Un escondite entre perros
El acalde de Iguala y su esposa alquilaron una modesta casa con siete animales en el DF
La barriada de Santa Mar¨ªa Aztahuac¨¢n es una zona de casas humildes, unifamiliares, con los suelos de cemento, techos de l¨¢mina y las paredes de hormig¨®n. Situado en la popular delegaci¨®n de Iztapalapa, uno de los sectores m¨¢s inseguros de la Ciudad de M¨¦xico, el lugar es escenario a diario de asaltos y agresiones. ¡°Cuando el Gobierno promovi¨® el programa de desarme ciudadano, los vecinos se volvieron m¨¢s vulnerables y la delincuencia aument¨®, porque los criminales no son los que entregan sus pistolas¡±, describe un miembro del comit¨¦ vecinal que, por miedo, prefiere no decir su nombre. A una hora de distancia en coche del centro de la capital, el n¨²mero 27 de la avenida Jalisco amaneci¨® este martes sitiado por reporteros y c¨¢maras de televisi¨®n tras la detenci¨®n de la pareja Abarca en una casa de las inmediaciones en plena madrugada. Lejos de sus diecisiete propiedades en Iguala, el rancho, o el glamour de las joyer¨ªas y la plaza comercial a su nombre, el exalcalde y su esposa eligieron un escondite modesto, con tan solo una cama y una mesa. Seg¨²n ha trascendido de las investigaciones, las autoridades catearon un total de tres casas por la zona que fueron usadas por los fugitivos, pero hasta el momento no han precisado en cu¨¢l de ellas tuvo lugar la detenci¨®n.
Una cortina de papel, la ventana de la primera planta abierta, siete perros encerrados en el bajo de la vivienda con comida, una escoba casi nueva junto a la puerta y cuatro pantalones vaqueros (de mezclilla) colgados de una cuerda amarrada a la barandilla del piso superior, eran los ¨²nicos signos de vida en una casa en apariencia destartalada, con los vidrios de las salas que dan al patio quebrados. Una cesta con correspondencia y publicidad impresa yace volcada en el patio, junto a dos figuras de goma. No hay rastro de la polic¨ªa, ni de ning¨²n operativo previo, aunque la puerta principal est¨¢ forzada. Sobre la avenida, peque?as tiendas de comestibles, un par de restaurantes muy modestos y varios talleres de coches y motos.
Un hombre de unos cincuenta a?os, con gorra, mira at¨®nito la escena. ¡°Esa casa era de mis abuelos, que yo sepa nadie viv¨ªa aqu¨ª. Paso a diario con mi mototaxi (el medio de transporte de pago en el barrio, una motocicleta enganchada a un banco con ruedas cubierto por una lona) y nunca vi a nadie ah¨ª. Pero tampoco estaban esas cortinas¡±, se?ala perplejo.
¡°Ah¨ª viv¨ªa una se?ora mayor y al morir ella, su hija se qued¨® un tiempo con la casa, pero despu¨¦s la vendi¨® a los vecinos ricos¡±, cuenta una mujer que reside en un callej¨®n aleda?o y corrobora la identidad del nieto. ¡°Nadie se lleva con ellos, porque no se relacionan con el resto, que somos pobres¡±, a?ade mirando otro inmueble de la misma calle con un gran port¨®n de madera que esconde una vivienda de amplias dimensiones, muy distinta del resto de las casas. Las buganvillas moradas y varios ¨¢rboles se adivinan detr¨¢s de un alto muro de piedra que protege el jard¨ªn anterior. Durante la ma?ana, una mujer que niega toda relaci¨®n con los propietarios entra en el lugar con una bolsa de comida. Un hombre de mediana edad abre la puerta y cierra violento. No quieren hablar. Seg¨²n los vecinos, son los due?os de una f¨¢brica de muebles.
El lugar es un hervidero de rumores, pero cada versi¨®n difiere de la anterior. El tendero del establecimiento m¨¢s pr¨®ximo cuenta que de la casa sal¨ªa a veces una mujer de unos treinta a?os, ¡°de tez blanca y gordita¡±, pero no sabe m¨¢s detalles, ni siquiera habl¨® nunca con ella.
Algunas versiones publicadas en la prensa mexicana se?alan que dos vecinos avisaron a las autoridades del paradero de la familia Abarca despu¨¦s de haber visto al exedil cerca de Nezahualc¨®yotl, municipio del Estado de M¨¦xico colindante con Iztapalapa. ¡°Tendr¨ªan que salir, sino, ?c¨®mo com¨ªan?¡±, se pregunta un hombre. Pero pasear por la zona podr¨ªa haber sido un ejercicio demasiado arriesgado. A menos de doscientos metros se ubica la gran avenida Ermita Iztapalapa, con el Centro de Estudios Cient¨ªficos y Tecnol¨®gicos Cuauht¨¦moc, una escuela del Instituto Polit¨¦cnico Nacional que lleva varias semanas en paro por las reclamaciones estudiantiles. Un enorme arco se?ala la entrada a la zona rural de Santa Mar¨ªa Aztahuac¨¢n, que separa el barrio del resto de la urbe. ¡°Pueblo con encanto y tradici¨®n¡±, reza el lema inscrito. ¡°Yo no vi nada¡±, ¡°ayer no hab¨ªa polic¨ªa¡±, ¡°no ten¨ªamos ni idea hasta que lleg¨® la prensa¡±, repiten los hombres y mujeres agolpados en torno a la casa. ¡°Nos extra?a mucho todo este alboroto¡±, comenta la due?a de la casa contigua al n¨²mero 27. En el poblado y frente a las c¨¢maras, ning¨²n vecino supo nunca del paradero de los dos fugitivos m¨¢s buscados de M¨¦xico.
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