Parque jur¨¢sico
Nadie sabe lo que es el autoritarismo, la abolici¨®n de la legalidad, el culto a la personalidad del l¨ªder ¨²nico y la exclusi¨®n de quienes piensan distinto, hasta que le toca sentirlo en carne propia
En los a?os 60 y principios de los 70, ser considerado intelectual en Venezuela obligaba a manifestarse como militante o simpatizante de la Izquierda marxista. La principal universidad del pa¨ªs, la Central, hab¨ªa sido tomada en sentido casi literal, por la ultraizquierda vinculada a la revoluci¨®n cubana y a la guerrilla aut¨®ctona que contaba con el apoyo log¨ªstico y militar de Fidel Castro. Cualquiera que no comulgara con esas ideas y acciones era tildado de ¡°gusano¡±, ep¨ªteto ideado por Castro para denigrar de los cubanos que hab¨ªan huido de su pa¨ªs con destino preferente a Miami.
El otro riesgo que corr¨ªamos los no comulgantes con aquella Izquierda castrocomunista, era ser se?alado como agente de la CIA. Nadie fue ejecutado en alg¨²n pared¨®n por causa de esas acusaciones, pero el hecho de ser sospechoso equival¨ªa a una segregaci¨®n de los c¨ªrculos intelectuales que predominaban en gran parte de la prensa y en el ¨¢mbito cultural.
Lleg¨® la pacificaci¨®n iniciada en el gobierno de Ra¨²l Leoni (1964-1969) y coronada en el primer gobierno de Rafael Caldera (1969-1974) y la mayor¨ªa de esa izquierda beligerante se incorpor¨® a la pol¨ªtica de partidos, particip¨® en elecciones y ocup¨® cargos de elecci¨®n popular. Los gobiernos de la socialdem¨®crata Acci¨®n Democr¨¢tica y del socialcristiano Copei, amansaron a muchos belicosos de anta?o con becas para estudiar cualquier cosa en Europa (de preferencia en Par¨ªs) y con cargos en la diplomacia y en la burocracia cultural. No se oy¨® nunca m¨¢s el grito ?Cuba si, Yanquis no!.
Ese izquierdismo marxistoide parec¨ªa muerto y enterrado hasta febrero de 1989 cuando Fidel Castro asisti¨® a la toma de posesi¨®n de Carlos Andr¨¦s P¨¦rez II y fue la estrella rutilante del acontecimiento. Apareci¨® entonces publicado en la prensa un manifiesto de bienvenida y apoyo al tirano de Cuba, firmado por cerca de mil intelectuales y acad¨¦micos, reincidentes en muchas de las consignas de aquella izquierda sangrienta y dogm¨¢tica que se hab¨ªa acogido a la pacificaci¨®n.
Nadie sabe lo que es el autoritarismo, la abolici¨®n de la legalidad, el culto a la personalidad del l¨ªder ¨²nico, el pensamiento tambi¨¦n ¨²nico y la exclusi¨®n de quienes piensan distinto, hasta que le toca sentirlo en carne propia. La gran mayor¨ªa de los firmantes de aquel manifiesto se ubicar¨ªa muy pronto en la oposici¨®n al r¨¦gimen de Hugo Ch¨¢vez, lo que signific¨® repudiar la injerencia cubana en el pa¨ªs y la casi total sumisi¨®n de Hugo Ch¨¢vez entonces y de Nicol¨¢s Maduro hoy, a los designios de los hermanos Castro. Pero los otros, los que no abjuraron, son quienes hoy gobiernan.
Y cuando sus discursos se llenan del palabrer¨ªo que Fidel Castro utiliz¨® durante m¨¢s de 50 a?os para justificar su dictadura eterna: la lucha contra el imperialismo yanqui y sus lacayos burgueses tarifados, la burgues¨ªa ap¨¢trida, la CIA y ahora tambi¨¦n el sionismo y el MOSAD, uno siente que ha entrado en el reino de la ciencia ficci¨®n y que estamos en el parque jur¨¢sico de la novela de Michael Crichton. No hace falta ninguna clonaci¨®n, basta que haya una crisis econ¨®mica que desespere a los ciudadanos y una decepci¨®n colectiva frente a los partidos pol¨ªticos tradicionales para que aparezcan los Tyranosaurius y los aspirantes a serlo.
En Venezuela los dos partidos pol¨ªticos que se alternaron el poder durante cuatro d¨¦cadas, se desvanecieron. Se fueron hundiendo por la corrupci¨®n y las luchas internas y los termin¨® de liquidar la antipol¨ªtica. Hugo Ch¨¢vez gan¨® las elecciones con las mismas consignas que hoy enarbola Pablo Iglesias, el l¨ªder de PODEMOS, en Espa?a: ¡°empoderar a la gente y dar el protagonismo a los ciudadanos¡±. En Venezuela con los C¨ªrculos Bolivarianos y en Espa?a con la propuesta de los C¨ªrculos Podemos ?Y qu¨¦ ser¨ªan los C¨ªrculos Podemos? La misma baratija demag¨®gica de los Bolivarianos con las diferencias de rigor: ¡°un punto de una red por la unidad, el cambio y la ruptura democr¨¢tica. Un grupo que comparte que la dram¨¢tica situaci¨®n que vivimos s¨®lo se arregla entre todos y con el protagonismo popular y ciudadano. Es un espacio ciudadano por la unidad para superar el r¨¦gimen caduco y cambiar una Europa que hoy est¨¢ al servicio de una minor¨ªa privilegiada¡±.
Los Tyranosaurius cuentan de inmediato con el apoyo de los Pterosaurios que, como tienen alas, vuelan para estar al lado de los tiranuelos de Izquierda en ejercicio o con posibilidades de serlo. Cuentan con un manifiesto modelo para solidarizarse con todo lo que huela a marxismo trasnochado. Noam Chomsky y Eduardo Galeano son infaltables y sorprende mucho cuando no aparece la firma de Ignacio Ramonet o de alg¨²n Nobel de la Paz como Rigoberta Mench¨². El ingrediente esencial para el triunfo de un Tyranosaurius, es el resentimiento. Los aspirantes a serlo deben azuzar con su discurso la rabia, la envidia y las ansias de venganza contra los pol¨ªticos, culpables de que usted, aquel y yo vivamos mal. Cuando el Tyranosaurius llega al poder no empodera a nadie m¨¢s que al ¨¦l mismo y a su camarilla. En su discurso ya hab¨ªa anunciado, sin que muchos se percataran, de que era necesaria la ruptura democr¨¢tica. Procede entonces a destruir las instituciones garantes de la libertad y de los derechos civiles, aplica las mismas recetas econ¨®micas que hundieron a Cuba, que han hundido una y otra vez a la Argentina y que tienen hundida en el pozo de miseria m¨¢s vergonzosa a Venezuela.
Y lo m¨¢s natural y casi obligatorio: hace su aparici¨®n la ¨²nica especie que disfruta y es inmensamente feliz durante el gobierno del Tyranosaurius: el Velociraptor, es decir el ladr¨®n m¨¢s voraz de entre todas las criaturas que uno cre¨ªa eran solo f¨®siles.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.