El s¨ªmbolo es el pap¨¢ de Boris
A¨²n falta un acuerdo sobre servicios, que suponen el 80% de la econom¨ªa brit¨¢nica
Ni el propio texto, ni las fotos de colas navide?as, ni la pose de ning¨²n pol¨ªtico. El s¨ªmbolo m¨¢s vivaz del acuerdo entre el Reino Unido y la Uni¨®n Europea para el tratado comercial bilateral que este viernes entr¨® provisionalmente en vigor se llama Stanley y es el pap¨¢ de Boris Johnson.
Con la afirmaci¨®n de ¡°siempre ser¨¦ europeo, eso es seguro¡±, ha explicado su solicitud de nacionalizarse franc¨¦s ¡ªsu madre naci¨® en el Hex¨¢gono¡ª, sin renunciar a ser tambi¨¦n brit¨¢nico. No es un caso aislado. Tampoco Kirsten, la exesposa del exl¨ªder del UKIP Nigel Farage, reneg¨® de su identidad alemana, ...
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Ni el propio texto, ni las fotos de colas navide?as, ni la pose de ning¨²n pol¨ªtico. El s¨ªmbolo m¨¢s vivaz del acuerdo entre el Reino Unido y la Uni¨®n Europea para el tratado comercial bilateral que este viernes entr¨® provisionalmente en vigor se llama Stanley y es el pap¨¢ de Boris Johnson.
Con la afirmaci¨®n de ¡°siempre ser¨¦ europeo, eso es seguro¡±, ha explicado su solicitud de nacionalizarse franc¨¦s ¡ªsu madre naci¨® en el Hex¨¢gono¡ª, sin renunciar a ser tambi¨¦n brit¨¢nico. No es un caso aislado. Tampoco Kirsten, la exesposa del exl¨ªder del UKIP Nigel Farage, reneg¨® de su identidad alemana, ni de su pasaporte europeo. Ambos ilustran el poder de atracci¨®n de Europa incluso entre los ¨ªntimos de los l¨ªderes secesionistas m¨¢s aguerridos.
Sin desmentir la gran mayor¨ªa del apoyo al tratado en Westminster, el deslinde cualitativo la matiza severamente: el grueso del Partido Laborista lo valid¨® solo porque la alternativa era peor, pero 36 de los suyos se abstuvieron; todos los liberaldem¨®cratas votaron en contra; lo mismo que, compactas, lo hicieron las minor¨ªas nacionales escocesa, galesa y norirlandesa, ese mal augurio para la cohesi¨®n del reino: prefieren a Stanley que a Boris.
Y en la C¨¢mara de los Lores, la baronesa Hayter, socialista, logr¨® 213 meritorios apoyos (y 312 votos contrarios de carril) a su enmienda jerem¨ªaca por las ¡°limitaciones¡± del acuerdo; las ¡°nuevas trabas¡± a los flujos comerciales; ¡°el peso¡± de la burocracia; los ¡°problemas regulatorios¡±; la erosi¨®n del ¡°mutuo reconocimiento de los t¨ªtulos profesionales¡±; y el ¡°olvido¡± en que queda el principal sector de la econom¨ªa isle?a, los servicios. En la calle, junto al respiro porque todo podr¨ªa haber sido peor, el sector tot¨¦mico de la operaci¨®n, los pescadores, manifestaba su profundo desacuerdo al grito de ¡°traici¨®n¡±.
Por el contrario, y sin que Bruselas organizase una activa propaganda como la de Downing Street, no aparecieron detractores del pacto en el continente. As¨ª que, a la espera de los resultados econ¨®micos de ambas orillas, las ciudadan¨ªas han emitido ya su primer veredicto.
Para la positiva percepci¨®n continental del resultado ha cotizado la ausencia de virajes: no ha habido aqu¨ª un proyecto Cameron, otro May y varios Johnson, que atravesaron incluso el desmoche parcial (y ef¨ªmero) de su pacto sobre Irlanda del Norte del Acuerdo de Retirada. O la unidad negociadora entre Gobiernos e instituciones de la Uni¨®n.
Y, sobre todo, la impresi¨®n de que lo pactado responde en esencia a lo prometido (aunque al precio de difuminar el papel del Tribunal de Justicia europeo, TJUE): una relaci¨®n comercial sin aranceles ni cuotas que proporciona a la UE un super¨¢vit anual de 100.000 millones de euros. Sin mellar el mercado interior.
Para los amantes del detalle es aconsejable zambullirse en la solidez de los mecanismos de gobernanza de los posibles litigios (sustitutivos del TJUE), la clave de un buen contrato: lo m¨ªnimo que deben contener las normativas sobre el terreno de juego com¨²n (fiscal, competencia, laboral, medioambiental); las medidas unilaterales y autom¨¢ticas ¡°correctivas¡± o de retorsi¨®n en caso de abusivas ayudas de Estado a empresas; las consultas para discrepancias menores y el tribunal arbitral.
La protecci¨®n de los est¨¢ndares europeos es correcta. Excelente ¡ªdetallada y autom¨¢tica¡ª en cuanto a los de la pol¨ªtica de competencia (abusos de posici¨®n empresarial dominante, c¨¢rteles, subsidios distorsionadores).
Muy buena la exigencia de similares requisitos laborales, sociales y medioambientales, pues incluye el principio de la no regresi¨®n de los niveles alcanzados ya en la Uni¨®n y el recurso al tribunal arbitral si las exportaciones isle?as amenazan con distorsionar el mercado en caso de rebajarse los niveles de ambici¨®n de esos factores productivos.
Y un aprobado raspado en la protecci¨®n contra la competencia fiscal desleal (ante reducciones de tipos impositivos): solo se garantiza el list¨®n m¨ªnimo de la OCDE, aunque, claro, la armonizaci¨®n de los 27 es en esto escasa. Y el principio de que las ¡°medidas regulatorias no constituir¨¢n barreras comerciales disfrazadas¡±.
As¨ª que en este punto la mejor garant¨ªa puede estar fuera del tratado: a¨²n falta un acuerdo sobre el sector servicios, que supone el 80% de la econom¨ªa brit¨¢nica, e incluye al agresivo subsector financiero de la City (banca, Bolsa, seguros). Si Londres emprende una carrera para demoler impuestos, podr¨ªa contrarrestarse mediante un correctivo en el trato a ese emporio. Pero esta asignatura est¨¢ pendiente. Los Stanley y las Kirsten la aprobar¨ªan.