¡°Este es nuestro Congreso, tenemos derecho a estar aqu¨ª¡±: as¨ª fue el asalto al Capitolio

¡°Hoy va a ser un d¨ªa hist¨®rico en la historia de nuestra naci¨®n¡±. La primera frase del correo electr¨®nico enviado por el equipo de Donald Trump a sus seguidores a las 13.26 de este mi¨¦rcoles, el en¨¦simo mensaje para pedirles dinero para su lun¨¢tica cruzada por no abandonar la Casa Blanca como un perdedor, iba a resultar dolorosamente premonitoria. ¡°El Congreso o bien certificar¨¢, ...

¡°Hoy va a ser un d¨ªa hist¨®rico en la historia de nuestra naci¨®n¡±. La primera frase del correo electr¨®nico enviado por el equipo de Donald Trump a sus seguidores a las 13.26 de este mi¨¦rcoles, el en¨¦simo mensaje para pedirles dinero para su lun¨¢tica cruzada por no abandonar la Casa Blanca como un perdedor, iba a resultar dolorosamente premonitoria. ¡°El Congreso o bien certificar¨¢, o bien objetar¨¢ el resultado de las elecciones¡±, segu¨ªa el mensaje. Pero no eran los legisladores a los que se?alaba el texto los que habr¨ªan de convertir la jornada en hist¨®rica, sino algunos de los seguidores del presidente.

A la misma hora en que recib¨ªan el mensaje, el l¨ªder de la mayor¨ªa republicana en el Senado, Mitch McConnell, conclu¨ªa su intervenci¨®n en la C¨¢mara alta del Capitolio de Washington. Rechazaba con dureza, dejando definitivamente atr¨¢s semanas de ins¨®lito silencio, las infundadas alegaciones de fraude del presidente Trump. Sus esfuerzos por revertir una elecci¨®n estadounidense, advirti¨® el veterano senador, lanzar¨ªan a la democracia a una ¡°espiral de muerte¡±.

En el Capitolio se escuchaban, cada vez con m¨¢s fuerza, los ruidos del exterior, seg¨²n los relatos de las personas que estaban dentro. Se o¨ªan con claridad las consignas de las hordas que se amontonaban ante el Capitolio, llegadas desde la Casa Blanca, donde sus ¨¢nimos ya calientes hab¨ªan sido azuzados por el comandante en jefe. ¡°Si no pele¨¢is como el demonio, ya no vais a tener un pa¨ªs. Dejad que los d¨¦biles se vayan. Esta es la hora de la fuerza¡±, les dijo Trump a sus miles de seguidores.

Desde las ventanas del Capitolio se pod¨ªa contemplar el peligro acercarse. ¡°Mir¨¦ por la ventana y pude ver cu¨¢n inferior en n¨²mero era la polic¨ªa del Capitolio¡±, explic¨® a Associated Press el congresista dem¨®crata Dean Phillips. De pronto, poco despu¨¦s de las 14.00, el vicepresidente Mike Pence, que preside el Senado, recib¨ªa la se?al de que deb¨ªa abandonar, por seguridad, la C¨¢mara.

En la sala de prensa del Senado, situada justo encima de la C¨¢mara, los empleados explicaban que hab¨ªa planes para cerrar a cal y canto las puertas en el caso de que la situaci¨®n empeorara. No tard¨® en pasarse del condicional al presente. El viejo sistema de megafon¨ªa repet¨ªa el mensaje de que nadie se acercara a las ventanas. Los empleados procedieron a cerrar las puertas de la sala de prensa. A continuaci¨®n, siempre seg¨²n el relato de los testigos, se ped¨ªa a los periodistas que pasaran a la C¨¢mara, separada por una puerta de la sala de prensa. Agentes armados corr¨ªan por las dos plantas de la C¨¢mara alta cerrando cada puerta.

M¨¢s abajo, se produc¨ªan choques entre los asaltantes y la polic¨ªa bajo los mismos andamios instalados para la investidura del presidente electo Joe Biden, que se celebrar¨¢ dentro de dos semanas. Los manifestantes derribaron las barricadas instaladas a los pies de las escaleras del Capitolio e irrumpieran en el edificio.

¡°Esto es nuestro Congreso¡±, gritaban, ¡°tenemos derecho a estar aqu¨ª¡±. Rompieron ventanas, arrojaron gas pimienta, colocaron banderas y pancartas en las estatuas del Capitolio. Se fotografiaron en los pupitres de los senadores, en el estrado de m¨¢rmol reservado al vicepresidente y en los despachos de los congresistas, posando con los pies sobre las mesas. Pronto, sin que la polic¨ªa fuera capaz de impedirlo, los manifestantes se hab¨ªan esparcido por todo el edificio, hasta la tercera planta. Los agentes ped¨ªan a la gente que se escondiera.

El edificio se cerr¨®. Se advert¨ªa por megafon¨ªa de que, debido a una ¡°amenaza de seguridad externa¡±, nadie pod¨ªa entrar en el edificio o salir de ¨¦l. La polic¨ªa empez¨® a evacuar los despachos de los congresistas. ¡°Golpearon la puerta¡±, cont¨® a Associated Press el dem¨®crata Chris Pappas, ¡°y nos dijeron que lo dej¨¢ramos todo y sali¨¦ramos tan r¨¢pido c¨®mo pudi¨¦ramos¡±.

Los asaltantes acabaron irrumpiendo en los despachos ya vac¨ªos. En un v¨ªdeo de la cadena brit¨¢nica Itv se vio c¨®mo uno exhib¨ªa como trofeo un pedazo desgarrado de la placa de madera con el nombre de Nancy Pelosi, la l¨ªder de la mayor¨ªa dem¨®crata de la C¨¢mara baja.

¡°Los manifestantes est¨¢n en el edificio¡±. Fueron las ¨²ltimas palabras que se escucharon por la se?al de audio en directo del Senado. ¡°Ha habido disparos¡±, ley¨® de su m¨®vil la senadora dem¨®crata Amy Klobuchar. Uno de sus escoltas agarr¨® por el brazo a Mitch McConnell, que presenta una leve cojera debido a la polio que sufri¨® de ni?o, y le condujo por los pasillos hasta un lugar seguro.

Media hora despu¨¦s la c¨¢mara entera estaba desalojada. Los polic¨ªas se llevaron tambi¨¦n las cajas que conten¨ªan los certificados del Colegio Electoral, los documentos que los legisladores deb¨ªan abrir, leer y confirmar en lo que ten¨ªa que haber sido un ritual de celebraci¨®n del proceso democr¨¢tico. Al rato, los asaltantes hab¨ªan tomado la noble sala.

Al otro lado del Capitolio, en la C¨¢mara de Representantes, un espacio mucho m¨¢s amplio que el Senado, la escena se repet¨ªa. Los agentes de seguridad pidieron a los congresistas que se pusieran las m¨¢scaras de gas que tienen bajo las sillas, les condujeron a una zona de la sala y les ordenaron que se echaran al suelo. Agentes de polic¨ªa bloquearon la puerta principal con un aparador de madera, como se ve en una fotograf¨ªa, y se colocaron detr¨¢s del mueble apuntando con sus pistolas al exterior de la sala.

Al cabo de un rato, los agentes, con las armas listas para disparar, escoltaron a los congresistas a un lugar seguro. Bajaron por los ascensores, pues los asaltantes hab¨ªan tomado las escaleras, al entramado de pasillos y t¨²neles que se extiende bajo el suelo del Capitolio, una estructura bien protegida, construida despu¨¦s de los atentados del 11 de septiembre. Pero tambi¨¦n llegaron hasta all¨ª los asaltantes seguidores del presidente. Algunos congresistas y personal del edificio fueron entonces escoltados a una cafeter¨ªa en esas dependencias, en los bajos de uno de los edificios de oficinas de la C¨¢mara baja.

En medio del caos, los trabajadores del Congreso se las arreglaron para repartir, entre las 16.00 y las 17.00, botellines de agua y cajas desechables con cena. Coles de Bruselas, pollo, pur¨¦ de patatas. Al caer la noche, la megafon¨ªa record¨® que la capital se encontraba bajo toque de queda. En las conversaciones de los legisladores se extend¨ªa la idea de regresar a la C¨¢mara, a proceder con su trabajo, en un gesto de fortaleza democr¨¢tica. Pasadas las 18.30, con las sirenas de la polic¨ªa todav¨ªa de fondo, se escucharon aplausos en la sala donde se reun¨ªan los senadores. El Congreso hab¨ªa decidido reanudar la sesi¨®n esa misma noche.

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