¡°Mariupol es el infierno¡±: mensajes desde una ciudad asediada, helada y hambrienta
La localidad se ha convertido en s¨ªmbolo de la brutalidad del Ej¨¦rcito ruso en Ucrania. El horror que viven sus habitantes, atrapados bajo las bombas, solo llega al exterior a trav¨¦s de algunos testimonios, de quienes logran huir y de mensajes en una red social
¡°Mariupol es el infierno¡±, cuenta Tatiana. Ella y su familia han pasado 15 d¨ªas bajo asedio ruso en Mariupol. Sin luz, sin agua, sin calefacci¨®n, sin ning¨²n tipo de conexi¨®n con el mundo exterior. Sin m¨¢s noticias que el fr¨ªo y las detonaciones constantes de misiles y disparos. Tatiana relata que los rusos comenzaron a disparar sobre las viviendas primero desde los tanques. Despu¨¦s pasaron a bombardear la ciudad desde el aire. El mi¨¦rcoles abrieron fuego sobre la ciudad desde los barcos atracados en el mar de Azov. Tatiana, que tiene 65 a?os, fue la persona que hace varios veranos me llev¨® al ...
¡°Mariupol es el infierno¡±, cuenta Tatiana. Ella y su familia han pasado 15 d¨ªas bajo asedio ruso en Mariupol. Sin luz, sin agua, sin calefacci¨®n, sin ning¨²n tipo de conexi¨®n con el mundo exterior. Sin m¨¢s noticias que el fr¨ªo y las detonaciones constantes de misiles y disparos. Tatiana relata que los rusos comenzaron a disparar sobre las viviendas primero desde los tanques. Despu¨¦s pasaron a bombardear la ciudad desde el aire. El mi¨¦rcoles abrieron fuego sobre la ciudad desde los barcos atracados en el mar de Azov. Tatiana, que tiene 65 a?os, fue la persona que hace varios veranos me llev¨® al Teatro Dram¨¢tico de Mariupol a ver El piso de Zoika, de Mijail Bulgakov. El Teatro Dram¨¢tico ha sido destruido en un bombardeo este mi¨¦rcoles a pesar de que su s¨®tano serv¨ªa de refugio a cientos de personas. Tatiana es ahora una refugiada a la que le tiembla la voz. Hace solo un mes, el teatro era un enorme edificio blanco con butacas rojas de terciopelo ante el escenario y Tatiana era solo mi t¨ªa abuela.
Ahora mismo es muy dif¨ªcil contactar con alguien que est¨¦ dentro del cerco brutal que Mariupol vive desde hace m¨¢s de dos semanas. La escasa informaci¨®n que se abre paso desde all¨ª, aparte de la que dan el alcalde y unos pocos medios internacionales, es de los relatos de los que han huido o la que, como breves destellos en medio de la oscuridad, van colgando en Telegram los habitantes asediados. Hasta hace un mes, en la ciudad viv¨ªan 430.000 personas. Y donde antes hubo vida, playas, enormes avenidas llenas de ¨¢lamos que en verano soltaban una pelusilla blanca que se arremolinaba sobre las aceras, ahora solo quedan escombros y troncos quemados.
Fue el 2 de marzo cuando dejamos de recibir noticias de Tatiana y su familia. Al principio pensamos que ser¨ªa algo temporal, una ca¨ªda de red como la que vivimos durante cuatro d¨ªas en los que no tuvimos noticias de mis abuelos porque hab¨ªan derribado una torre de comunicaciones. Pero los d¨ªas pasaban y no hab¨ªa ninguna se?al de vida. Ni un wasap, ni una llamada, ni un mensaje de texto. Entre todos, comenzamos a buscar informaci¨®n de ellos en los grupos de Telegram de la ciudad esperando, al mismo tiempo, que sus fotos, la foto de su casa, no estuviera entre las que se publicaban. En este momento, el grupo Mariupol seichas (Mariupol ahora, en castellano) es una de las pocas rendijas abiertas al mundo por la que se cuela el horror que est¨¢ viviendo la ciudad. Los administradores re¨²nen mensajes que consiguen hacerles llegar los habitantes con algo de conexi¨®n sobre el minuto a minuto de Mariupol.
La mayor¨ªa de los archivos son v¨ªdeos y fotograf¨ªas de barrios residenciales arrasados. ¡°Distrito 21¡å, cuelga alguien acompa?ado de las fotos de varios edificios de nueve pisos con todas las ventanas destrozadas, las cortinas flotando en el aire. ¡°El centro de la ciudad, ahora¡±, escribe otra persona y acompa?a el texto de un v¨ªdeo en el que se ven joyer¨ªas, librer¨ªas y locales con perchas con ropa que ahora escupen humo negro por sus ventanas. Otros mensajes son gritos desesperados de los que desde hace dos semanas no encuentran a los suyos. Nikolay cuelga uno en el que escribe: ¡°Busco a Pavel Batselev, 80 a?os. Viv¨ªa en la calle Talalijina 55¡å. La calle de la que habla ha quedado reducida a escombros. Igor escribe en otro mensaje: ¡°?Alguien sabe c¨®mo est¨¢ el refugio de la maternidad del distrito Orilla izquierda? All¨ª est¨¢ mi hija con mis nietas¡±. Casi ninguno recibe respuesta.
¡°Hay barrios en ruinas. Han nivelado la ciudad con el suelo. Mariupol ya no existe¡±, relata Tatiana. La ciudad que vieron por ¨²ltima vez sus ojos es una urbe de carreteras destruidas, edificios de viviendas ennegrecidos, comercios en los que apenas queda alguna letra en la fachada que hace suponer que all¨ª hubo una vez una panader¨ªa o una peluquer¨ªa. El teniente de alcalde de Mariupol, Sergey Orlov, ha afirmado en una entrevista a Forbes que entre el 80% y el 90% de la ciudad ha sido bombardeada. ¡°No hay ning¨²n edificio intacto¡±, ha asegurado.
Durante los 15 d¨ªas de asedio, Tatiana y su familia cocinaron sobre una fogata improvisada con ladrillos y las ramas de los ¨¢rboles. Tambi¨¦n pudieron beber agua de un peque?o arroyo que pasa cerca de su casa. Cuando le pregunto si pasaron hambre, se queda en silencio. No hay necesidad de decirlo con palabras. Al salir de la ciudad en uno de los ¨²ltimos corredores humanitarios abiertos, decidieron parar en un peque?o quiosco que vend¨ªa algo de comida. Mientras hac¨ªan cola, un proyectil cay¨® cerca del coche. En un pesta?eo, todos los que se hab¨ªan quedado cerca de los veh¨ªculos aparcados yac¨ªan en el suelo. Apenas un instante separa a una persona viva de ser contabilizada como cad¨¢ver. El coche qued¨® fuertemente da?ado por la metralla y las ruedas desinfladas. Por suerte, pudieron contactar con un conocido que viv¨ªa cerca y que les remolc¨® hasta el pueblo m¨¢s cercano y tranquilo donde est¨¢n refugiados ahora.
En los s¨®tanos de Mariupol se refugian ahora miles de personas. La vida se ha trasladado bajo tierra, donde los habitantes de la ciudad intentan sobrevivir con lo ¨²ltimo que les queda. Los que tuvieron tiempo se llevaron toda la comida que pudieron de sus casas antes de que fueran destruidas. Otros entraron en las casas que hab¨ªan abandonado sus vecinos por lo que hab¨ªan dejado atr¨¢s. Hace ya d¨ªas que no queda agua en la ciudad y los convoyes humanitarios llevan casi dos semanas tratando de entrar con suministros pero siempre acaban dando media vuelta por culpa de los disparos. Los habitantes han estado derritiendo nieve para poder cocinar y beber y vaciando las tuber¨ªas de la calefacci¨®n en un intento de conseguir al menos un vaso de agua.
Bajo tierra hay tambi¨¦n mujeres embarazadas que han dado a luz a ni?os prematuros y muertos a los pocos minutos de nacer. La expresi¨®n ¡°dar a luz¡± nunca tuvo tan poco sentido. Clavada en la retina queda la imagen de la maternidad principal de la ciudad bombardeada hace una semana. De las dos mujeres embarazadas que salieron en los medios, una tuvo una ni?a y se encuentra bien. La otra muri¨® despu¨¦s de parir a un beb¨¦ muerto.
Aliona qued¨® sepultada con sus hijos en uno de los refugios, un simple s¨®tano debajo de un edificio de hormig¨®n de nueve pisos construido en los a?os setenta. Con ayuda de hombres que se resguardaban tambi¨¦n all¨ª, consiguieron salir de entre los escombros y escapar de la ciudad a pie hasta llegar a casa de unos familiares a las afueras de la ciudad. Durante los d¨ªas que estuvo all¨ª, relata que llegaron a recoger agua de lluvia para poder beber. ¡°Ya he aprendido que en la guerra te beber¨¢s hasta el agua de los charcos¡±, cuenta. En su voz no hay ni rastro de met¨¢fora. Ahora Aliona vive con 17 personas m¨¢s en la misma casa. Por culpa del shock, es incapaz de contar nada m¨¢s.
Al igual que Aliona, Natalia tambi¨¦n escap¨® a pie de la ciudad la noche del martes con sus hijos. Con miedo de ser disparados y con la desesperaci¨®n del hambre por quedarse en un lugar en el que desde hace mucho no queda comida en las tiendas, fueron andando por la carretera hasta que un cami¨®n se par¨® a recogerlos. Se subieron en la parte trasera descubierta del veh¨ªculo, desde donde hicieron todo el camino. No recuerda casi nada. ¡°Me puse a llorar. De pronto me puse a llorar y no pod¨ªa parar. He llegado a Zaporiyia descalza, con la ropa que llevaba, sin nada m¨¢s que ponerme. Cuidaos mucho. Esto da much¨ªsimo miedo. Os abrazo a todas¡±, escribi¨® en su grupo de trabajo, en el que antes compart¨ªa recetas y fotos de las flores de sus macetas.
No hay cifras fidedignas de la cantidad de personas que han muerto desde que comenz¨® el asedio. Los ¨²ltimos datos aportados por el teniente de alcalde de la ciudad indican que ya hay 2.358 fallecidos, pero las im¨¢genes de la destrucci¨®n de la ciudad equiparan Mariupol a Alepo o a Grozni, ciudades ya bombardeadas por Vlad¨ªmir Putin en el pasado, y hacen sospechar que, si alg¨²n d¨ªa tenemos un recuento oficial, la cifra actual ser¨¢ anecd¨®tica. Se cavan zanjas en la tierra helada para enterrar decenas de cad¨¢veres en fosas comunes. Algunos entierran a sus muertos bajo la hierba de los parques de la ciudad. Muchos cuerpos yacen en medio de la calle desde hace d¨ªas: los disparos constantes hacen que sea imposible siquiera pensar en un funeral.
Hasta la tarde de este jueves, han salido de Mariupol 30.000 personas, seg¨²n datos de la Administraci¨®n local. La mayor¨ªa lo ha hecho en coches que van en direcci¨®n a Zaporiyia con cintas blancas atadas en todos los retrovisores y enormes inscripciones con la palabra ¡°NI?OS¡± en los cristales en un intento de evitar que les disparen. Dentro viajan adultos y dos o tres ni?os por coche sentados en sus rodillas. Tantos como quepan en el veh¨ªculo, no es el momento de respetar las normas de tr¨¢fico. Algunos ni?os que llegan de Mariupol han perdido el habla.
Es dif¨ªcil asimilar que una ciudad con una cifra similar de habitantes a la de Murcia, que contaba con 64 colegios y 86 guarder¨ªas, las tres principales f¨¢bricas sider¨²rgicas del este del pa¨ªs, un gran puerto, parques de atracciones, cines y grandes centros comerciales, ahora mismo est¨¦ reducida a escombros. Una ciudad que antes produc¨ªa el 5,5% del PIB de Ucrania, que ahora est¨¢ sitiada y sobre la que pesa desde hace d¨ªas una nube negra por culpa del humo de los bombardeos y las ruinas a¨²n humeantes.
Despu¨¦s de 15 d¨ªas de horror, Tatiana asegura que a¨²n le tiemblan las rodillas, aunque ahora ya est¨¢ en un lugar seguro. ¡°No hac¨ªa otra cosa que rezar, todo el d¨ªa rezando, una y otra vez¡±, cuenta. ¡°Est¨¢bamos escondidos cada uno en una esquina de la casa por si ca¨ªa una bomba, esperando que al menos aguantaran las vigas maestras¡±, explica. Tambi¨¦n asegura que jam¨¢s volver¨¢ a la ciudad aunque su casa siga en pie. Su casa nunca volver¨¢ a ser un hogar, sino el lugar en el que se refugi¨® de las bombas y los disparos, en el que pas¨® hambre, fr¨ªo y sed y un terror que le impide dormir m¨¢s de una hora seguida. El ¨²ltimo mensaje que me mand¨® acaba as¨ª: ¡°Desde ahora, para m¨ª, todos los rusos son asesinos de ni?os y mujeres. No tienen perd¨®n y nunca lo tendr¨¢n¡±.
Sigue toda la informaci¨®n internacional en Facebook y Twitter, o en nuestra newsletter semanal.