Sue Gray, la investigadora de las fiestas prohibidas en Downing Street
La funcionaria indagar¨¢ sobre los excesos del primer ministro brit¨¢nico Boris Johnson durante el confinamiento
Sue Gray, la mujer que investiga los esc¨¢ndalos de las fiestas prohibidas en Downing Street, parece salida de la imaginaci¨®n de John le Carr¨¦. Pero resulta dif¨ªcil determinar si es uno de esos personajes que utilizan los propios mecanismos internos del sistema para arramblar con los corruptos o si se trata m¨¢s bien del c¨ªnico alto...
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Sue Gray, la mujer que investiga los esc¨¢ndalos de las fiestas prohibidas en Downing Street, parece salida de la imaginaci¨®n de John le Carr¨¦. Pero resulta dif¨ªcil determinar si es uno de esos personajes que utilizan los propios mecanismos internos del sistema para arramblar con los corruptos o si se trata m¨¢s bien del c¨ªnico alto funcionario que entiende perfectamente las piezas de las que se debe prescindir en un determinado momento para que el engranaje siga funcionando sin problemas.
A pesar de llevar cuatro d¨¦cadas en el coraz¨®n del Gobierno brit¨¢nico, la vida privada de Gray, de 65 a?os, es un misterio. Hasta lo que desvela, aumenta el enigma en vez de aclararlo. ¡°Antes de incorporarse a la Oficina del Gabinete [del primer ministro], Sue trabaj¨® en los departamentos de Transporte, Salud y Empleo y Pensiones, desempe?ando una serie de tareas que abarcaban desde el dise?o de las pol¨ªticas hasta su puesta en pr¨¢ctica¡±, dice su breve perfil biogr¨¢fico en la p¨¢gina oficial del Gobierno brit¨¢nico. ¡°Sue tom¨® un descanso en su carrera profesional a finales de los ochenta, cuando compr¨® y regent¨® un pub en Newry, Irlanda del Norte¡±, concluye la rese?a.
El local se llamaba The Cove y estaba en una zona fronteriza y conflictiva ¡ª¡±tierra de bandidos¡±, la llamaban¡ª de una regi¨®n azotada entonces duramente por la violencia terrorista y sectaria. Beb¨ªan en ¨¦l protestantes y cat¨®licos, convocados por la hospitalidad del matrimonio formado por Sue y ?Bill Conlon, un cantante country de relativo ¨¦xito. Una noche, cuenta el Daily Mail, un comando del IRA par¨® el veh¨ªculo de Gray a punta de pistola. ¡°Queremos el coche. Sal¡±, reclamaron. ¡°No¡±, contest¨® ella. En medio de una tensa situaci¨®n, se oy¨® una voz desde la oscuridad que dijo: ¡°Es Sue Gray, de The Cove. Dejadla ir¡±.
Para muchos pol¨ªticos que la han conocido personalmente, la vicesecretaria permanente de la Oficina del Gabinete ha sido, desde la sombra, la mujer m¨¢s poderosa del Reino Unido. Como directora general de ?tica y Decoro del Gobierno, de 2012 a 2018, investig¨® con precisi¨®n de cirujano las acusaciones de acoso sexual y uso de material pornogr¨¢fico en su ordenador oficial vertidas contra Damian Green, uno de los ministros, amigos y aliados m¨¢s fieles de la entonces primera ministra, Theresa May. Green acab¨® dimitiendo.
Oliver Letwin, el director del Departamento de Pol¨ªticas del predecesor de May, David Cameron, escribi¨® en Coalition, las memorias en las que repasaba el tiempo de Gobierno conjunto conservador y liberal-dem¨®crata: ¡°Me llev¨® dos a?os darme cuenta de qui¨¦n dirig¨ªa el pa¨ªs. Nuestro gran Reino Unido est¨¢ controlado completamente por una dama llamada Sue Gray, la jefa de ?tica o de algo as¨ª en la Oficina del Gabinete¡±, ironizaba Letwin. ¡°Nuestros pobres y enga?ados votantes creen que el primer ministro maneja las riendas del poder. ?Error! Lo cierto es que nuestra verdadera l¨ªder es Sue Gray, desde una peque?a oficina. ?Si lo supieran los chinos o los rusos! Probablemente llevan a?os pinchando los tel¨¦fonos equivocados¡±, escribi¨®.
Desde la ¨¦poca de los laboristas Tony Blair y Gordon Brown hasta la actualidad, esta funcionaria que no tiene una carrera universitaria, que no procede de Oxford o Cambridge como la mayor¨ªa de los hombres que componen ese cuerpo de mandarines que es el Servicio Civil brit¨¢nico ¡ªlos altos funcionarios¡ª, ha susurrado al o¨ªdo del primer ministro qui¨¦n pod¨ªa incorporarse al Gobierno, qui¨¦n deb¨ªa cesar, qui¨¦n pod¨ªa recibir un t¨ªtulo honor¨ªfico o qui¨¦n pod¨ªa o no, incluso, publicar sus memorias.
No se trata de un poder otorgado o reglado, sino de una auctoritas que muchos pol¨ªticos utilizan de buen grado para cubrirse las espaldas y navegar en las procelosas aguas de la Administraci¨®n. Pertenece Gray a esa estirpe surgida en la era victoriana de funcionarios fieles a sus jefes pol¨ªticos y a la idea de preservar la continuidad y el buen funcionamiento del Estado. Pero tambi¨¦n encaja en esa caricatura que conocer¨¢n bien los seguidores de la hist¨®rica serie de humor de la BBC Yes, Minister. La de un asesor c¨ªnico y despegado, que maneja a su antojo al jefe y acaba logrando que se pliegue a sus m¨¦todos.
Gray depende de Johnson, y dentro de su mandato investigador no est¨¢ llevar a cabo una instrucci¨®n penal. Deber¨¢ establecer los hechos objetivos de lo que ocurri¨® en Downing Street en los aciagos d¨ªas del confinamiento. Pero puede se?alar qui¨¦n se ajust¨® al decoro ¨¦tico y qui¨¦n mir¨® para otro lado. La funcionaria que anhela sobre todo la sombra y el anonimato ha pasado a situarse en el centro del escenario, y tiene ante s¨ª la dif¨ªcil decisi¨®n de elegir entre la lealtad al primer ministro, Boris Johnson, o a la instituci¨®n que el pol¨ªtico conservador ocupa de modo temporal. Gray ya estaba all¨ª cuando ¨¦l lleg¨®, y es probable que siga si finalmente ¨¦l se acaba yendo.
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