Pedradas, paciencia o pleitos contra la subida de los precios de los pisos en Berl¨ªn
Autoridades y vecinos de la capital alemana luchan por frenar la acelerada subida de la vivienda


¡°Antes de salir, cierre la contraventana. Es por los que tiran piedras¡±, informa el casero a la inquilina reci¨¦n llegada a Berl¨ªn. Junto al ascensor, la polic¨ªa ha pegado un cartel que dice: ¡°En los ¨²ltimos meses en su vecindario se destrozan ventanas con piedras deliberadamente. [¡] Si ve un delito, no mire hacia otro lado, llame inmediatamente a la polic¨ªa¡±. Esta zona es una de las preferidas por las brigadas ¡°antigentrificaci¨®n¡±, que atacan sin piedad. El apartamento, nuevo, se encuentra en la linde del barrio de Kreuzberg, uno de los m¨²ltiples frentes de batalla urban¨ªsticos que salpican el mapa de la capital alemana. El crecimiento desmesurado de poblaci¨®n en una ciudad de rentas bajas, con mucho espacio y con cat¨¢logo de viviendas baratas y con mucho margen para el beneficio ha dado pie a una guerra en la que inversores, inquilinos y las propias autoridades pelean por definir la identidad de una ciudad en vertiginosa transformaci¨®n. ¡°Tenemos un problema muy grande. No queremos acabar como Londres, donde una persona con un trabajo normal no pueda vivir¡±, explica Matthias Kollatz-Ahnen, responsable de Finanzas de Berl¨ªn.
El fen¨®meno de la llamada gentrificaci¨®n ¡ªla renovaci¨®n de los centros y consecuente desplazamiento a la periferia de la poblaci¨®n con rentas m¨¢s bajas¡ª recorre Europa, pero Berl¨ªn, convertida hoy en la capital del poder europeo que visitan 12 millones de turistas al a?o, es un caso muy especial. Porque la guerra y la historia hicieron que esta ciudad partida por un muro no resultara atractiva para la industria ni para la poblaci¨®n. Berl¨ªn qued¨® convertida durante d¨¦cadas en una ciudad bohemia y libertina, reino de estudiantes, artistas y ciudadanos dependientes de los subsidios sociales. Una ciudad ¡°pobre pero sexy¡±, como la defini¨® Klaus Wowereit, uno de sus alcaldes. Hab¨ªa mucho espacio para construir y un alto margen de beneficio con rentas disparatadamente bajas. Era solo cuesti¨®n de tiempo que los precios se equipararan a los de las ciudades de su entorno.
A la coyuntura hist¨®rica se le a?ade la demogr¨¢fica. Berl¨ªn es una ciudad magn¨¦tica, que no deja de engordar. Cada a?o desembarcan cerca de 50.000 nuevos residentes de toda Europa y de Alemania en busca de trabajo y diversi¨®n. La demanda ha impulsado ¡ªcon retraso¡ª la construcci¨®n, adormilada durante a?os y las renovaciones, pero sobre todo ha disparado unos precios que mucho berlin¨¦s de a pie ¡ªque alquila mucho m¨¢s que compra¡ª ya no se puede permitir. Hay quien se toma la justicia por su mano a pedrada limpia. Otros colapsan los juzgados con demandas, mientras las autoridades encadenan medidas para evitar que la ciudad termine siendo invivible para el berlin¨¦s medio y que el modelo banlieue gane terreno con la expulsi¨®n de los m¨¢s pobres, muchos de ellos extranjeros, a la periferia.
Berl¨ªn es tambi¨¦n especial por la violencia que emplean los que se oponen a la gentrificaci¨®n. ¡°Vinieron por la noche, con antorchas, m¨¢scaras y c¨®cteles molotov. Lo duro son los dos primeros a?os, luego ya se cansan y van a por otras casas m¨¢s nuevas. Claro que hay problemas, pero la violencia no es la soluci¨®n¡±, piensa Uta Tapphorn, una vecina del apartamento de Kreuzberg, situado al pie de lo que fue el muro que dividi¨® Berl¨ªn. En la misma manzana, los bajos de un edificio hist¨®rico dan fe de que la advertencia del casero no es ninguna exageraci¨®n. Hay muchos cristales rotos, reparados con adhesivos gigantes. Desde su remodelaci¨®n hace tres a?os, este edificio hist¨®rico ha sido blanco de la lluvia de piedras de la extrema izquierda. Los due?os del inmueble han optado por responder a la agresi¨®n llenando las vitrinas rotas con mensajes y tiritas gigantes: ¡°Pi¨¦nselo dos veces. Antes de la primera piedra. Hay gente detr¨¢s de estos cristales¡±. Este edificio del sur de Berl¨ªn es solo una de las cicatrices de una guerra que planea por toda la ciudad.
En la otra punta, en el norte, resiste Sven Fischer. Entrar en su apartamento es lo m¨¢s parecido a cruzar el umbral de la aldea gala de Asterix. Es el ¨²ltimo inquilino original de los 60 que han tirado la toalla desde que hace cuatro a?os vendieran el edificio en el barrio de Prenzlauer Berg y lo renovaran de arriba abajo. Todo menos su apartamento. ¡°El ruido y el polvo han sido infernales. Ha habido d¨ªas en los que no hemos tenido agua caliente¡±, relata Fischer mientras pela zanahorias en la cocina de su casa. Fischer, que regenta una empresa de c¨®cteles moleculares que sirve en eventos, vive sumergido en una mara?a de procesos legales. Se niega a marcharse de la casa a la que se mud¨® hace 18 a?os y donde han nacido sus dos hijas. Paga 850 euros por un piso de unos 160 metros cuadrados. Su casa valdr¨ªa ahora unos 2.000 y no est¨¢ dispuesto a pagarlos. Su caso, ya c¨¦lebre, ha llegado hasta el Bundestag, donde se cita como ejemplo de los estragos que pueden causar las renovaciones de lujo. ¡°Han sido a?os muy duros, pero no nos vamos a ir. No nos interesa el dinero. Solo queremos quedarnos¡±, sentencia Fischer, de 47 a?os.
Para evitar casos como el de Fischer, las autoridades de Berl¨ªn han adoptado una bater¨ªa de medidas con las que no han conseguido frenar la subida de los precios, pero sin las que seg¨²n Kollatz-Ahnen, responsable regional de Finanzas, la situaci¨®n ser¨ªa ahora mucho m¨¢s dram¨¢tica. El Gobierno de Berl¨ªn est¨¢ construyendo miles de viviendas ¡ª3.500 este a?o¡ª que destinar¨¢ a uso social y comprar¨¢ a trav¨¦s de sus empresas p¨²blicas otras tantas para dedicar al arrendamiento. Limita adem¨¢s las renovaciones de lujo en 30 distritos de Berl¨ªn, donde proh¨ªbe adem¨¢s que se vendan casas enteras destinadas a alquiler. Aplica el tope m¨¢ximo ¡ªel llamado freno al alquiler¡ª que le permite la ley nacional y proh¨ªbe los alquileres tur¨ªsticos de apartamentos en los que no viva nadie. Barajan adem¨¢s nuevas medidas fiscales. ¡°El problema no se ha solucionado, pero sin estas pol¨ªticas, estar¨ªamos a¨²n peor. Por lo menos lo intentamos¡±, indica Kollatz-Ahnen.

¡°En Berl¨ªn hemos visto una subida masiva de los precios en los ¨²ltimos cinco a?os; de m¨¢s del 100% el precio de venta y en torno al 60% los alquileres. Son los mismos pisos y a menudo sin mejoras¡±, explica Harald Simons, considerado el sabio inmobiliario de la capital, del Instituto Empirica. ¡°Ahora hay mucha construcci¨®n. Este a?o y el que viene empezar¨¢n a salir un mont¨®n de pisos al mercado¡±, advierte Simons, quien cree que la supuesta burbuja berlinesa no es tal y que en unos cinco a?os los precios se habr¨¢n estabilizado. ¡°Berl¨ªn no va a ser Londres ni Par¨ªs¡±, vaticina.
Andy Dietrich, portavoz de la federaci¨®n de propietarios alemanes, el paraguas que agrupa a 26 asociaciones inmobiliarias, explica que el problema es que ¡°el mercado residencial ha crecido a un ritmo mucho menor que la poblaci¨®n. Hace 10 a?os, era f¨¢cil encontrar una casa para alquilar en Berl¨ªn. Ahora es mucho m¨¢s dif¨ªcil¡±. Indica tambi¨¦n que la ciudad resulta atractiva para los inversores, porque la econom¨ªa alemana es una isla de estabilidad. El reguero de gr¨²as que salpica la capital da fe de que la intensa actividad inmobiliaria.
En la Asociaci¨®n de Inquilinos de Berl¨ªn, una potente instituci¨®n con 160.000 socios y que asesora a unos 90.000 casos al a?o, es donde recalan buena parte de las quejas producto de los desajustes del crecimiento de la ciudad. Reiner Wild, al frente de la asociaci¨®n, sostiene que el llamado ¡°freno de alquiler¡±, que impone topes del 10% del precio por encima del de la media, no se respeta. ¡°No hay suficiente espacio, la demanda de pisos es muy alta¡± y calcula que hay unas 100.000 personas esperando un apartamento para alquilar. ?D¨®nde viven ahora? ¡°En el sof¨¢ de un amigo, en pisos-patera¡¡±. Faltan casas y faltan colegios y guarder¨ªas; uno de los temas que se ha vuelto muy presente en el debate pol¨ªtico alem¨¢n.
Una de esas inquilinas afectadas por la fiebre de la renovaci¨®n berlinesa llora desconsolada en una cafeter¨ªa del centro de Berl¨ªn mientras explica su caso. Bianca, que se dedica al mundo de la moda, abandon¨® su casa despu¨¦s de resistir meses de martillo hidr¨¢ulico, ventanas sin cristales y la polvareda de las obras que convirtieron su edificio modesto en un condominio lujoso. Perdi¨® el pulso con la inmobiliaria, pero consigui¨® una indemnizaci¨®n muy jugosa a cambio. Cree que esa es otra manera de luchar, m¨¢s efectiva que las piedras, ¡°haciendo que por lo menos los inversores paguen un precio muy alto¡±. ¡°Con un ojo lloras y con el otro r¨ªes¡±, se despide echando mano de un dicho alem¨¢n para expresar el sabor agridulce que le dejaron los meses de batalla en su trinchera dom¨¦stica.
Los alemanes ya no solo migran por trabajo
La migraci¨®n intra alemana est¨¢ empezando a cambiar, seg¨²n los datos que maneja Harald Simons del Instituto Empirica. Un estudio reciente elaborado con j¨®venes de 25 a 35 a?os muestra que los alemanes ya no emigran necesariamente del campo a la ciudad, sino que m¨¢s bien se concentran en unas 30 ciudades, muchas de ellas grandes, pero no necesariamente. Antes, los j¨®venes emigraban donde hab¨ªa trabajo, pero ahora, en una Alemania, con un ¨ªndice de desempleo en sus niveles m¨¢s bajos desde la reunificaci¨®n (5,8%) hay trabajo de sobra en muchos sectores y hay multitud de j¨®venes que pueden incluso elegir entre tres o cinco trabajos. En esa elecci¨®n, la calidad de vida juega un papel muy importante. Y en esa elecci¨®n, Berl¨ªn sigue siendo atractiva, pero cada vez m¨¢s cara. Ciudades m¨¢s baratas como Leipzig ¨Capodada el nuevo Berl¨ªn- se han convertido en la meca a la que ahora sue?an j¨®venes criados en ciudades peque?as y aburridas.
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