?Prohibido odiar a los hombres?
El libro de Pauline Harmange ¡®Hombres, los odio¡¯, que ahora sale en Espa?a, desat¨® una pol¨¦mica al editarse en Francia. Un responsable de Igualdad del Gobierno franc¨¦s quiso frenar su publicaci¨®n por ser ¡°una oda a la misandria¡±
Poco pica tanto la curiosidad como que se intente prohibir o censurar algo. Que se lo digan a la cantante Barbra Streisand, cuya demanda en 2003 en aras de su privacidad contra un fot¨®grafo que hab¨ªa publicado una imagen de su casa en Malib¨² hizo que las b¨²squedas de esa foto en Internet se dispararan. ¡°Efecto Streisand¡±, se llama desde entonces a ese fen¨®meno. Pauline Harmange lo ha vivido en primera persona. La bloguera francesa de 25 a?os public¨® este verano un peque?o ensayo feminista, Hombres, los odio. Su editorial, la casi desconocida Monstrograph, solo public¨® 450 ejemplares. Na...
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Poco pica tanto la curiosidad como que se intente prohibir o censurar algo. Que se lo digan a la cantante Barbra Streisand, cuya demanda en 2003 en aras de su privacidad contra un fot¨®grafo que hab¨ªa publicado una imagen de su casa en Malib¨² hizo que las b¨²squedas de esa foto en Internet se dispararan. ¡°Efecto Streisand¡±, se llama desde entonces a ese fen¨®meno. Pauline Harmange lo ha vivido en primera persona. La bloguera francesa de 25 a?os public¨® este verano un peque?o ensayo feminista, Hombres, los odio. Su editorial, la casi desconocida Monstrograph, solo public¨® 450 ejemplares. Nadie pens¨® que ser¨ªa un bestseller. Pero la obra se ha convertido r¨¢pidamente en un fen¨®meno literario retomado por una de las grandes editoriales francesas, Seuil, traducido a varios idiomas. Y todo por un malogrado intento de censura por parte de un responsable de Igualdad del Gobierno. Sin haber le¨ªdo siquiera el contenido ¡ªle bast¨® con el t¨ªtulo, como ¨¦l mismo reconoci¨®¡ª, ?Ralph Zurm¨¦ly, encargado de misi¨®n en una de las oficinas del Ministerio Delegado de Igualdad de Francia, amenaz¨® a la editorial con medidas judiciales si no retiraba el libro, revel¨® el diario Mediapart, alegando que el ensayo era ¡°una oda a la misandria¡± y que ¡°la provocaci¨®n al odio por el sexo es un delito penal¡±.
M¨¢s all¨¢ de la an¨¦cdota censora, el libro que Paid¨®s publica este martes en espa?ol ha suscitado un vivo debate sobre la misandria que ha rebasado las fronteras galas. En su ensayo, que abre con una cita de Sylvia Plath ¡ª¡±El problema es que odiaba la idea de servir a los hombres, en todos los sentidos¡± (La campana de cristal)¡ª, Harmange defiende la misandria como ¡°un sentimiento negativo hacia el g¨¦nero masculino en su conjunto¡±, pero totalmente alejado de la violencia asociada a menudo a su supuesto ant¨®nimo, la misoginia. Y la utiliza como una herramienta para buscar una ¡°sororidad liberadora¡±: ¡°Creo que el odio a los hombres nos abre las puertas del amor hacia las mujeres (y hacia nosotras mismas) en todas sus formas posibles. Y que necesitamos este amor ¡ªesta sororidad¡ª para liberarnos¡±, escribe.
Casualmente, Hombres, los odio sali¨® a la venta el mismo d¨ªa que llegaba a las librer¨ªas otro libro calificado de mis¨¢ndrico, Le g¨¦nie lesbien (el genio de las lesbianas), de la periodista, escritora y activista lesbiana Alice Coffin. Si el libro de Harmange fue v¨ªctima de un intento censor solo por su t¨ªtulo, el de Coffin ha sido b¨¢sicamente reducido a una frase sobre los hombres: ¡°No basta con ayudarnos, tenemos que eliminarlos¡±, sostiene la tambi¨¦n concejala ecologista de Par¨ªs, aunque contextualiza su sentencia: ¡°Eliminarlos de nuestro esp¨ªritu, de nuestras im¨¢genes, de nuestras representaciones. Yo ya no leo libros de hombres, no veo m¨¢s sus pel¨ªculas, no escucho m¨¢s su m¨²sica (¡). Las producciones de los hombres son la prolongaci¨®n de un sistema, el arte es una extensi¨®n del imaginario masculino. Ya han infestado mi esp¨ªritu. Me preservo evit¨¢ndolos¡±, escribe. Una idea que retoma Harmange: ¡°Durante mucho tiempo, puse a los hombres primero: se adue?aban de todo mi tiempo sin dedicarme demasiado a m¨ª, me exig¨ªan que fuera constantemente mejor a sus ojos sin tratar de ser mejores a los m¨ªos. Comprend¨ª que, por mucho espacio que yo les cediera en mi vida, yo nunca ser¨ªa su prioridad. (¡) Por eso, ahora doy preferencia a las mujeres en los libros que leo, en las pel¨ªculas que veo, en los contenidos que consumo, en mis relaciones cotidianas, para que los hombres no tengan tanta importancia¡±.
Si eso es misandria, ?tan terrible es ¡°odiar a los hombres¡±?
Ambas autoras citan cifras oficiales de violencia de g¨¦nero que, afirman, desmienten toda acusaci¨®n de que la misandria incita a la violencia f¨ªsica contra los hombres: son ellos, argumentan, los que en una apabullante mayor¨ªa ejercen la violencia f¨ªsica o psicol¨®gica contra las mujeres, no al rev¨¦s. ¡°No se puede comparar la misandria con la misoginia, sencillamente porque la primera solo existe como respuesta a la segunda¡±, subraya Harmange, casada, por cierto, con un hombre.
No todo el mundo lo entiende as¨ª. Harmange ha sido acusada de sexista, siendo v¨ªctima en cierto modo de las mismas acusaciones que ella lanza contra el g¨¦nero opuesto. Y de incitar al odio. The Daily Mail apunt¨® al ¡°clamor¡± que se habr¨ªa producido ¡°si se hubiera sustituido (en el libro) la palabra ¡®hombres¡¯ por cualquier grupo racial¡±. En una tribuna en Le Monde, el jurista Evan Raschel abundaba en esa idea: ¡°?Imaginamos las reacciones que habr¨ªan provocado estas conflictivas propuestas si, en vez de los hombres, se hubiera atacado de esa forma a las mujeres, o a los homosexuales o a los miembros de una comunidad religiosa?¡±.
Para Le Figaro, las tesis de Harmange suponen una ¡°infantilizaci¨®n¡± de las mujeres. Y en la revista brit¨¢nica Spiked, un polit¨®logo, Promise Frank Ejiofor, advirti¨® de que ¡°odiar a los hombres no hace nada por la liberaci¨®n de las mujeres¡± y que incluso es ¡°malo para cualquier causa feminista porque no ve que el feminismo no es propiedad solo de las mujeres¡±, por lo que recomienda ¡°no perder el tiempo en un sinsentido posmoderno como Hombres, los odio¡±.
En los m¨²ltiples debates sobre su libro, a menudo se evoca a Val¨¦rie Solanas, la gran excepci¨®n de las estad¨ªsticas de violencia de g¨¦nero: la feminista radical, autora del Scum Manifesto, donde defiende el exterminio de los hombres, se hizo famosa por intentar matar a Andy Warhol en 1968. Parad¨®jicamente, escrib¨ªa Lib¨¦ration a prop¨®sito del revuelo provocado por el libro de Harmange, este es ¡°bastante menos vengativo que el Scum Manifesto, que est¨¢ libremente a la venta. Pero tiene esa palabra que suena como una bofetada y punto de no retorno: misandria¡±. Tambi¨¦n para el diario quebequ¨¦s Le Devoir, ¡°si Pauline Harmange se dice mis¨¢ndrica, su libro no lo es. S¨ª es un llamamiento a centrar la atenci¨®n de las mujeres m¨¢s all¨¢ de los hombres, a buscar el poder entre las mujeres¡±. Y demuestra, agrega, ¡°hasta qu¨¦ punto todav¨ªa es tab¨², incluso prohibido, imaginar un mundo donde se pudiera odiar a los hombres¡±.
En Hombres, los odio ¡°estamos lejos, muy lejos, del explosivo Scum Manifiesto¡±, coincide L¡¯Obs. Su cr¨ªtica literaria, Elisabeth Philippe, recuerda que Harmange ¡ªo Coffin¡ª no es la primera escritora mis¨¢ndrica de la historia. Ah¨ª est¨¢n Natalie Clifford Barney y sus Pensamientos de una amazona, en el que habla del hombre como el ¡°enemigo¡±; Mireille Havet, que ya escrib¨ªa sobre su ¡°odio al hombre¡±, o la propia Solanas. ¡°A su lado, el ensayo de Harmange es una canci¨®n de cuna, un canto de amor y de concordia¡±, sostiene. En cualquier caso, contin¨²a, ¡°?es que las palabras de Clifford Barney, Havet o Solanas han desatado una guerra de sexos sangrienta? ?Han puesto en peligro a los hombres? ?Han socavado el edificio patriarcal? No. La misoginia ha seguido prosperando en la sociedad y en la literatura¡±, recuerda y cita desde los insultos de Baudelaire contra George Sand a Flaubert, que se quejaba de ver la literatura ¡°ahogada en las reglas de las mujeres¡±. Y ni siquiera hay que retrotraerse tanto. ¡°Hoy en d¨ªa¡±, recuerda, ¡°uno de los autores m¨¢s mis¨®ginos es tambi¨¦n uno de los m¨¢s celebrados: Michel Houellebecq. (¡) Se celebra su ¡®fenomenolog¨ªa de la felaci¨®n¡¯, pero ning¨²n alto funcionario ha intentado denunciarlo. ?Por suerte!¡±.