¡°Colombia nunca nos ha negado nada¡±
Los venezolanos en la capital colombiana celebran el estatuto temporal de protecci¨®n, anunciado esta semana, que permitir¨¢ regularizar a un mill¨®n de indocumentados
A sus 42 a?os, Eduardo Rodr¨ªguez est¨¢ a punto de ser abuelo. Este ayudante de obra venezolano no desatiende su celular, incluso en medio de su jornada de trabajo en un edificio en Galer¨ªas, un c¨¦ntrico sector de Bogot¨¢, pues se mantiene expectante sobre las noticias de su hija Roselis, de 22, pr¨®xima a dar a luz en un hospital de la capital colombiana mientras conversa el pasado mi¨¦rcoles con EL PA?S. A diferencia de ¨¦l, ella no tiene permiso de permanencia, es decir que sigue indocumentada. Aun as¨ª, ¡°la han atendido de maravilla¡±, cuenta agradecido sobre la ciudad que los acoge.
¡°Con l...
A sus 42 a?os, Eduardo Rodr¨ªguez est¨¢ a punto de ser abuelo. Este ayudante de obra venezolano no desatiende su celular, incluso en medio de su jornada de trabajo en un edificio en Galer¨ªas, un c¨¦ntrico sector de Bogot¨¢, pues se mantiene expectante sobre las noticias de su hija Roselis, de 22, pr¨®xima a dar a luz en un hospital de la capital colombiana mientras conversa el pasado mi¨¦rcoles con EL PA?S. A diferencia de ¨¦l, ella no tiene permiso de permanencia, es decir que sigue indocumentada. Aun as¨ª, ¡°la han atendido de maravilla¡±, cuenta agradecido sobre la ciudad que los acoge.
¡°Con la situaci¨®n en Venezuela ya no alcanzaba para comer¡±, relata sin amarguras Eduardo, que se dedicaba a manejar una gandola, como le dicen all¨¢, o una tractomula, como le dicen de este lado de la frontera. Sin embargo, en los casi tres a?os que lleva en Bogot¨¢ no ha podido obtener la licencia para conducir, y desde entonces se ha sostenido con diversos oficios. Fue ayudante de mec¨¢nica y vigilante antes de dedicarse a la construcci¨®n. Ese fue uno de los primeros sectores que la Alcald¨ªa reactiv¨® en medio de las restricciones provocadas por la pandemia, que en su caso han podido sobrellevar gracias a su trabajo y el de su esposa, una manicurista que atiende a domicilio.
Primero vino ¨¦l ¨C¡±si voy a pasar hambre, paso hambre yo solo¡±, pens¨®¨C y despu¨¦s fueron llegando su esposa, sus dos hijas y su yerno. ¡°Mi familia es peque?a, humilde, trabajadora, echados pa¡¯lante¡±, dice al usar una expresi¨®n popular a lado y lado de la l¨ªnea lim¨ªtrofe que repite como mantra. ¡°Salimos siempre con la frente en alto a representar nuestro pa¨ªs y nuestro pueblo, Carola, en el estado Lara, a hora y media de Barquisimeto¡±, cuenta con orgullo en un flamante d¨²plex de paredes blancas, por estrenar, en el piso 5 del edificio que levantaron varios obreros venezolanos como ¨¦l y su paisano Armando Blanco, de 33. ¡°Nos ha ido bien¡±, apunta.
Eduardo se enter¨® de la regularizaci¨®n masiva que anunci¨® el pasado lunes el Gobierno de Iv¨¢n Duque por las redes sociales, las noticias y las llamadas de amigos que se multiplicaban. ¡°Es una emoci¨®n para todos los venezolanos que estamos aqu¨ª. Yo me alegro por mis hijas. Va a ayudar a que consigan un buen trabajito¡±, vaticina. Debido a la par¨¢lisis de las autoridades venezolanas para emitir documentos, ellas nunca pudieron sacar su pasaporte. ¡°De verdad lo necesitamos¡ aunque te digo, Colombia nunca nos ha negado nada¡±, se?ala. Su nieto, Samuel Alejandro, naci¨® por cesar¨ªa el jueves a las 4.45 de la madrugada. ¡°Va a tener su cedulita colombiana¡±, dice con una sonrisa.
Con una vigencia de diez a?os, el estatuto temporal de protecci¨®n se propone registrar a los 1,7 millones de migrantes venezolanos que est¨¢n en el pa¨ªs, regularizarlos y que los que quieran quedarse puedan optar por una visa de residencia. Incluye a todos los regulares, a los irregulares que llegaron antes del pasado 31 de enero y a los que ingresen por un puesto de control migratorio durante los primeros dos a?os.
M¨¢s de cinco millones de personas han salido de Venezuela en busca de oportunidades en los ¨²ltimos a?os. La pandemia ha retratado con crudeza las precarias condiciones en que viven muchos. En Colombia, el principal pa¨ªs de acogida, el nuevo estatuto beneficia a todos los venezolanos, pero en especial al mill¨®n que permanece sin papeles. Ahora tendr¨¢n mayores posibilidades de acceder a la oferta de servicios del Estado. Despu¨¦s de haber cruzado p¨¢ramos y monta?as para afincarse en alguna ciudad colombiana, casi uno de cada cinco (19,5%) vive en Bogot¨¢, la fr¨ªa capital a m¨¢s de 500 kil¨®metros de la frontera, que acoge a 337.000. El acento se escucha en cada esquina.
Empujados a huir por la escasez de alimentos y medicinas, la hiperinflaci¨®n o la inseguridad, hay tantas historias como migrantes. Yoleibys P¨¦rez y Juan Colmenares, originarios de Valencia, en el estado Carabobo, atienden un peque?o local de arepas venezolanas en Chapinero, un tradicional barrio bogotano que se reactiva t¨ªmidamente en una capital que acaba de superar la segunda ola de la pandemia.
¡°All¨¢ est¨¢bamos pasando necesidades¡±, cuenta Yoleibys, de 27 a?os, quien hace tres a?os emprendi¨® el camino poco despu¨¦s de graduarse como sic¨®loga y tiene en orden su permiso de permanencia. Juan, su novio de 34, sigui¨® sus pasos, pero no ten¨ªa pasaporte y tuvo que pasar por las trochas, como se conocen la infinidad de pasos informales que abundan en la porosa l¨ªnea lim¨ªtrofe de m¨¢s de 2.200 kil¨®metros. Como es m¨²sico, atraves¨® con los parales y los platillos de su bater¨ªa. ¡°Yo no quer¨ªa venirme ilegal, pero pasaron los meses y me vine¡±, relata despu¨¦s de haber servido un par de arepas de pabell¨®n criollo. Inspiradas en el plato t¨ªpico venezolano, llevan carne desmechada, frijol negro, pl¨¢tano maduro y queso coste?o. Ya lleva dos a?os indocumentado.
Cuando vieron la noticia sobre la regularizaci¨®n en su apartamento, a una cuadra del local, ella salt¨® y grit¨® de la emoci¨®n, cuenta con los ojos iluminados: ¡°Es una esperanza para todos nosotros¡±. La medida despeja su peor temor: que deportaran a Juan por encontrarlo en la calle, as¨ª no estuviera haciendo nada malo. ¡°Me content¨®. Tengo much¨ªsimos planes que estaban interrumpidos por el hecho de estar ilegal¡±, a?ade Juan. ¡°Hay algo que los venezolanos que migraron no se atreven a decir. La Venezuela que uno vivi¨® ya no existe¡±, razona al explicar por qu¨¦ no piensa en regresar.
¡°El estatuto definitivamente es una referencia para la regi¨®n de lo importante que es tender la mano en procesos humanitarios¡±, valora Lian De Gouveia, polit¨®loga de 26 a?os que vive en los l¨ªmites de Cedrizuela, como apodan al barrio Cedritos por el alto n¨²mero de venezolanos. Originaria de Los Teques, estado Miranda, form¨® parte de la ¨²ltima camada del movimiento estudiantil y quer¨ªa hacer pol¨ªtica, pero sali¨® de su pa¨ªs despu¨¦s de las protestas contra el Gobierno de Nicol¨¢s Maduro en 2017. Estuvo en las calles para buscar un cambio que nunca lleg¨®. Cuenta que en tres meses baj¨® cerca de ocho kilos. Se cas¨® con su novio, Jos¨¦ David, el d¨ªa antes de partir. Desde entonces ha armado zapatos, hecho donuts, vendido minutos de celular o atendido un call center, entre muchos otros oficios. ¡°Para nosotros Colombia fue un destino de emergencia, pero nuestra intenci¨®n es ir a Europa¡±, pues quieren seguir estudiando y sus ancestros son portugueses. Aunque se declara ¡°eternamente agradecida¡± por el estatuto, reflexiona que la vigencia de diez a?os es ¡°agridulce¡±, pues quiere decir que ¡°la soluci¨®n para Venezuela no est¨¢ nada cerca¡±.