Costaguanas
?Qu¨¦ ha sido de la libertad ¡ªde todas las libertades¡ª en nuestras naciones de Am¨¦rica?
Postular una naci¨®n imaginaria y situar en ella la trama de una ficci¨®n inolvidable no es cosa f¨¢cil.
Joseph Conrad, el novelista brit¨¢nico de origen polaco, nacido hace casi 160 a?os, lo logr¨® soberbiamente al escribir Nostromo, novela publicada por vez primera en 1904 y que narra tres lustros de una incipiente rep¨²blica sudamericana: Costaguana. Con ella, Conrad se convirti¨® en autor del intento imaginativo m¨¢s profundo que existe en la literatura inglesa ¡ªy quiz¨¢ universal¡ª por comprender un ambiente latinoamericano.
Conrad afirm¨® categ¨®ricamente que con Costaguana quiso nombrar cualquier naci¨®n sudamericana
Adem¨¢s de ser tal vez la novela m¨¢s ambiciosa de Conrad, Nostromo se revela como un logro en extremo admirable cuando uno advierte que su autor no vivi¨® jam¨¢s en ning¨²n pa¨ªs del Caribe o la Am¨¦rica andina. Sin embargo, no ha sido dif¨ªcil para los cr¨ªticos rastrear los muchos libros que ley¨® Conrad para dar forma a su Rep¨²blica de Costaguana.
Uno de ellos, escrito por Sir Edward B. Eastwick, enviado especial brit¨¢nico, enjuicia acremente la intricada pol¨ªtica dom¨¦stica de Venezuela en la d¨¦cada de 1860. La imaginada geograf¨ªa de Costaguana resulta inequ¨ªvocamente venezolana y colombiana, si bien, mucho despu¨¦s de la publicaci¨®n de Nostromo, Conrad afirm¨® categ¨®ricamente que con Costaguana quiso nombrar cualquier naci¨®n sudamericana.
Dos siglos despu¨¦s de haberse separado del imperio espa?ol, ninguna de nuestras Costaguanas ha alcanzado la categor¨ªa de pa¨ªs desarrollado. La diferencia entre los niveles de vida de la regi¨®n y la de los pa¨ªses desarrollados no ha hecho m¨¢s que ensancharse desde comienzos del siglo XIX.
A partir de los a?os cincuenta del siglo pasado, diversas teor¨ªas sobre la dependencia econ¨®mica atribuyen a¨²n al car¨¢cter perif¨¦rico de Costaguana su atraso econ¨®mico, sus desigualdades y su d¨¦ficit de bienestar social. Eduardo Galeano fue el brillante rapsoda de esta visi¨®n tan cara a nuestros populismos. Su m¨¢s elocuente contraejemplo son los Estados Unidos, pa¨ªs ¡°perif¨¦rico¡± a comienzos del siglo XIX cuya productividad alcanz¨® a la de Reino Unido a finales del mismo siglo, gracias a una revoluci¨®n agroindustrial y financiera basada en la tecnolog¨ªa y la inversi¨®n.
La visi¨®n de Conrad, nos dicen, es racista e imperialista y tal vez tengan raz¨®n
Costaguana no puede hoy hallar excusa ni consuelo en la teor¨ªa de la dependencia puesta en boga despu¨¦s de la Segunda Guerra Mundial. Libre desde 1830 del r¨¦gimen colonial, la brecha entre Costaguana y los Estados Unidos (y el resto del mundo desarrollado) no parece ser, a la luz de lo que hoy saben los historiadores econ¨®micos, s¨®lo el resultado del imperialista siglo XX. La evidencia estad¨ªstica destaca niveles de ingreso per c¨¢pita en Costaguana que apoyan la idea de que su posici¨®n relativa respecto a los Estados Unidos no empeor¨® (aunque tampoco mejor¨®) durante todo el siglo pasado.
Dos siglos despu¨¦s de que los primeros movimientos independentistas estallaron en nuestra Am¨¦rica, la mayor¨ªa de ellos inspirados en la Ilustraci¨®n francesa y decididos a fundar rep¨²blicas liberales, ?qu¨¦ ha sido de la libertad ¡ªde todas las libertades¡ª en nuestras naciones?
Ninguna de nuestras Costaguanas ha alcanzado la categor¨ªa de pa¨ªs desarrollado
Muchos intelectuales hispanoamericanos han rechazado la pobre opini¨®n que m¨ªster Conrad se hizo de nuestras rep¨²blicas. Su visi¨®n, nos dicen, es racista e imperialista y tal vez tengan raz¨®n.
Pero las din¨¢micas del poder que a¨²n rigen nuestros pa¨ªses desde la era de los libertadores se remontan a los d¨ªas coloniales y hallan eco incomparable en los mitos de fundaci¨®n de la Rep¨²blica de Costaguana: ¡°Una exagerada y cruel caricatura, la fatuidad de una mascarada solemne, la grotesca atrocidad de cualquier ¨ªdolo militar de concepci¨®n azteca y aderezo europeo a la espera de sus adoradores¡±.
Doscientos a?os m¨¢s tarde, esas din¨¢micas (?inconscientes?, ?fatales?) todav¨ªa act¨²an como la mayor amenaza a las fr¨¢giles democracias de nuestras Costaguanas.
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