Los conservadores brit¨¢nicos maniobran para destituir a Liz Truss y evitar nuevas elecciones
La mayor¨ªa de los afiliados del partido creen que la primera ministra, que el lunes pidi¨® finalmente perd¨®n por sus errores, debe dimitir. Uno de cada tres querr¨ªa que regresara Boris Johnson a Downing Street
El gran enigma que deben resolver los diputados conservadores brit¨¢nicos en los pr¨®ximos d¨ªas es c¨®mo arrojar a Liz Truss por la borda sin que la nave del partido se hunda con ella. Las se?ales est¨¢n claras. La primera ministra se ha convertido en un personaje catat¨®nico que repite consignas de arrepentimiento que no convencen a nadie; el nuevo ministro de Econom¨ªa, Jeremy Hunt, se ha convertido en el jefe de Gobierno de facto, que ...
El gran enigma que deben resolver los diputados conservadores brit¨¢nicos en los pr¨®ximos d¨ªas es c¨®mo arrojar a Liz Truss por la borda sin que la nave del partido se hunda con ella. Las se?ales est¨¢n claras. La primera ministra se ha convertido en un personaje catat¨®nico que repite consignas de arrepentimiento que no convencen a nadie; el nuevo ministro de Econom¨ªa, Jeremy Hunt, se ha convertido en el jefe de Gobierno de facto, que no solo ha tumbado por completo el programa econ¨®mico de Truss, sino que contradice abiertamente las ideas con las que ella venci¨® en las primarias del verano. Y los afiliados que la llevaron al poder en contra de la opini¨®n de la mayor¨ªa del grupo parlamentario le dan ahora la espalda. Un 55% de las bases del partido, seg¨²n una encuesta expr¨¦s realizada por YouGov entre m¨¢s de 500 miembros, quiere que Truss dimita. M¨¢s dr¨¢stico resulta que, entre aquellos que votaron por ella ¡ªunos 81.000 militantes de un total de unos 160.000 afiliados¡ª, son ya un 39% los que tambi¨¦n desean que tire la toalla.
Truss se dej¨® entrevistar a ¨²ltima hora del lunes por el corresponsal pol¨ªtico de la BBC, Chris Mason. Pidi¨® perd¨®n. Admiti¨® errores. Asegur¨® ¡ªen el ¨²nico momento del d¨ªa en que se le escap¨® una sonrisa, m¨¢s de incredulidad que de gozo¡ª que ser¨ªa la candidata tory para las pr¨®ximas elecciones. Y no convenci¨® a nadie. Sus diputados hab¨ªan observado a lo largo del d¨ªa c¨®mo la primera ministra hab¨ªa evitado enfrentarse al l¨ªder de la oposici¨®n laborista, Keir Starmer, durante un debate de urgencia en la C¨¢mara de los Comunes. En su lugar, compareci¨® Penny Mordaunt, l¨ªder de la C¨¢mara (equivalente al secretario de Relaciones con las Cortes espa?ol, pero con rango ministerial), y en su momento, una de las candidatas favoritas de los diputados para reemplazar a Boris Johnson. Y tambi¨¦n escucharon, en ese mismo Parlamento, al ministro Hunt mientras despedazaba sin piedad las medidas y el pensamiento econ¨®mico de su jefa. Detr¨¢s de ¨¦l, con una media sonrisa, y la mirada fija en el vac¨ªo, Truss aguant¨® media hora en la bancada del Gobierno antes de retirarse.
Mordaunt y Hunt. Los dos, candidatos en las ¨²ltimas primarias. Los dos, firmes en sus dotes comunicativas en una sesi¨®n parlamentaria hostil. La imagen, ante la cara de muchos diputados, de lo que pudo haber sido y no fue. La constataci¨®n de que Truss es una pesadilla de la que deben despertar cuanto antes.
La primera ministra reuni¨® el lunes a los miembros de su Gobierno para exponerles el giro dr¨¢stico de su rebaja de impuestos y su plan de ayuda energ¨¦tica a familias y empresas. Una marcha atr¨¢s desesperada para calmar a los mercados y recuperar la disciplina fiscal. Una renuncia absoluta al programa con el que lleg¨® a Downing Street. Las caras de los ministros, a la salida de la reuni¨®n, lo dec¨ªan todo. Pr¨¢cticamente ninguno quer¨ªa responder a los periodistas. Solo Jacob Rees-Mogg, el extravagante euroesc¨¦ptico que defendi¨® a Johnson cuando ya nadie lo hac¨ªa, rescatado por Truss como premio a su apoyo, exhib¨ªa un forzado optimismo: ¡°Todo el Gabinete respalda por completo a la primera ministra¡±, dec¨ªa, en una afirmaci¨®n de compromiso.
El reto de echar a Truss
La nueva prueba de fuego de Truss, que los diputados conservadores observar¨¢n con avidez, iba a ser la sesi¨®n de control de este mi¨¦rcoles al mediod¨ªa en la C¨¢mara de los Comunes. La primera ministra deb¨ªa resultar convincente en sus respuestas a la oposici¨®n, que reclama con insistencia un adelanto electoral, para lograr retrasar al menos la cuenta atr¨¢s de su salida. La reacci¨®n de la bancada tory, normalmente dispuesta a jalear al l¨ªder, ser¨ªa el term¨®metro del des¨¢nimo, y los silencios de los diputados conservadores, mientras el laborista Starmer ironizaba con la idea de que el actual Gobierno brit¨¢nico est¨¢ ya a punto de pasar a ser el partido de la oposici¨®n, seg¨²n todas las encuestas, eran elocuentes. Truss, sin embargo, llegaba preparada para defenderse con u?as y dientes. ¡°Soy una luchadora, no una persona que se rinde¡±, ha repetido, despu¨¦s de pedir disculpas de nuevo a los votantes por las turbulencias econ¨®micas de las ¨²ltimas semanas.
Truss se reunir¨¢ tambi¨¦n este mi¨¦rcoles con Graham Brady, el presidente del Comit¨¦ 1922. Es el ¨®rgano que re¨²ne a los backbenchers (literalmente, los diputados de las bancadas traseras). Son la mayor¨ªa de los parlamentarios. Son los que no ocupan puesto alguno en los escalones del Gobierno. Y son, por tanto, los m¨¢s libres para rebelarse contra un l¨ªder que no les convenza. Los estatutos del Partido Conservador otorgan a Brady la organizaci¨®n, tanto de una moci¨®n de censura interna contra el primer ministro ¡ªen el caso, obviamente, de que sea tory¡ª, como de un nuevo proceso de primarias. Truss tambi¨¦n se reunir¨¢ con ellos. Ser¨¢ uno de los momentos clave de su semana.
Las normas internas imponen dos condiciones. Es necesario que un 15% de los diputados ¡ªhoy ser¨ªan 53¡ª env¨ªen a Brady una ¡°carta de retirada de confianza¡± en el l¨ªder para que se active la moci¨®n de censura y el proceso de destituci¨®n. Y est¨¢ prohibido iniciar el proceso antes de que haya pasado al menos un a?o desde la elecci¨®n del nuevo primer ministro. En el caso de Truss, hasta septiembre de 2023. Pero las reglas son papel mojado, y pueden cambiarse ¡ªya se ha hecho en varias ocasiones¡ª si la mayor¨ªa es abrumadora. Solo Brady sabe cu¨¢ntas cartas hay ya en el caj¨®n de su despacho, y utiliza esa cifra como medida de presi¨®n y negociaci¨®n. De momento, nada sugiere que las reglas del juego vayan a cambiar.
Brady avis¨® a Johnson de que su suerte estaba echada, y forz¨® una dimisi¨®n que evitar¨ªa mayores humillaciones. Es posible que se repita la estrategia, pero para eso deber¨ªan entrar en juego ¡°los hombres de gris¡±. As¨ª se conoce en la jerga pol¨ªtica a la riada de ministros del Gobierno de Margaret Thatcher que la convencieron de que su tiempo hab¨ªa acabado. Si sus colaboradores cercanos le sugieren que tire la toalla, Truss evitar¨ªa una masacre y facilitar¨ªa el relevo.
?Reemplazo o elecciones?
Las encuestas dan hoy un promedio de m¨¢s de 20 puntos porcentuales de ventaja a los laboristas en el caso de que se celebraran unas elecciones. La sola idea de acudir ahora a las urnas aterra a muchos diputados conservadores. Pero tambi¨¦n es impensable lanzarse a un interminable proceso de primarias ¡ªal menos seis semanas, lo que dur¨® el anterior¡ª en un momento en el que los mercados amenazan, d¨ªa s¨ª d¨ªa no, con tumbar la precaria estabilidad econ¨®mica del Reino Unido. Todav¨ªa quedan dos a?os de mandato conservador, y en manos de Truss estar¨ªa ese bot¨®n nuclear. Tambi¨¦n cuenta con esa amenaza para templar los ¨¢nimos de los rebeldes.
La mayor¨ªa de los diputados tories querr¨ªa un reemplazo r¨¢pido, decidido por el propio grupo parlamentario, sin consultar a las bases. Y estimular¨¢ esta idea el hecho de que la encuesta expr¨¦s de YouGov se?ale que un 60% de los afiliados estar¨ªa dispuesto a renunciar a su voto y permitir la elecci¨®n r¨¢pida de un candidato de unidad. El problema es qui¨¦n. No existe ninguna maniobra coordinada con un nombre p¨²blico. Las preferencias de los afiliados, en este orden, y con un sorprendente primer elegido, ser¨ªan: Boris Johnson (32%); el exministro de Econom¨ªa Rishi Sunak (23%); el ministro de Defensa, Ben Wallace (10%); Penny Mordaunt (9%); Kemi Badenoch, la secretaria de Estado de Comercio Internacional y sorpresa de las ¨²ltimas primarias (8%); y finalmente, a pesar de haber logrado calmar los nervios de los mercados y del partido con su golpe de tim¨®n, el ministro de Econom¨ªa, Jeremy Hunt (7%).
Si llega el momento, cada vez m¨¢s seguro, de que Truss entienda que no puede seguir adelante, el grupo parlamentario conservador deber¨¢ resolver ¡ªen d¨ªas, no en semanas¡ª qui¨¦n tiene m¨¢s posibilidades de evitar, o suavizar al menos, la cat¨¢strofe que hoy vaticinan todos los sondeos.
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