Historia de un naufragio
Suleim¨¢n quer¨ªa dinero para una casa. Jojo era camarera. Tina parti¨® con su hija de dos a?os. Todos murieron cuando el cayuco volc¨® en el mar. EL PA?S reconstruye el viaje con los supervivientes
El pasado 4 de diciembre, a primera hora de la ma?ana, un cayuco que se dirig¨ªa a Canarias con 195 emigrantes clandestinos a bordo naufragaba en aguas del Sahara Occidental, cerca de la ciudad mauritana de Nuadib¨². Un total de 62 cuerpos fueron recuperados, entre ellos 11 mujeres y una ni?a de dos a?os, y hay 47 desaparecidos. En definitiva, 109 muertos. ?Qui¨¦nes eran? ?De d¨®nde partieron y por qu¨¦? ?C¨®mo ocurri¨®? Esta es la historia de uno de los peores naufragios conocidos en la ruta migratoria hacia Espa?a, un relato a trav¨¦s de tres pa¨ªses poblado de traficantes, v¨ªctimas y verdugos, de secretos rotundos y medias verdades, de lucha por la vida y de desesperaci¨®n.
La historia comienza el pasado mes de noviembre en Barra, un pueblo de unos 8.000 habitantes en el norte de Gambia que se asoma al r¨ªo y cuyo ritmo est¨¢ marcado por el ir y venir del ferri que lo une con la capital, Banjul. All¨ª, el joven bombero Suleim¨¢n Manjang, de 25 a?os, esconde algo. Desde hace d¨ªas se ha corrido la voz de que varios cayucos saldr¨¢n hacia Europa, una oportunidad al alcance de la mano, el sue?o de construirse una casa para ¨¦l y su esposa, Fatou Darbo, a tiro de piedra. Con los 50 euros mensuales que gana no se lo puede permitir. ?l y su hermano Isma?la, vigilante de seguridad, empiezan los preparativos con discreci¨®n. El Backway, como se conoce en Gambia a la emigraci¨®n clandestina, es la opci¨®n. Su familia no lo sabe.
A pocos metros, en una calle cercana, Jojo Bojang, de 27 a?os y madre de un ni?o de siete, masca su frustraci¨®n. Trabaja como camarera en Kololy, un barrio de la capital, pero vive en condiciones miserables. Pide un visado para el Reino Unido, pero se lo deniegan. La historia de siempre. As¨ª que decide intentarlo. Tina Gomes, de 29 a?os, tambi¨¦n se va. Se lleva consigo a su peque?a de dos a?os, Dia Sarr. El 27 de noviembre env¨ªa un mensaje de audio a su amiga Ngou Ogechuko. ¡°Estoy escondida, no te puedo decir d¨®nde, re¨²ne el dinero y vente conmigo¡±, le dice. Pero no pudo ser. ¡°Lo vend¨ª todo, la ropa, mis collares, todo. No fue suficiente, me faltaron 100 euros. Llor¨¦ y llor¨¦, pero no pude irme con Tina¡±, asegura la joven nigeriana residente en Barra. Ahora da gracias a Dios por ello.
Suleim¨¢n, Jojo, Tina y su hija Dia murieron en el accidente. De hecho, al menos 60 de los fallecidos son de este pueblo donde un d¨ªa hubo una f¨¢brica de hielo y un casino pero que hoy languidece apenas sostenido por el trasiego de viajeros camino de Banjul. Sobre la arena de las calles de Barra flota estos d¨ªas una pena pesada que casi se puede tocar. Cabezas bajas. Miradas tristes. Y rabia. Horas despu¨¦s de que llegaran las primeras informaciones sobre la tragedia, la Polic¨ªa se posicion¨® en la gasolinera propiedad de Alhagie Baboucarr Fall, el alkalo?¡ªjefe tradicional del pueblo¡ª, a quien muchos se?alan como el cabecilla de la red que organiz¨® el viaje.
El naufragio ha sacado a la luz las miserias de Barra. El alkalo y su hijo Abdoulie han sido interrogados por los agentes durante d¨ªas. Y otros supervivientes hablan tambi¨¦n de un exluchador llamado Os, conocido como Mopho y en la actualidad en paradero desconocido, como el enlace que se encargaba de reclutar candidatos para los viajes. Porque fueron varios. En las ¨²ltimas semanas al menos cuatro cayucos partieron hacia Canarias; dos llegaron, el tercero naufrag¨® y un cuarto fue interceptado por la Marina mauritana. En este ¨²ltimo iba Emil Bass, de 21 a?os, que pag¨® unos 600 euros por su plaza. ¡°Nos enga?aron. Nos dijeron que ser¨ªan cuatro o cinco d¨ªas, que no hab¨ªa problema, que era f¨¢cil. En realidad, fue un infierno¡±, asegura.
La cita era en la isla de Ginak, cerca de Barra, el 27 de noviembre por la noche. Tras navegar durante varias horas llegaron a Niodior, al sur de Senegal. All¨ª montaron en una embarcaci¨®n m¨¢s grande que estaba escondida entre los vericuetos de la desembocadura del r¨ªo Saloum, al amparo de miradas indiscretas, protegidos por el manglar. La expedici¨®n estaba completa y pusieron proa a Canarias. Tras cuatro o cinco d¨ªas de singladura comenzaron los problemas. Se les hab¨ªa acabado la comida, ¡°arroz y galletas¡± recuerda el joven superviviente Cheikh Diuf, y el combustible escaseaba. Estaban a una veintena de kil¨®metros al norte de la ciudad mauritana de Nuadib¨², en aguas del?Sahara Occidental.
La ruta del cayuco
S?HARA
OCCIDENTAL
4 de diciembre
Tras varios d¨ªas de navegaci¨®n, naufragan frente a la costa de Nuadib¨².
3
Nuadib¨²
MAURITANIA
El cayuco se dirige hacia las Canarias.
2
Nuakchot
Saint Louis
SENEGAL
Dakar
Isla de
Ginak
Niodior
27 de noviembre
Sale de Ginak.
Despu¨¦s de varias horas llega a Niodior, donde cambian de embarcaci¨®n.
1
GAMBIA
Banjul
Barra
GUINEA-BIS?U
200 km
Rodrigo silva / EL PA?S
La ruta del cayuco
S?HARA
OCCIDENTAL
4 de diciembre
Tras varios d¨ªas de navegaci¨®n, naufragan frente a la costa de Nuadib¨².
3
Nuadib¨²
MAURITANIA
El cayuco se dirige hacia las Canarias.
2
Nuakchot
Saint Louis
SENEGAL
Dakar
Isla de
Ginak
Niodior
27 de noviembre
Sale de Ginak.
Despu¨¦s de varias horas llega a Niodior, donde cambian de embarcaci¨®n.
1
GAMBIA
Barra
Banjul
GUINEA-BIS?U
200 km
Rodrigo silva / EL PA?S
La ruta del cayuco
S?HARA
OCCIDENTAL
4 de diciembre
Tras varios d¨ªas de navegaci¨®n, naufragan frente a la costa de Nuadib¨².
3
Nuadib¨²
El cayuco se dirige hacia las Canarias.
2
MAURITANIA
Nuakchot
Saint Louis
SENEGAL
Dakar
Isla de
Ginak
Niodior
27 de noviembre
Sale de Ginak.
Despu¨¦s de varias horas llega a Niodior, donde cambian de embarcaci¨®n.
1
GAMBIA
Barra
Banjul
GUINEA-BIS?U
GUINEA
200 km
Rodrigo silva / EL PA?S
Mahmud Fall, gu¨ªa tur¨ªstico en paro y con largas rastas, est¨¢ muy enfadado. ¡°Se han dicho muchas mentiras sobre el naufragio¡±, asegura. ¡°?ramos 195, lo s¨¦ porque nos hicieron contarnos antes de partir. Aquel mi¨¦rcoles por la ma?ana nos encontramos dos barcos de pesca, peque?os cayucos¡±, asegura. ¡°Les preguntamos d¨®nde pod¨ªamos repostar y ellos nos advirtieron de que si nos pillaba la polic¨ªa nos meter¨ªan en la c¨¢rcel y nos har¨ªan pagar una multa¡±. Seg¨²n su relato, que coincide con el de otros supervivientes, los pescadores mauritanos les condujeron hasta un lugar apartado de la costa. Pero no era una playa, sino un acantilado.
¡°Echamos el ancla a unos diez metros de las rocas¡±, explica Diuf, estudiante de bachillerato. Isma?la Manjang, tambi¨¦n a bordo, insiste en que estaban muy cerca. ¡°Cinco metros, poco m¨¢s, pero era muy profundo¡±, relata. Todo pas¨® muy r¨¢pido. Una gran ola golpe¨® el cayuco, que se dio la vuelta, y los j¨®venes cayeron al agua. ¡°Muchos quedaron debajo de la embarcaci¨®n y se golpeaban contra ella en su intento de salir a flote. Los que no sab¨ªan nadar se agarraban de los que intentaban salir y los hund¨ªan con ellos¡±, cuenta Manjang, ¡°estaba aterrorizado pero consegu¨ª encaramarme a las rocas¡±. Mahmud Fall muestra ara?azos en el hombro y las rodillas. ¡°Las olas nos zarandeaban y algunos fuimos empujados hacia afuera y logramos salvarnos¡±, explica.
Mientras tanto, los pescadores mauritanos emprenden la huida. No quieren problemas. ¡°Los que ¨ªbamos saliendo del agua fuimos recuperando los cuerpos¡±, asegura Fall. Poco antes del mediod¨ªa, un grupo de emigrantes echa a andar y consigue llegar a la carretera principal, dando aviso de lo sucedido. ¡°Vinieron los militares mauritanos y las autoridades. Trajeron un gran cami¨®n, nosotros mismos les ayudamos a meter los cuerpos. Nos preguntaron si ¨¦ramos musulmanes y los enterraron esa misma noche en una fosa com¨²n despu¨¦s de lavarlos siguiendo el rito musulm¨¢n¡±, explica el superviviente.
Entre ellos estaban 15 j¨®venes de un peque?o pueblo llamado Madina Serigne Mass, 13 de ellos miembros de la misma familia, no lejos de Barra. ¡°Mis hijos Dodou y Pa Jagne, de 18 y 17 a?os respectivamente, se quedaron sin casa por las lluvias y hab¨ªan comprado 50 sacos de cemento para construir una nueva. Hab¨ªan hecho los bloques, pero no ten¨ªan m¨¢s dinero. Por eso se fueron¡±, asegura un apesadumbrado Mamat Yaw Jagne, su padre. Ambos hab¨ªan dejado la escuela y trabajaban en el campo. El propietario agr¨ªcola Alhagie Ndiaye Manka se lamenta. ¡°Tenemos tierra pero no acceso al agua. Cada vez llueve menos. Sin maquinaria ni fertilizantes es dif¨ªcil¡±. Muestra unas sand¨ªas reci¨¦n recogidas. Peque?as, escasas, insuficientes.
A apenas cinco kil¨®metros, Fass Omar Saho es un pueblo en duelo. Siete chavales de la localidad perdieron la vida en el naufragio. En casa de Alhagie Mbaye, uno de ellos, reina el desconsuelo. ¡°T¨² mismo puedes verlo. No tenemos luz, no tenemos agua corriente, solo nuestras manos para trabajar la tierra¡±, asegura Alhagie Mass Saho, padre del joven de 26 a?os. ¡°Sol¨ªa decir que su sue?o era mejorar nuestra vida. Su t¨ªo est¨¢ en Espa?a y manda dinero, eso nos ayuda mucho. ?l quer¨ªa hacer lo mismo¡±, explica su madre, Ami Drame. ¡°Era amable, sociable, generoso¡±. En la ¨²nica habitaci¨®n de su hogar familiar se hace un silencio espeso.
Nuadib¨². En la ciudad mauritana tampoco est¨¢n muy locuaces. Los 87 supervivientes son enviados a Nuakchot menos de 72 horas despu¨¦s del naufragio. Tienen prisa. En 2006 y 2007 ya vivieron varios accidentes, pero ninguno tan dram¨¢tico y en ninguno fueron tan opacos. El alcalde, Khassem Bellali, destaca los esfuerzos de Mauritania en la lucha contra la emigraci¨®n clandestina, pero dice que no se puede visitar el cementerio donde fueron enterrados ni el lugar de la tragedia. ¡°Nosotros cumplimos enterrando a los muertos seg¨²n nuestros ritos. Para lo dem¨¢s, hay que pedir permiso al hakim (gobernador)¡±. Nadie comenta nada de los pescadores mauritanos que supuestamente condujeron a los emigrantes hacia la costa y luego se dieron a la fuga. Fundido en negro.
El s¨¢bado 7 de diciembre, los 87 supervivientes son repatriados. Los gambianos son subidos a un autob¨²s y enviados a Nuakchot, la capital mauritana. ¡°Ni un bocadillo nos dieron¡±, asegura Mahmud Fall. De all¨ª siguieron viaje hacia Rosso, en la frontera entre Mauritania y Senegal. ¡°Tuvimos que mendigar para comer, as¨ª nos han tratado, como animales¡±, explica, ¡°mientras que a los senegaleses les dieron dinero para sus gastos¡±. Tras pasar la noche, siguieron viaje hacia Gambia. En total, 1.100 kil¨®metros de viaje de siniestra vuelta. Despu¨¦s, m¨¢s silencio. Nadie les ha contactado, ninguna ayuda, ninguna asistencia.
¡°Ir en un barco no es un crimen, el crimen es todos estos j¨®venes sin trabajo¡±, asegura Fall. El ch¨®fer Babacar Diakhat¨¦, otro superviviente de la tragedia, asiente con la cabeza. ¡°Si no nos lo impiden, iremos a Europa por docenas. Ahora conocemos el viaje, los peligros, c¨®mo hacerlo. Necesitamos ayuda aqu¨ª, en nuestros pueblos¡±, remata Fall. ¡°?D¨®nde est¨¢ todo ese dinero que Europa env¨ªa para impedir la emigraci¨®n clandestina?¡±, se pregunta Keba Bojang, padre de la joven camarera Jojo Bojang. Su peque?o de siete a?os entra en la habitaci¨®n. A¨²n no le han dicho que su madre no volver¨¢. En esta humilde casa de Barra tambi¨¦n se hace el silencio.
Luto en el Young Barcelona
Le gustaba que lo llamaran Semedo, pero su verdadero nombre era Yunusa Ciss¨¦. El apodo es por el jugador portugu¨¦s de origen caboverdiano del FC Barcelona, Nelson Semedo. ¡°Ambos ocupan el puesto de defensa lateral¡±, asegura Cheikh Omar Sow. ¡°Bueno, ocupaban¡±, a?ade con una mueca de disgusto. Ciss¨¦, de 20 a?os, era el capit¨¢n del equipo junior de la Rising Star Football Academy FC Barcelona de Barra, ¡°nuestro jugador con m¨¢s futuro, el mejor¡±, dice Sow, pero muri¨® en el cayuco naufragado junto a dos compa?eros, Dauda Fall y Pa Usmane Diop. Para ¨¦l ya no hay futuro.
En un campo situado a las afueras de Barra, un descampado de arena enmarcado por dos porter¨ªas sin redes, un grupo de ni?os corre detr¨¢s del bal¨®n. Son los infantiles de la academia, la ¨²nica actividad visible de un club de luto estos d¨ªas. ¡°Se llama Barcelona porque nuestro m¨¢nager, Idi Sonko Faye, es un gran aficionado del equipo catal¨¢n¡±, a?ade Sow. El sue?o de todos ellos es jugar en Europa siguiendo los pasos de sus ¨ªdolos, j¨®venes africanos como ellos que han logrado triunfar. Ansu Fati, Sadio Man¨¦ o el propio Semedo han sustituido a los Eto¡¯o, Drogba o Weah, adorados por una generaci¨®n anterior.
Emil Bass, compa?ero de Yunusa Ciss¨¦, es un enamorado de Messi. Tambi¨¦n se subi¨® a un cayuco, pero su embarcaci¨®n fue interceptada por la Marina mauritana. En casa de Ciss¨¦ est¨¢n de funeral. Los familiares y amigos vienen a dar el p¨¦same a Samba y Aida Diuf, los padres del joven, y dejan dinero en una bandeja, como dicta la tradici¨®n. ¡°Estaba estudiando pero su obsesi¨®n era el f¨²tbol¡±, explica Samba Ciss¨¦, ¡°le hab¨ªa prometido que cuando terminara intentar¨ªa arreglarlo para que fuera a Europa legalmente, pero ¨¦l insist¨ªa en irse ya¡±, recuerda. Su madre esconde la cara entre sus manos para que no la vean llorar. Ella le dio el dinero para el viaje.
"Tenemos unos 200 inscritos en la Academia", prosigue Sow, "pagan unos dos euros al mes y con eso financiamos el transporte para los partidos y el equipaje. Botas no, para eso no nos llega". La conversaci¨®n vuelve a Yunusa, Semedo para los amigos. "Era un l¨ªder, nos ayudaba con los m¨¢s peque?os, un modelo a seguir. Estoy en shock, estaba con nosotros desde que ten¨ªa 12 a?os", a?ade. Aba Hydara, miembro de la sociedad civil de Barra, pide ayuda. "Tenemos que apoyar a este equipo, a estos j¨®venes. Aqu¨ª hay talento pero no tienen medios, con uno de ellos que llegue a Europa, ese podr¨ªa contribuir para mejorar la vida de todos los dem¨¢s", dice.
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