El pensamiento ¨²nico a prueba
Obama deber¨¢ seducir a quienes gritan consignas y las sienten, pero dudan de la lealtad al marxismo

Sospechando que Estados Unidos arremeter¨ªa contra la revoluci¨®n despu¨¦s de que la URSS dejase de subsidiarla, un funcionario cubano propon¨ªa entonces morir matando: bombardear Miami y despu¨¦s, al monte. Mija¨ªl Gorbachov hab¨ªa puesto el contador a cero durante su viaje a La Habana en 1988: se acabaron las multimillonarias ayudas a fondo perdido libradas durante m¨¢s de tres decenios de coalici¨®n ideol¨®gica. Cuba sola frente al imperio. El funcionario del bombardeo ten¨ªa mando en plaza y la soluci¨®n planteada no era una bravuconada de sobremesa, sino una propuesta pol¨ªtico-militar aplaudida por el corrillo oficialista presente en su despacho.
La presencia de Barack Obama en Cuba ser¨¢ aplaudida en las calles, destacada en los medios de comunicaci¨®n y bendecida por quienes secundan la apuesta americana: un sostenido ca?oneo de jamones y salchichas sobre los flancos m¨¢s vulnerables del castrismo. Pero el viaje presidencial ser¨¢ observado con recelo entre la nomenclatura, entre la militancia del partido, sumida en la introspecci¨®n, persuadida de que peligra su hegemon¨ªa, y la revoluci¨®n misma, si los planes estadounidenses consiguen su objetivo: la implosi¨®n del sistema a causa de sus propias contradicciones.
No es del todo cierto que Obama haya cedido mucho a cambio de nada, que haya entregado un cheque en blanco sin que Ra¨²l Castro y el bur¨® pol¨ªtico del Partido Comunista se hayan movido un ¨¢pice en su negativa a encarrilar el pa¨ªs hacia las libertades pol¨ªticas. Los inquilinos de la Casa Blanca no son pendejos. Sin apenas margen de maniobra, urgido por una econom¨ªa naufragada, Cuba acept¨® la mano tendida de Washington. Lo hizo asumiendo que el proceso hacia su consolidaci¨®n puede romper la ortodoxia doctrinal y el pensamiento ¨²nico.
No es del todo cierto que Obama haya cedido mucho a cambio de nada
El envite americano es di¨¢fano: liquidar las estructuras de partido ¨²nico desde dentro, minando el inmovilismo de sus cuadros con interlocuci¨®n y pacifica convivencia, desmontando los argumentos que cohesionaron el partido. En este sentido, una agitaci¨®n sutil, casi invisible, con epicentro en las conciencias de quienes se consideran revolucionarios y patriotas, tiene lugar en Cuba desde el 17 de diciembre del 2014.
El humor de la mujer que perdi¨® su empleo en una empresa estatal y abri¨® un peque?o restaurante es revelador de esa catarsis en el ADN revolucionario. Fastidiada por los impertinentes modales de un comensal estadounidense, extrapolando bilis y pol¨ªtica, la emprendedora se preguntaba en voz alta si la conciliaci¨®n iba a significar el regreso al vasallaje, al arrodillamiento a cambio de divisas.
El funcionario que propuso machacar la calle Ocho de Miami con misiles no era un chiflado, a pesar de que llegu¨¦ a pensarlo, sino un cubano de su tiempo y circunstancias, primog¨¦nito de una familia con un profundo sentimiento antiestadounidense. El hombre recordaba c¨®mo los yanquis impidieron la entrada de los mambises en Santiago durante la guerra colonial, se apropiaron de Guant¨¢namo y de la soberan¨ªa nacional con la enmienda Platt, intentaron asesinar a Fidel y bloquearon sin compasi¨®n.
Obama llega a un pa¨ªs en el que, con mayor o menor aprovechamiento, los manuales escolares de tres generaciones recogen la complicidad de CIA en los cuartelazos de Guatemala (1954), Brasil (1964), Rep¨²blica Dominicana (1965), Chile (1973), invasiones de Granada (1983) y Panam¨¢ (1989), y su intervencionista despliegue por medio mundo. Buen n¨²mero de las banderolas que Obama observar¨¢ durante su recorrido ser¨¢n empu?adas por pioneros, vanguardias populares y miembros de la Uni¨®n de Juventudes Comunistas, aleccionados desde la guarder¨ªa con canciones aleg¨®ricas y la tesis de que la defensa de la patria frente a la depredaci¨®n de la superpotencia solo es posible desde la patri¨®tica trinchera del partido.
La sociedad civil que Obama deber¨¢ cautivar no es la representada por el medio mill¨®n de emprendedores privados, ya convencidos de que el control estatal de los medios de producci¨®n es incompatible con el progreso econ¨®mico y la creaci¨®n de empleo; tampoco, la que grita consignas como letan¨ªas. Deber¨¢ seducir a quienes gritan consignas y las sienten, pero ¨ªntimamente dudan entre la lealtad a un ideario marxista ali?ado, y los nuevos tiempos: la pac¨ªfica vecindad ofrecida por Estados Unidos, estigmatizado como la metr¨®poli del capitalismo salvaje y el intervencionismo.
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