Occidente pierde el pulso en ?frica
China, India, Rusia o Turqu¨ªa ganan presencia en el continente en todos los ¨¢mbitos, mientras actores como Europa y EE UU evidencian su retroceso
A Malick Seck le gusta salir temprano de su casa para escapar de los atascos. Funcionario del Gobierno senegal¨¦s, recorre cada d¨ªa 35 kil¨®metros para llegar a su oficina, situada en la nueva ciudad de Diamniadio, a las afueras de Dakar. Tras dejar atr¨¢s el Museo de las Civilizaciones Negras y el Gran Teatro, financiados por China, se sumerge en el fragor de la autopista de peaje construida por una empresa francesa. Absorto en sus pensamientos, atraviesa una urbanizaci¨®n le...
A Malick Seck le gusta salir temprano de su casa para escapar de los atascos. Funcionario del Gobierno senegal¨¦s, recorre cada d¨ªa 35 kil¨®metros para llegar a su oficina, situada en la nueva ciudad de Diamniadio, a las afueras de Dakar. Tras dejar atr¨¢s el Museo de las Civilizaciones Negras y el Gran Teatro, financiados por China, se sumerge en el fragor de la autopista de peaje construida por una empresa francesa. Absorto en sus pensamientos, atraviesa una urbanizaci¨®n levantada por una compa?¨ªa india y vislumbra, a poca distancia, el perfil del enorme estadio de f¨²tbol despachado en apenas dos a?os por una constructora turca. A escasos metros, la obra de la flamante nueva f¨¢brica de vacunas financiada por la Uni¨®n Europea asoma de sus cimientos.
En apenas 35 kil¨®metros, Malick transita por una miniatura de la nueva ?frica. Potencias y pa¨ªses emergentes como China, India, Rusia o Turqu¨ªa ganan presencia en el continente en todos los ¨¢mbitos, desde la seguridad hasta las infraestructuras, la cultura o el comercio, mientras un Occidente en claro retroceso se aferra a sus ¨²ltimos resquicios de presencia y poder y busca v¨ªas para recuperar parte del terreno perdido en los ¨²ltimos lustros.
La competici¨®n se libra a lo largo y ancho del continente. A veces, lejos de los focos; otras, en primera fila del escenario geopol¨ªtico, como en el caso de la Rep¨²blica Democr¨¢tica del Congo, que el 20 de diciembre ha celebrado elecciones legislativas, a¨²n sin resultados definitivos. La RDC es un s¨ªmbolo, por su tama?o ¨Dunos 100 millones de habitantes, una extensi¨®n equivalente a cinco veces Espa?a¨D, recursos ¨Dcon sus enormes reservas de materias primas estrat¨¦gicas, como el cobalto¨D, y conflictividad ¨Ddebido a la terrible violencia que durante lustros ha azotado su zona oriental¨D.
China cultiva desde hace d¨¦cadas con fuerza sus relaciones con la RDC, como hace con muchos otros pa¨ªses africanos, y est¨¢ muy bien posicionada ah¨ª. Hoy, Occidente intenta reaccionar, como ejemplifica un proyecto de corredor de transportes desde la RDC hasta la costa atl¨¢ntica de Angola, que la UE y EE UU anunciaron en pleno G-20 de Nueva Delhi. Mientras, los pol¨ªticos congole?os buscan reequilibrar las relaciones con China, que perciben como abusivamente favorables a los intereses de Pek¨ªn, y negocian la salida de la misi¨®n de la ONU en el pa¨ªs. Es un retrato del gran juego africano en esta d¨¦cada.
Por un lado, potencias globales que compiten a codazos para situarse en ?frica. Por el otro, pa¨ªses africanos que diversifican sus relaciones, buscan aprovechar al m¨¢ximo esa competencia. La ola de neosoberanismo que recorre ?frica, que coincide con una grave crisis de confianza en los organismos internacionales, la empuja hacia esa pragm¨¢tica diversificaci¨®n.
¡°El aumento del inter¨¦s de las potencias por el continente africano es evidente desde hace tiempo¡±, dice Giovanni Carbone, profesor de la Universidad de Mil¨¢n y jefe del programa ?frica en el Instituto de Estudios de Pol¨ªtica Internacional. ¡°En los ¨²ltimos a?os est¨¢ cambiando, en parte, la naturaleza de la atenci¨®n. Si desde el a?o 2000 dominaban los intereses econ¨®micos, hoy una parte del inter¨¦s ha virado hacia consideraciones geopol¨ªticas¡±.
Los motivos de inter¨¦s por ?frica son m¨²ltiples: las perspectivas de crecimiento demogr¨¢fico y econ¨®mico, y los recursos naturales, entre ellos. Pero en los ¨²ltimos a?os dos factores concretos agudizan ese inter¨¦s. Por un lado, una competici¨®n entre potencias cada vez m¨¢s descarnada, que incita a buscar aliados, amigos, o votos en el resto del mundo. Por el otro, la creciente relevancia de algunas materias primas estrat¨¦gicas.
¡°?frica cuenta con una enorme cantidad de recursos que son clave para la energ¨ªa del futuro, minerales que hacen falta para la transici¨®n energ¨¦tica¡±, asegura el economista y profesor bisauguineano Carlos Lopes, ¡°todos est¨¢n interesados ahora en este continente. Y los cambios en la geopol¨ªtica mundial permiten que ?frica elija los socios econ¨®micos y comerciales que m¨¢s le convienen. Ya nadie puede venir a imponernos nada¡±. Adem¨¢s, el proceso interno de integraci¨®n africano, que comenz¨® el 1 de enero de 2021 con el nacimiento de la Zona de Libre Comercio Continental (ZLEC), est¨¢ favoreciendo la conciencia de que se debe negociar como continente y no por pa¨ªses. ¡°El viejo modelo de bloques regionales dentro de ?frica ha sido superado¡±, a?ade.
China
Pek¨ªn marc¨® el camino. En los a?os noventa del siglo pasado, impulsada por sus propias necesidades internas, supo ver las oportunidades que ?frica representaba. Si en 2003 su stock de inversi¨®n en el continente era de 4.900 millones de d¨®lares, en 2020 se elevaba ya a 473.500 millones. Ya es el primer socio comercial de ?frica y sus 10.000 empresas presentes en el continente, seg¨²n el informe McKinsey, no est¨¢n solo en la miner¨ªa y las infraestructuras, sino que se extienden por los sectores de la energ¨ªa, el transporte, la banca, la agricultura o las nuevas tecnolog¨ªas. Seis pa¨ªses, entre ellos Nigeria, Etiop¨ªa, Angola o la propia RDC, acumulan el 45% de la inversi¨®n. China tambi¨¦n es un referente central como acreedor de una parte muy significativa de la deuda africana, una cuesti¨®n que ha estrechado lazos pero que, cada vez m¨¢s, desata fricciones vinculadas a la insostenibilidad de la misma.
China prioriza el peso econ¨®mico, la existencia de recursos naturales y de grandes mercados internos. Que la propia sede de la Uni¨®n Africana en Ad¨ªs Abeba fuera un regalo del gigante asi¨¢tico es m¨¢s que simb¨®lico. Pero, seg¨²n subraya Carbone, desde el principio Pek¨ªn tambi¨¦n tuvo en consideraci¨®n la importancia de estrechar lazos para contar con socios en foros internacionales, tanto por lo que concierne la cuesti¨®n Taiw¨¢n, as¨ª como, cada vez m¨¢s, por los m¨²ltiples pulsos globales con EE UU.
Turqu¨ªa
Siguiendo los pasos de China, Turqu¨ªa ha ido ganando m¨²sculo en ?frica. Seg¨²n T¨¹rk Eximbank, el brazo financiero del expansionismo turco, su inversi¨®n superaba los 85.000 millones de d¨®lares en 2022, con unos intercambios comerciales por valor de 40.700 millones frente a los 5.400 de 2003.
La proyecci¨®n de Turqu¨ªa en ?frica tiene dos emblemas subrayados con frecuencia: la gran expansi¨®n de su red diplom¨¢tica en el continente ¨Dde 12 embajadas en 2012 a 44 en 2022¨D, as¨ª como la de las rutas a¨¦reas de Turkish Airlines ¨D60 destinos en 39 pa¨ªses antes de la pandemia¨D. Su potente industria de telenovelas proyecta soft power tambi¨¦n en ?frica.
India
El caso de India es a¨²n m¨¢s paradigm¨¢tico. Hoy es el segundo socio comercial de ?frica tras China, con la industria farmac¨¦utica o las telecomunicaciones como principales sectores de inversi¨®n.
M¨¢s all¨¢ de la dimensi¨®n econ¨®mica, Nueva Delhi desarrolla su proyecto pol¨ªtico de convertirse en el gran referente del Sur Global, esa heterodoxa galaxia de pa¨ªses que comparte una agenda de desarrollo, que reh¨²ye una alineaci¨®n fija con alguna de las grandes potencias. Por supuesto, los pa¨ªses africanos son parte esenciales del concepto de Sur Global, y la India cultiva los lazos. El a?o de presidencia del G-20, reci¨¦n terminado, ha representado un fuerte aceler¨®n en esa senda.
Rusia
La econom¨ªa, los pr¨¦stamos, las carreteras o los mercados no son sino la punta de lanza de un cambio m¨¢s profundo. En muchas circunstancias, pa¨ªses gobernados por reg¨ªmenes nacionalistas y con praxis autoritarias de distinta intensidad, se han convertido no solo en socios estrechos sino tambi¨¦n en un modelo de desarrollo a seguir mientras el paradigma occidental hace aguas por todos lados.
La ola de golpes de Estado en el Sahel de los ¨²ltimos tres a?os ilustra la profundidad de este cambio. Los militares de Mal¨ª, Burkina Faso y N¨ªger, pa¨ªses donde Francia ten¨ªa desplegadas sus tropas contra el yihadismo, se hicieron con el poder propulsados por una creciente corriente antioccidental. Los reg¨ªmenes democr¨¢ticos apuntalados por Par¨ªs no hab¨ªan sido capaces, ya no de garantizar la integridad territorial de los estados, sino de asegurar la supervivencia o las necesidades b¨¢sicas de grandes franjas de su poblaci¨®n.
En ese contexto, Rusia se ha posicionado como la gran alternativa frente a Occidente en materia de seguridad. Ya era el principal suministrador de armas del continente. Hoy, adem¨¢s, su presencia militar, sobre todo mediante los mercenarios de Wagner haciendo el trabajo sucio, no deja de crecer.
¡°Rusia ha acelerado en su proyecci¨®n en ?frica, en clave de contraposici¨®n a Occidente, buscando ganar espacio all¨¢ donde emergen tensiones entre pa¨ªses africanos y occidentales¡±, dice Carbone.
Para Adib Bencherif, investigador especializado en el Sahel de la Universidad canadiense de Sherbrook, ¡°la penetraci¨®n rusa se aprovecha de una cierta nostalgia del papel desempe?ado por la Uni¨®n Sovi¨¦tica en ?frica, su apoyo a los movimientos de liberaci¨®n. Cuando la invasi¨®n de Ucrania, muchos pa¨ªses africanos se resistieron a condenarla. Ah¨ª tambi¨¦n est¨¢ la herencia del no alineamiento, el no querer verse envueltos en una guerra entre Occidente y Rusia de cuya toma de partido pueden salir perjudicados¡±.
Occidente
El cuestionamiento a Occidente alcanza todos los ¨¢mbitos. El 29 de junio de 2019, los 15 pa¨ªses de Comunidad Econ¨®mica de Estados de ?frica occidental aprobaban el proyecto de moneda ¨²nica Eco con el objetivo, entre otros, de enterrar de una vez el franco CFA, la moneda heredada del colonialismo que comparten ocho pa¨ªses de la regi¨®n.
¡°Esta moneda es un aut¨¦ntico anacronismo¡±, asegura el economista senegal¨¦s Ndongo Samba Sylla, ¡°se cre¨® tras la II Guerra Mundial para permitir la recuperaci¨®n de Francia y desde entonces no ha generado ning¨²n desarrollo en ?frica¡±. La desaparici¨®n del franco CFA se ha convertido en el objetivo de cientos de activistas de un panafricanismo de nuevo cu?o, como el pol¨¦mico Kemi Seba, quien se hizo famoso tras ser detenido en 2017 en Dakar por quemar un billete de 5.000 francos CFA (unos 7,5 euros).
En la votaci¨®n de la resoluci¨®n de la Asamblea de las Naciones Unidas que condenaba la invasi¨®n rusa de Ucrania y fue aprobada con 141 votos a favor, 5 en contra y 35 abstenidos, el voto mostr¨® que ?frica era un continente poco propenso a acompa?ar los intereses de Occidente. Un 51% de los pa¨ªses africanos vot¨® a favor (28 de 54), frente a un 81% en el resto del mundo. 17 se abstuvieron, 8 no participaron en la votaci¨®n y uno (Eritrea) vot¨® en contra.
La pandemia tambi¨¦n fue un factor de desgaste. Aunque hubo diferencias entre la actitud de la UE y de EE UU, la sensaci¨®n de acopio ego¨ªsta de vacunas por parte de Occidente fue sin duda extendida en ?frica y en el Sur Global.
Consciente de su p¨¦rdida de terreno, Occidente intenta reaccionar. El pasado mes de febrero, la Uni¨®n Europea anunciaba una inversi¨®n de 150.000 millones de euros para ?frica dentro de su programa Global Gateway, que nace con el expl¨ªcito deseo de competir con la Nueva Ruta de la Seda china. La iniciativa es ambiciosa y abarca sectores como la energ¨ªa verde, la innovaci¨®n digital o la electrificaci¨®n en ¨¢reas rurales. El anuncio del corredor transafricano del G-20 se enmarca en esa din¨¢mica de cambio, de reflexi¨®n sobre la ret¨®rica, la din¨¢mica pol¨ªtica, los tratos econ¨®micos.
Pero el camino se perfila arduo ¡°Creo que Occidente no est¨¢ todav¨ªa recuperando el terreno perdido. Har¨¢ falta tiempo para ver los frutos de una nueva actitud. De momento, ha empezado una reflexi¨®n, pero me parece que no hay todav¨ªa un verdadero cambio de ret¨®rica y, sobre todo, no hay hechos que demuestren un cambio real. Las inversiones de las que se ha hablado todav¨ªa no se han materializado¡±, dice Carbone.
La batalla de las narrativas
Pero la batalla no se libra solo en el ¨¢mbito econ¨®mico o pol¨ªtico, tambi¨¦n es una cuesti¨®n de narrativas. En las redes sociales, decenas de influencers panafricanistas y anticolonialistas agitan las conciencias con mensajes y v¨ªdeos que r¨¢pidamente se hacen virales. En ocasiones es la larga mano de Rusia quien mece la cuna.
A juicio de Bencheriff, estos influencers se apoyan en convicciones profundamente ancladas en el imaginario africano, como la explotaci¨®n econ¨®mica de las antiguas potencias coloniales y la dominaci¨®n occidental. ¡°Se basan sobre una cierta realidad pero son caricaturescos en cierta forma¡±, opina el especialista. La aceptaci¨®n por este movimiento ¡°neosoberanista¡±, tal y como lo defini¨® el fil¨®sofo camerun¨¦s Achille Mbembe, de los golpes de Estado en el Sahel es, sobre todo, porque se perciben como ¡°actos de emancipaci¨®n¡±.
Los seguidores de la llamada postverdad que se extiende por todo el mundo tambi¨¦n han encontrado en ?frica terreno abonado. En concreto, el relato del sentimiento antioccidental, que se apoya en hechos indudables como el subdesarrollo del continente tras siglos de presencia europea, tambi¨¦n est¨¢ salpicado de fakes y rumores que circulan por las redes sociales, como que Occidente fomenta el yihadismo, que Europa estimula la homosexualidad en ?frica o que ciertas campa?as de vacunaci¨®n pretenden, en realidad, esterilizar a la poblaci¨®n africana para frenar su potencial demogr¨¢fico.
Entre las reacciones de Occidente, la carga simb¨®lica no es menor. El 28 de noviembre de 2017, el presidente franc¨¦s Emmanuel Macron daba un discurso en Uuagadug¨², capital de Burkina Faso, en el que anunciaba su intenci¨®n de comenzar a devolver el patrimonio cultural africano expoliado al continente durante la colonizaci¨®n y que hoy se guarda en los museos galos. Decenas de piezas ya han regresado a ?frica y el proceso ha contagiado a otros pa¨ªses, como Alemania o B¨¦lgica, que han emprendido el mismo camino. Recientemente, el presidente alem¨¢n, Frank-Walter Steinmeier, pidi¨® perd¨®n a Tanzania por los cr¨ªmenes y masacres cometidos durante el periodo colonial, mientras que el rey Carlos III de Inglaterra, en su primera visita a Kenia como monarca, expres¨® su ¡°arrepentimiento¡± por la violencia cometida contra los kenianos que reclamaban la independencia.
Pero la desconfianza africana hacia Occidente tambi¨¦n afecta a Naciones Unidas, cuyas misiones de paz en el continente est¨¢n en plena crisis. Los cascos azules ya se est¨¢n retirando de Mal¨ª y el presidente congol¨¦s F¨¦lix Tshisekedi ha anunciado que negocia con la ONU para su salida del pa¨ªs a lo largo de 2024. Los reiterados abusos sexuales y violaciones cometidos por los propios peacekeepers en Rep¨²blica Centroafricana o Sud¨¢n del Sur han contribuido a deteriorar a¨²n m¨¢s su imagen. ?frica lleva d¨¦cadas pidiendo, sin ¨¦xito, una reforma del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas que adapte este organismo a los nuevos tiempos e incluya a uno o dos pa¨ªses africanos. El constante bloqueo a dicha reforma tambi¨¦n ha alejado a la ONU de ?frica.
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