De regreso al pa¨ªs de Trump
El aeropuerto se ha convertido en tierra de incertidumbre
Nunca fue placentero ingresar a Estados Unidos. El oficial de inmigraci¨®n es la autoridad competente y soberana. De d¨®nde y a qu¨¦ viene, por cu¨¢nto tiempo y para qu¨¦ viaj¨®; inevitables preguntas que producen ansiedad. Ello lo conoce quien ha sido turista, quien ha sido estudiante y hasta lo conocen los residentes y ciudadanos de Estados Unidos.
Los extranjeros tambi¨¦n saben que el trato al ingresar no es el mismo para todos. Hasta circulan ¡°rankings de prestigio¡± de pasaportes. Pero una semana fuera de Estados Unidos alcanza para entender que dicha noci¨®n de ¡°prestigio¡± ha tomado un dram¨¢tico nuevo significado. Es que llegar de regreso es ahora como volver a otro pa¨ªs. El aeropuerto se ha convertido en tierra de incertidumbre.
Es un poco como en Am¨¦rica Latina, donde las calamidades siempre lo golpean a uno en el mism¨ªsimo aeropuerto: crisis econ¨®mica, inestabilidad, hiperinflaci¨®n, violencia social o pol¨ªtica, y el flagelo del narcotr¨¢fico, que se mide por el largo de las armas que uno observa. O como en Europa, donde el terrorismo ha convertido al aeropuerto en virtual zona de guerra.
En los Estados Unidos de Trump, la nueva incertidumbre se mira en CNN antes de embarcar y se respira ni bien uno aterriza. Ha sido solo una semana, una semana de decretos ejecutivos del presidente. Todos controversiales, por decir lo menos, pero ninguno m¨¢s controversial que la prohibici¨®n de entrada al pa¨ªs a ciudadanos de siete pa¨ªses de poblaci¨®n mayormente musulmana, que adem¨¢s nunca es la ¨²nica religi¨®n que se practica.
El argumento de la nueva administraci¨®n es que as¨ª enfrenta al terrorismo, pero los responsables de los ataques del 11 de septiembre no eran ciudadanos de ninguno de dichos siete pa¨ªses. La prohibici¨®n tampoco incluye a ciudadanos de pa¨ªs alguno de mayor¨ªa musulmana donde la Organizaci¨®n Trump tiene inversiones y emprendimientos comerciales. Los medios lo se?alaron al instante de emitido el decreto.
La prohibici¨®n ya ha sido disputada judicialmente, seg¨²n las organizaciones de derechos civiles que auspician la moci¨®n por ser ilegal e inconstitucional. Ello porque la prohibici¨®n incluye a personas con status de refugiado, tanto como residentes permanentes y temporarios; estos ¨²ltimos t¨ªpicamente estudiantes. Un juzgado de Brooklyn, NY sentenci¨® la suspensi¨®n temporaria del decreto: personas con visados correctos deben ser admitidos.
En el aeropuerto nada fuera de lo normal ocurr¨ªa dentro de la zona de inmigraci¨®n. Es de rutina que algunas personas sean demoradas, de ah¨ª el comienzo de esta nota: ¡°nunca fue placentero ingresar a Estados Unidos¡±. Ello sin saber que algunos estaban siendo deportados por su nacionalidad.
Lo que s¨ª era diferente era afuera, en el hall y en la calle. All¨ª uno se entera de lo que realmente sucede. Las protestas, las banderas de diferentes pa¨ªses y los carteles hablan por s¨ª mismos. Retratan ese otro pa¨ªs, aquel que el presidente Trump es incapaz de ver. Es el pa¨ªs donde manda la demograf¨ªa: un pa¨ªs inmigrante, de tez m¨¢s oscura, con un ingl¨¦s a media lengua y con un acento fuerte. Ese pa¨ªs multicultural y multireligioso no se ir¨¢ deportado por decretos.
Adem¨¢s de tierra de incertidumbre, el aeropuerto se ha convertido en sitio para la investigaci¨®n etnogr¨¢fica. Es curioso el nativismo militante de Trump. Muchos lo ven como una respuesta a la globalizaci¨®n y su incertidumbre. Y, parad¨®jicamente, su combate contra lo inevitable no hace m¨¢s que exacerbar aquella incertidumbre que tanto busca reducir.
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