Obama y Europa respiran por la muerte de Gadafi
Solamente le faltaba a Obama y sus colegas europeos una captura de Gadafi
En el ya complejo panorama del Oriente Medio y la regi¨®n ¨¢rabe, solamente le faltaba a Obama y sus colegas europeos una captura de Gadafi (por otra parte, esperada). Aunque se asum¨ªa que la larga marcha de la oposici¨®n y pr¨¢ctica guerra civil acabar¨ªa alg¨²n d¨ªa con el apresamiento del dictador en fuga, tambi¨¦n se aceptaba como alternativa improbable que terminara por esfumarse, o convertirse en un beduino an¨®nimo, sin que se supiera de su paradero. Se tem¨ªa, como por fortuna no ha sucedido, que por la energ¨ªa aplicada en la b¨²squeda febril de la oposici¨®n, el tr¨¢gico episodio terminara como en Irak: con una r¨¦plica del arresto de Sadam Hussein. La muerte del s¨¢trapa representa un respiro para Obama y sus colegas.
Ahora, la OTAN, que no se olvide es el ente que ¡°declar¨®¡± la guerra a Gadafi, ha evitado una patata caliente que, como siempre sucede, le pod¨ªa caer encima a Obama, que ya tiene problemas suficientes. Estados Unidos debe encarar de vez en cuando tanto las responsabilidades como el control de la organizaci¨®n. Acabada una guerra, ahora empieza la verdadera reconstrucci¨®n, no limitada a la reparaci¨®n de carreteras y apuntalamiento de edificios en semi ruinosos. No cabe duda tambi¨¦n que el primer ministro brit¨¢nico Cameron (con tensiones internas) y el presidente franc¨¦s Sarkozy (padre reciente) sonr¨ªen ahora todav¨ªa m¨¢s que cuando desembarcaron en Tr¨ªpoli para reclamar el m¨¦rito por la acci¨®n tomada en su momento de apoyar a los rebeldes haciendo imposible las maniobras guerreras del dictador. La relativa limpieza con la que Par¨ªs, Londres,? Washington y otros aliados modestos europeos (Madrid) trataron la crisis libia, ahora se ha reforzado.
?Qu¨¦ hacer con Gadafi, si se le capturaba? Las alternativas eran varias, a cada cual m¨¢s complicada.
?Qu¨¦ hacer con Gadafi, si se le capturaba? Las alternativas eran varias, a cada cual m¨¢s complicada. Como primera opci¨®n, lo l¨®gico hubiera sido que, teniendo en cuenta que las potencias occidentales hab¨ªan reconocido la legitimidad de la oposici¨®n y considerando que ya dominaban todo el territorio libio, el tratamiento judicial del dictador pod¨ªa quedar como un asunto interno. Ahora bien, esta razonable soluci¨®n abr¨ªa otras inc¨®gnitas,algunas derivadas de los precedentes, a cada cual m¨¢s complicada. En el ambiente revoloteaba la experiencia del juicio y ejecuci¨®n de Sadam Hussein, no exactamente un modelo a imitar. Tampoco resultaba aconsejable dejar las manos libres a los nuevos dirigentes libios, que pod¨ªan caer en la tentaci¨®n del medi¨¢tico juicio de Mubarak, en camilla y enjaulado.
Si, como alternativa, el problema del tratamiento de Gadafi se traspasaba a una instancia de la justicia internacional, entonces el panorama se convert¨ªa en todav¨ªa m¨¢s complejo, pues pr¨¢cticamente no hay precedentes comparables. Aprovechar los precedentes modestos de los culpables del genocidio en las guerras de la antigua Yugoslavia dar¨ªa nueva fuerza al nuevo sistema judicial de La Haya, pero las dimensiones descomunales del largo r¨¦gimen libio rebasan los modestos ensayos en los casos de los responsables serbios por las matanzas en Bosnia. No est¨¢ claro si esa opci¨®n es la que m¨¢s le conven¨ªa a Estados Unidos en el caso libio, aunque fuera la m¨¢s aparentemente justa.
Optar por una soluci¨®n ¡°pan-¨¢rabe¡±, m¨¢s all¨¢ del contexto puramente libio, abrir¨ªa unos frentes novedosos en los que cada uno de los actores tratar¨ªa de recibir beneficios. Pero esa apuesta pod¨ªa resultar delicada tanto para los nuevos reg¨ªmenes salidos de la ¡°primavera ¨¢rabe¡± como para los sistemas autocr¨¢ticos de diverso grado desde Arabia Saudita a Marruecos. El nerviosismo mayor de debe notar ya en Siria, donde las similitudes con el caso libio son intrigantes. De ah¨ª que la ¡°soluci¨®n final¡± de la muerte de los dictadores, aunque sea en fuga o en combate, es la m¨¢s deseada.
Optar por una soluci¨®n ¡°pan-¨¢rabe¡±, m¨¢s all¨¢ del contexto puramente libio, abrir¨ªa unos frentes novedosos en los que cada uno de los actores tratar¨ªa de recibir beneficios.
En cualquier caso, cualquiera que hubiera sido la opci¨®n elegida para juzgar y condenar a Gadafi, o a los que le sigan, el verdadero reto todav¨ªa lo tienen los nuevos responsables libios, sin l¨ªderes identificables (como lamentablemente es el caso egipcio). Una tan larga dictadura de m¨¢s de cuatro d¨¦cadas, sostenida por la corrupci¨®n y el reparto de favores, es muy dif¨ªcil de hacer desaparecer debajo de la alfombra mediante una limpieza limitada a la desaparici¨®n de Gadafi. Desde los jefecillos de tribus a los empresarios que se repart¨ªan las ganancias de los recursos naturales hasta los componentes de las fuerzas de seguridad que constituyeron una especia de SS que garantiz¨® la supervivencia del r¨¦gimen, hay demasiados responsables que no pueden quedar liberados por la mera muerte del l¨ªder.
Finalmente,habr¨¢ que meditar en esta ocasi¨®n como en las otras (T¨²nez, Egipto) sobre la tambi¨¦n larga, sistem¨¢tica y contradictoria connivencia de numerosos gobiernos occidentales y notables intereses econ¨®micos con la dictadura libia. Desde la vergonzosa recepci¨®n de Gadafi en Europa, alojado en su tienda imperial y acompa?ado por sus guardaespaldas femeninas, hasta las visitas pedig¨¹e?as a Tr¨ªpoli, el legado europeo deja m¨¢s que desear. Pero queda ahora la oportunidad de la redenci¨®n mediante la reconstrucci¨®n y apoyo a la democracia.
Joaqu¨ªn Roy es Catedr¨¢tico ¡®Jean Monnet¡¯ y Director del Centro de la Uni¨®n Europea de la Universidad de Miami
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