨® las greguer¨ªas, esa especie de aforismos metaf¨®ricos (¡°La tort¨ªcolis del ahorcado es incurable¡±, ¡°La L parece largar un puntapi¨¦ a la letra que lleva al lado¡±). Public¨® su primer libro a los 16 a?os, dio conferencias subido a un trapecio de circo o encaramado a un elefante, solo escrib¨ªa con tinta roja. Una noche rob¨® una farola para llevarla a su casa y tener la impresi¨®n de seguir en la calle.
Exiliado en Buenos Aires desde 1936 hasta su muerte, muta en reinventor de sus invenciones. Sabe que Automoribundia es su ¨²ltima oportunidad. Lo escribi¨® en 1948, con 60 a?os, no ten¨ªa nada que perder, salvo todo. No hay una p¨¢gina de ese libro que contenga banalidad alguna. Publicar este tocho en octubre de 2020 es humillante para todos los autores franceses, rotos de antemano por el cierre de los bares. Es una avalancha de inteligencia, tristeza, lucidez y verbo.
Mientras pasaba con avidez sus p¨¢ginas, recib¨ª por correo la nueva novela de Manuel Vilas, Alegr¨ªa, publicada en Par¨ªs este mes de enero. Me he puesto a hojearlos alternativamente: un poco de Ram¨®n en el desayuno, un poco de Manuel en la comida y, despu¨¦s de la cena, vuestros dos autores me hab¨ªan embrujado. He sentido una gratitud infinita hacia su libertad. No me gustar¨ªa sacar conclusiones apresuradas, pero me parece que los escritores espa?oles tienen m¨¢s facilidad para salirse de la morralla cl¨¢sica que nosotros, los franceses, peque?os imitadores aplastados por Honor¨¦ de Balzac y ?mile Zola.
Descend¨¦is de Cervantes: el desorden no os molesta, bien al contrario. G¨®mez de la Serna y Vilas es lo que tienen en com¨²n: no inventan nada, pero al contar su biograf¨ªa a trav¨¦s de digresiones, desv¨ªos, delirios sinceros y recuerdos mit¨®manos, describen la vida en toda su riqueza. Un inmenso, maravilloso y desgraciado camino salpicado de emboscadas, incomprensi¨®n, soledad y grandeza. Un torrente de emoci¨®n y belleza. Los envidio, ?yo, que me empe?o en hacer planes laboriosos incluso para escribir esta columna!
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