Liz Truss promete seguir adelante con su plan econ¨®mico en el Reino Unido ¡°aunque provoque perturbaciones¡±
Activistas de Greenpeace interrumpen el discurso de la primera ministra en el congreso del Partido Conservador. ¡°Bajar impuestos es lo correcto moral y econ¨®micamente¡±, insiste la dirigente brit¨¢nica
¡°Cada vez que se impone un cambio, provoca perturbaciones¡±. La primera ministra brit¨¢nica, Liz Truss, ha intentado convencer este mi¨¦rcoles a los afiliados del Partido Conservador, reunidos en Birmingham para su congreso anual, de que sabe lo que tiene entre manos, despu¨¦s de casi dos semanas de turbulencias en las que los mercados desplomaron el valor de la libra, y la rebeli¨®n interna en su propio partido ante la rebaja de impuestos a los m¨¢s ricos puso en duda su continuidad en Downing Street. ¡°No todo el mundo estar¨¢ a favor de ese cambio, pero todos se beneficiar¨¢n de su fruto: una econom¨ªa que crece y un futuro mejor¡±, ha prometido a los miembros de una formaci¨®n hundida en los ¨²ltimos d¨ªas en un pesimismo casi irreversible.
La primera ministra sub¨ªa al estrado al ritmo de la canci¨®n Moving On Up, que llev¨® al ¨¦xito en los noventa al grupo brit¨¢nico M People. ¡°Yo subo, t¨² te vas. Nada me puede detener¡±.
No llevaba m¨¢s de 10 minutos de un discurso r¨ªgido y temeroso, que apenas arrancaba aplausos de los congregados, cuando dos mujeres activistas de Greenpeace infiltradas entre el p¨²blico han comenzado a interrumpir a gritos a la primera ministra. ¡°?Qui¨¦n ha votado a favor del fracking [fractura hidr¨¢ulica para la explotaci¨®n de hidrocarburos]?¡±, coreaban mientras mostraban un cartel que dec¨ªa: ¡°?Qui¨¦n ha votado esto?¡±. Los asistentes, y el equipo de seguridad, han sacado a estirones, y con malas maneras, a las dos activistas, acalladas con abucheos y aplausos a Truss.
Ni dise?ado previamente, el efecto podr¨ªa haber sido mejor. Nada moviliza m¨¢s a los tories que la sensaci¨®n de ser ellos contra el resto del mundo. La primera ministra, con una sonrisa forzada, pero suficientes reflejos, utilizaba el incidente para introducir el eslogan con el que pretende salvar su accidentado mandato: el de combatir la llamada ¡°coalici¨®n anticrecimiento¡±. Como su predecesor, Boris Johnson, Truss ha querido aferrarse a un mensaje populista contra las ¨¦lites, en busca de la unidad y el apoyo de un Partido Conservador fragmentado por sus controvertidas medidas econ¨®micas. ¡°No permitir¨¦ que la coalici¨®n anticrecimiento nos obligue a seguir detr¨¢s. Los laboristas, los liberaldem¨®cratas, los nacionalistas escoceses, los sindicatos, los intereses establecidos que se disfrazan de centros de pensamiento, los tertulianos, los que niegan el Brexit, los ecologistas de Extinction Rebellion o algunos de los que han venido hoy aqu¨ª a gritar... prefieren protestar a actuar, escribir en Twitter a tomar decisiones dif¨ªciles¡±.
Es decir, ellos contra nosotros. Ha sido uno de los momentos en los que Truss ha sido capaz de transmitir algo de energ¨ªa a un auditorio entregado al derrotismo de los ¨²ltimos d¨ªas.
Truss ha vuelto a repetir que la retirada del tipo m¨¢ximo del 45% a las rentas m¨¢s altas, a la que se vio forzada por la protesta de figuras muy relevantes del partido, hab¨ªa sido ¡°una distracci¨®n¡±. ¡°Lo he entendido. He escuchado¡±, ha dicho la primera ministra brit¨¢nica. Pero la mayor parte de su rebaja fiscal (IRPF, impuesto de sociedades, cotizaciones a la Seguridad Social o transmisiones patrimoniales), que supone casi 50.000 millones de euros de deuda p¨²blica, sigue en pie. ¡°Rebajar impuestos es lo correcto, moral y econ¨®micamente¡±, ha defendido. ¡°El Partido Conservador ser¨¢ siempre el partido de los impuestos bajos¡±, promet¨ªa.
El problema de la primera ministra, como reflejaba su discurso, es que juega con la contradicci¨®n de criticar todo lo hecho en a?os anteriores ¨Da?os en los que ella form¨® parte de Gobiernos conservadores¡ª mientras intenta apuntarse todas las medallas de esa misma era. Promete una econom¨ªa de intervencionismo p¨²blico m¨ªnimo y presume a la vez de haber inyectado ayudas directas a hogares y empresas, para paliar la crisis energ¨¦tica, de una dimensi¨®n casi desconocida en otros pa¨ªses europeos. ¡°Estoy decidida a intentar un nuevo planteamiento y a romper este largo ciclo de impuestos elevados y bajo crecimiento¡±, ha asegurado Truss.
Remedaba incluso en su discurso el eslogan que populariz¨® en su d¨ªa el laborista Tony Blair, cuando asegur¨® que sus tres prioridades eran ¡°la educaci¨®n, la educaci¨®n, la educaci¨®n¡±. En el caso de Truss, es ¡°el crecimiento, el crecimiento, el crecimiento¡±. Pero los aplausos arrancados con esa frase hecha han sido m¨ªnimos, tard¨ªos y desangelados, como los de gran parte de los que se han escuchado a lo largo del discurso. Solo cuando ha prometido que mantendr¨¢ la ayuda a Ucrania, y que no tolerar¨¢ una paz con Rusia que suponga la rendici¨®n de territorio, ha sonado Truss como alguien convencido de lo que dice, y no como una pol¨ªtica que miraba nerviosa de lado a lado para intentar seguir las frases escritas en las pantallas del teleprompter que le¨ªa.
Apoyo al ministro de Econom¨ªa
Truss ha tenido palabras de apoyo para su ministro de Econom¨ªa, Kwasi Kwarteng, cuya continuidad ha sido cuestionada por muchos diputados conservadores. Y como ¨¦l, tambi¨¦n ha querido dejar claro su compromiso de mantener de un modo equilibrado las cuentas p¨²blicas. ¡°Yo tambi¨¦n creo en la responsabilidad fiscal, en extraer el m¨¢ximo valor al dinero del contribuyente, en una econom¨ªa sana y en un Estado en forma¡±, ha dicho.
Pero, sobre todo, despu¨¦s de a?os en los que el Brexit y la actitud del propio Johnson propiciaron un alejamiento de los tories de su electorado natural, Truss ha intentado animar a los suyos recuperando esencias conservadoras: ¡°Amo a las empresas, amo a los emprendedores, amo a las personas que asumen responsabilidades, ponen en marcha negocios propios e invierten en la econom¨ªa del pa¨ªs¡±.
No han sido sus palabras, sin embargo, las que han tranquilizado a los mercados, sino la intervenci¨®n extraordinaria del Banco de Inglaterra, que se lanz¨® a comprar deuda p¨²blica la semana pasada. Truss arremeti¨® durante el verano, a lo largo de la campa?a de primarias, contra la autoridad monetaria brit¨¢nica, y puso en duda su independencia. Un mes despu¨¦s, el discurso es otro: ¡°Lo correcto es que sea el Banco de Inglaterra el que establezca de un modo independiente los tipos de inter¨¦s, y los pol¨ªticos no deben inmiscuirse en esto. Trabajaremos en estrecha colaboraci¨®n con el banco¡±, ha prometido.
La primera ministra ha sido despedida con aplausos, y cuenta a¨²n con casi una semana antes de que se reanude la actividad parlamentaria. Las encuestas dan una ventaja abrumadora (hasta 33 puntos) en intenci¨®n de voto a la oposici¨®n laborista, y ning¨²n conservador desea ahora un adelanto electoral que supondr¨ªa la ruina definitiva del partido, despu¨¦s de 12 a?os en el poder. En teor¨ªa, Truss dispone de dos a?os para enderezar el rumbo del pa¨ªs y demostrar si sus planes de cambio funcionan, o si son puro humo ideol¨®gico. Lo que s¨ª le ha quedado claro en esta semana es que ni siquiera goza de los 100 d¨ªas de cortes¨ªa de cualquier nuevo primer ministro. Ya hay una poderosa corriente interna en el partido dispuesta a vigilarla de cerca y a amenazar constantemente su continuidad.
Horas despu¨¦s del discurso, Mike Pickering, uno de los fundadores del grupo M People, escrib¨ªa en Twitter: ¡°No quiero que mi canci¨®n sea la banda sonora de tantas mentiras¡±, y recordaba a Truss otra parte de la letra: ¡°Me has hecho da?o. Se acab¨® tu tiempo. L¨¢rgate de aqu¨ª. Empaqueta tus cosas¡±.
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