Una mortal carrera contrarreloj para salir de Afganist¨¢n
La decisi¨®n de los talibanes de querer hacerse con el aeropuerto de Kabul a partir del 1 de septiembre a?ade a¨²n m¨¢s dramatismo a las miles de personas que abarrotan los alrededores del recinto
En una zona del aeropuerto de Kabul custodiada por las tropas noruegas hay un hombre, de unos 50 a?os, completamente abatido. Al lado, su mujer y sus dos hijos, de nueve y 10 a?os. Alrededor se mueve una confusi¨®n de miles de personas desesperadas por entrar, que avanzan y retroceden. Pa...
En una zona del aeropuerto de Kabul custodiada por las tropas noruegas hay un hombre, de unos 50 a?os, completamente abatido. Al lado, su mujer y sus dos hijos, de nueve y 10 a?os. Alrededor se mueve una confusi¨®n de miles de personas desesperadas por entrar, que avanzan y retroceden. Para acceder a la puerta met¨¢lica de este punto hay que saltar una alambrada y luego salvar una suerte de canal que sirve de foso de dos metros de profundidad y otros dos de ancho, por donde discurren aguas sucias. En medio del arroyo hay un alambre de espino. En cada lado del foso hay cientos de personas esperando. Dentro, tambi¨¦n.
Cuando este hombre, tras bajar al canal, trat¨® de pasar por encima del alambre, un ladr¨®n le rob¨® la bolsa de viaje. Ah¨ª iban los ahorros de tres a?os: 7.000 d¨®lares (casi 6.000 euros). Todo su dinero. M¨¢s de 70 minutos despu¨¦s del robo, el hombre, sentado en el suelo en un ¨¢rea algo alejada, no sabe qu¨¦ hacer. Trabaj¨® durante cinco a?os para Estados Unidos en Kabul como guardia de seguridad y llevaba cinco d¨ªas acudiendo al aeropuerto para tratar de alcanzar alguna puerta que le permitiera entrar y salir del pa¨ªs. Tanto ¨¦l como su familia ten¨ªan todos los papeles en regla. ¡°Guardaba esos 7.000 d¨®lares para, si todo fallaba, tratar de escapar v¨ªa tierra por Ir¨¢n o Pakist¨¢n. Ahora ya no tengo ninguna esperanza. Ojal¨¢ a los ladrones los encuentren los talibanes y les corten las manos¡±, se lamentaba.
Todo esto ocurri¨® el domingo pasado. Pero cada d¨ªa se repiten escenas parecidas. Entrar al aeropuerto de Kabul sigue siendo la pesadilla recurrente de miles ¡ªtal vez decenas de miles¡ª de afganos que tratan de huir de su propio pa¨ªs, que tras la victoria de los talibanes se ha convertido para ellos en un territorio mortal. Y la pugna para conseguirlo es ya una carrera contrarreloj despu¨¦s de que un portavoz talib¨¢n asegurara este lunes en una entrevista a Sky News que su intenci¨®n es tomar el control absoluto del aeropuerto a partir del 1 de septiembre. Si esto se cumple, solo quedan ocho d¨ªas para escapar.
Para hacerlo, primero hay que llegar hasta las zonas controladas ¡ªcontroladas es mucho decir¡ª por las tropas internacionales. En una palabra: superar los controles callejeros de los talibanes.
Es dif¨ªcil. Armados con una especie de l¨¢tigo hecho de cadenas forradas de pl¨¢stico, y con metralletas, los islamistas radicales, apostados en retenes en intersecciones que dan acceso a las calles que van al aeropuerto, por lo general no dejan pasar. Hay que esperar a que se descuiden, a que se vayan a comer o que acudan, con sus furgonetas, a vigilar otra zona en la que, por los disparos, parece descontrolada, para aprovechar y pasar corriendo. Entonces, miles de personas se lanzan hacia esa calle que ha quedado libre.
Estos puestos de guardia de los talibanes son, de facto, una frontera dentro de la ciudad. M¨¢s all¨¢, rige la ley de las tropas internacionales, pero dado el caos, los miles de personas que deambulan o que se pegan por alcanzar un lugar privilegiado cerca de las puertas, la ¨²nica ley real que impera es la del s¨¢lvese quien pueda.
Otros conocen atajos que llevan al aeropuerto, caminos que comunican con los alrededores del aer¨®dromo a los que se llega a base de entrar en determinadas casas o atravesar calles escapando por los tejados. Desde all¨ª, a veces, hay que caminar por descampados, por sembrados, unos dos kil¨®metros, hasta que se alcanza el per¨ªmetro delimitado por la valla de hormig¨®n del aeropuerto. Eso no quiere decir que se consiga acceder dentro. Ah¨ª hay que andarse con ojo, porque desde hace d¨ªas, hay bandas de asaltantes que aprovechan que los que huyen se marchan con todo lo que tienen de valor para robarles.
Una familia que prefiere no identificarse esperaba el domingo cerca de la canalizaci¨®n. El abuelo, la abuela, la madre, el padre, dos hijos peque?os y un primo. Todos ten¨ªan pasaporte estadounidense en regla. De hecho, todos, menos el primo, viv¨ªan en Estados Unidos. Viajaron a Afganist¨¢n hace m¨¢s de un mes para pasar las vacaciones, para ver al resto de la familia. No pudieron imaginar lo que iba a pasar.
Nunca pensaron que se iban a ver atrapados as¨ª. La mujer, que trabaja en una guarder¨ªa en Estados Unidos, comentaba indignada que llevaban varios d¨ªas yendo al aeropuerto, jug¨¢ndosela ante los retenes de los talibanes, para luego encontrarse completamente desasistidos. ¡°Nadie viene a preguntar por nadie. No sabemos d¨®nde tenemos que ir. Nos mandaron un correo electr¨®nico con un visado especial, pero no sirve porque nadie nos ayuda. ?D¨®nde est¨¢n los soldados americanos?¡±, preguntaba, con desesperaci¨®n.
A su lado, un se?or de unos 40 a?os, solo, enarbolaba un pasaporte italiano. ¡°?D¨®nde est¨¢n los italianos?¡± ¡°?D¨®nde tenemos que ir los que tenemos pasaporte italiano?¡± Este hombre aseguraba haber trabajado durante varios a?os como analista militar para Estados Unidos, y a?ad¨ªa que era la segunda vez que se acercaba al aeropuerto, infructuosamente.
M¨¢s de 20 muertos
El caos y la peligrosidad son inimaginables. El domingo, cerca de esa zona, una ni?a peque?a muri¨® en una avalancha. Han fallecido ya m¨¢s de 20 personas en las cercan¨ªas de las puertas. Hay polic¨ªas afganos ¡ªinterpuestos como primera barrera entre la muchedumbre y las tropas estadounidenses¡ª que, seg¨²n varios testigos, han disparado al suelo para contener a la gente hiriendo en las piernas a varias personas.
Se han improvisado campamentos donde duermen los que no quieren estar yendo y viniendo del aeropuerto a Kabul y arriesgarse a los controles de los talibanes. Hay personas con todos los papeles en regla que no saben d¨®nde dirigirse, pero tambi¨¦n quien no cuenta con ellos y se acerca all¨ª a ver si surge la oportunidad o, simplemente, a curiosear.
Otros no se atreven a moverse del centro de la ciudad. En el hotel Park Star, en el distrito 4 de Kabul, uno de los barrios m¨¢s acomodados de la ciudad, un directivo de una empresa extranjera radicada en la capital afgana espera con su familia para poder escapar a Estados Unidos. Es afgano, trabajaba para esa empresa, por un buen sueldo, como analista inform¨¢tico. Tiene tres hijos peque?os. Y lleva m¨¢s de ocho d¨ªas, junto a su mujer y sus ni?os, esperando en el hotel a que la situaci¨®n se aclare.
Al principio hab¨ªa guardias de seguridad en la entrada y en el vest¨ªbulo del hotel. Pero los talibanes les han despojado de sus armas y los guardias han acabado por irse y desertar de su puesto. El analista inform¨¢tico tiene miedo de acercarse al aeropuerto porque teme por sus hijos: piensa que pueden morir aplastados o golpeados. Y por eso se queda esperando, cada vez con m¨¢s angustia, seg¨²n pasa el tiempo y aumenta el terror a que los estadounidenses abandonen definitivamente el aeropuerto y les dejen solos.
¡°Hay rumores de que nos sacar¨¢n de otra manera, con citas en las calles o en las plazas de Kabul, con coches controlados por oficiales estadounidenses¡±, dice. Pero son solo rumores. Nadie puede darlo por cierto.
Mientras el analista inform¨¢tico se consume esperando sin salir de la habitaci¨®n del hotel, viendo por el m¨®vil las im¨¢genes de las multitudes tratando de salvar los controles de los talibanes o de llegar a los portones met¨¢licos del aeropuerto, Yussuf, un vendedor callejero de sand¨ªas y de melones planta su puesto en una esquina cercana en ese distrito 4. Como otros muchos vendedores humildes, se alegra de la llegada de los talibanes. Comenta que traer¨¢n seguridad y menos corrupci¨®n. Esos vendedores se muestran satisfechos a pesar de que, debido a que los bancos no funcionan y de que no corre el dinero por la calle, el negocio, seg¨²n cuentan ¡°va muy mal¡±.
Tampoco hay dinero en los cajeros. Est¨¢n vac¨ªos todos. El efectivo que falta est¨¢ en los bolsillos de los miles de personas que se agolpan en las entradas del aeropuerto buscando una grieta para colarse y escapar antes del 31 de agosto.
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